Aquí hay tomate

‘53 diumenges’, dirigida y escritora por Cesc Gay, se estrenará otra vez a partir del 3 de diciembre en el Teatre Romea de Barcelona

Foto publicitaria de la comedia '53 diumenges' de Cesc Gay durante su puesta en escena en el Temporada AltaServicio Ilustrado (Automático) (Europa Press)

Cesc Gay había vendido tal cantidad de entradas que por un momento pensé en media docena de comedias y me quedaba corto. Me contó que había vendido mucho, pero solo de dos funciones, o una en catalán, Els veins de dalt, el estreno, en el Romea, en 2015, y la versión castellana, Los vecinos de arriba, en 2016, por el resto de España y media Sudamérica, con diversas compañías. Y hay una tercera inminentísima: 53 diumenges, de la que t...

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Cesc Gay había vendido tal cantidad de entradas que por un momento pensé en media docena de comedias y me quedaba corto. Me contó que había vendido mucho, pero solo de dos funciones, o una en catalán, Els veins de dalt, el estreno, en el Romea, en 2015, y la versión castellana, Los vecinos de arriba, en 2016, por el resto de España y media Sudamérica, con diversas compañías. Y hay una tercera inminentísima: 53 diumenges, de la que también es autor y director: se estrenará otra vez en el Romea, a partir del 3 de diciembre.

Ha hecho películas, una serie (Félix), y hace unas semanas, me cuenta, estrenó Sentimental, “que es la adaptación al cine de Los vecinos de arriba”. Le digo que algunos compañeros generacionales crecieron con Beckett o Mamet, pero que a él, en varios estilos, le veo influencias claramente francesas: sus personajes están cerca de las familias problemáticas de Yasmina Reza, y el personaje de Pere Arquillué en 53 diumenges (aún no he visto la puesta, pero he leído el texto) me parece próximo a la mala baba y el humor áspero de Jean-Pierre Bacri. “Es curioso lo que me dices: precisamente”, señala, “yo quería, desde el principio, llevar Los vecinos de arriba al cine francés. Y estuvimos a punto de hacerla con Agnès Jaoui, la pareja actoral de Bacri, pero al final no pudo ser. Ahora nos lo hemos replanteado”.

Hablamos de las diferencias entre cine y teatro, no tan obvias como parecen a simple vista. “Llevo años haciendo cine”, me dice Gay, “y me siento más seguro en mi forma de funcionar. En teatro hay un reto que te llena de ansiedad, pero te excita aprender algo nuevo. Incluso con algo tan aparentemente sencillo como la imagen de Arquillué vestido de tomate te la juegas. Si no ¿la vida, qué es? Riesgo. Aunque soy consciente de la dificultad de hacer un teatro con muchos actores. Lo que me gusta es hacer comedia con orquesta de cámara, para entendernos”.

Cesc Gay está enamorado de su reparto: “A Arquillué le conozco desde hace muchas millas. Su mala leche no deja de destilar ternura. Y he descubierto a Lluís Villanueva: tiene una elegancia absurda, muy divertida, maravillosa. A Marta Marco y Àgata Roca las conozco muy bien: también son de la familia”. Me cuenta que el plan es hacer una temporada larga, hasta marzo o abril, con 53 diumenges, y luego de gira en otoño. “Y si todo va bien, volver esa Navidad para cerrar en Barcelona. Paradojas: Sentimental fue tan bien en Cannes que parece que quieren volver a llevar la obra original al teatro: estamos hablando en serio con productores franceses”.

Y volvemos, de nuevo, al teatro. Gay me dice: “En el teatro me encontré una parte de comedia que en cine me costó mucho. Truman, por ejemplo, era una película con humor, pero era la historia de un tipo que se moría. El humor me sale en teatro. Es un territorio donde el diálogo y las situaciones me aparecen con más facilidad, con diversión. Y con sorpresas”.

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