La pandemia y la música popular
La cultura está condenada en España a ser siempre pobre, sospechosa de no merecer las ayudas, acusada de infiel, de frívola y oportunista, de comunista si hace falta
Las cuentas de la cultura nunca cuadran. Se reconoce, a regañadientes, que la cultura mueve dinero, que participa de forma importante en el PIB, pero… Demasiados inconvenientes. La cultura está condenada en España a ser siempre pobre, sospechosa de no merecer las ayudas, acusada de infiel, de frívola y oportunista, de comunista si hace falta. Una inversión de difícil retorno, según sus cuentas. Y además con los efectos colaterales no deseados de agilizar las mentes y aumentar la...
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Las cuentas de la cultura nunca cuadran. Se reconoce, a regañadientes, que la cultura mueve dinero, que participa de forma importante en el PIB, pero… Demasiados inconvenientes. La cultura está condenada en España a ser siempre pobre, sospechosa de no merecer las ayudas, acusada de infiel, de frívola y oportunista, de comunista si hace falta. Una inversión de difícil retorno, según sus cuentas. Y además con los efectos colaterales no deseados de agilizar las mentes y aumentar la conciencia crítica.
Lo primero ha sido confundir los términos, deslocalizar, como un enfermo en la UVI que pierde la noción de la realidad, para después disfrazarla de lo que venga bien. Por ejemplo, convertir la música en competición televisiva y alejarla de los corros de la vida.
Defiendo una música viva, que lleva la alegría, las ganas de comunicar y de sentir, una profesión que consiste en sanar y ayudar a la gente a través de la fiesta
Y no lo que yo defiendo: una música viva, que lleva la alegría, las ganas de comunicar y de sentir, una profesión que consiste en sanar y ayudar a la gente a través de la fiesta. Eso lo hacen las raves, dirán ustedes con razón, y las botellonas. Pero no, yo me refiero a las miles de personas que se dejan la vida en las carreteras instalando, sonorizando, preparando el terreno para que una vez más se pueda producir la magia colectiva de un espectáculo de música en directo, las emociones a flor de piel, la respuesta inmediata, la comunión del público con todos los actores, la participación en tiempo real de un arte que se va, entre todos, modelando a sí mismo, para dar salida a todas nuestras inquietudes, nuestras preguntas, nuestro sueño de compartir lo más cercano y hermoso que la vida pueda darnos.
Nuestro tejido musical popular ha quedado muy tocado, malherido por el cataclismo de la pandemia. Miles de sueldos al paro, futuro angustioso para miles de familias, ustedes lo saben, lo dura que se está volviendo la vida para esa gente, en un marco laboral que la mayoría de las veces ni los contempla, sin sindicatos, sin regulación, nido, como en otros sectores, de falsos autónomos ante la falta de obligación por los contratantes de hacerse cargo de los seguros sociales. Ni Ayuntamientos, que son los que están más a pie de tajo, ni otras administraciones ayudan a consolidar y regularizar una profesión tan necesaria.
Qué les voy a decir que no sepan, los monopolios, la ley del embudo. Y la música popular que nos concierne, siempre arrinconada ahí al fondo, a punto de sumidero
La música ha sido indispensable durante el confinamiento, pero tienen ustedes que saber que la inmensa mayoría de músicos no sacamos nada de internet, que ahí la música ha sido monopolizada por las plataformas digitales y sus socios globales, que se aseguran unos retornos envidiables y nada transparentes para una superminoría y que castiga a la gran mayoría con royalties irrisorios de los que no se puede vivir.
Qué les voy a decir que no sepan, los monopolios, la ley del embudo. Y la música popular que nos concierne, siempre arrinconada ahí al fondo, a punto de sumidero, total, si son felices los infelices, si se lo pasan bien, arrinconada cada vez más en el fondo, total, si sus parejas tienen un sueldecito, qué más quieren, si son unos casi sin papeles, y encima se quejan.
Kiko Veneno (Figueras, 69 años) es músico.