‘Il turco’ en Bilbao, contra viento y marea

La Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera inaugura su 69ª temporada con una sonrisa rossiniana, en medio de importantes restricciones sanitarias

Sabina Puértolas junto a varios integrantes del Coro de Ópera de Bilbao durante ‘Il turco in Italia', ayer en el Palacio Euskalduna de Bilbao.E.MORENO ESQUIBEL (E.MORENO ESQUIBEL)

Pongamos un Prosdócimo en nuestras vidas. Esa genial creación del libretista Felice Romani (a partir de un texto anterior de Caterino Mazzolà) para Il turco in Italia, de Gioachino Rossini. El poeta que escribe el dramma buffo al que estamos asistiendo mientras dialoga con sus protagonistas. Un personaje, metateatral y prepirandelliano, convertido en una especie de deus ex machina con el poder de resolver las tragedias e incertidumb...

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IL TURCO IN ITALIA

Música de Gioachino Rossini. Libreto de Felice Romani. Con Paolo Bordogna, Sabina Puértolas, Renato Girolami, David Alegret, Pietro Spagnoli, Marina Viotti y Moisés Marín. Coro de Ópera de Bilbao. Bilbao Orkestra Sinfonikoa. Dirección musical y clavicémbalo: Christophe Rousset. Dirección de escena: Emilio Sagi. 69ª Temporada de ABAO-OLBE. Palacio Euskalduna, hasta el 2 de noviembre.

Pongamos un Prosdócimo en nuestras vidas. Esa genial creación del libretista Felice Romani (a partir de un texto anterior de Caterino Mazzolà) para Il turco in Italia, de Gioachino Rossini. El poeta que escribe el dramma buffo al que estamos asistiendo mientras dialoga con sus protagonistas. Un personaje, metateatral y prepirandelliano, convertido en una especie de deus ex machina con el poder de resolver las tragedias e incertidumbres de la trama y conducirla hacia un final feliz. Anoche, en Bilbao, todos terminamos contentos y risueños. Los cantantes posaron junto al famoso retrato de Rossini de Constance Mayer frente a un photocall de globos con forma de corazón. Y los seiscientos asistentes al Palacio Euskalduna tuvimos el privilegio de volver a disfrutar de una ópera en directo en medio de una pandemia.

La Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) ha hecho un inmenso esfuerzo para poner en marcha su 69ª temporada en medio de tremendas restricciones sanitarias. Mascarillas obligatorias para todo el público, pero también para el director y algunos músicos de la orquesta junto a los integrantes del coro, asientos separados con distancia de seguridad, supresión del descanso y la necesidad de ajustar el espectáculo a una hora y media de duración. Pero, en el caso de Bilbao, las autoridades han incidido mucho en la limitación del aforo que, a partir del próximo sábado, tan sólo permitirá ocupar el 18,2% de la sala, es decir, 400 butacas. Ello ha obligado a ampliar el número de representaciones, con el fin de dar cabida a todos sus abonados, e incluso a disponer tres días con funciones dobles, con una hora entre ambas para la desinfección de la sala.

“Era esto o cancelar, por lo que hemos decidido aceptar el reto, ya que consideramos la ópera en Bilbao algo esencial”, reconocía Juan Carlos Matellanes, presidente de ABAO, a la salida del estreno de Il turco in Italia. En el programa de mano, que podía descargarse en PDF con el teléfono móvil por medio de un código QR, Matellanes firmaba el artículo La ópera debe volver donde daba las gracias a todos los implicados por hacer esto posible. “Mañana empezaremos a organizar el segundo título de la temporada, Alzira, que nos permitirá culminar el proyecto Tutto Verdi iniciado hace 15 años. Al menos, se trata de una de sus óperas más cortas, pues dura una hora y media”, concluía esperanzado.

Uno de los principales retos de esta producción de Il turco rossiniano era su compresión en menos de 90 minutos. Y especialmente si tenemos en cuenta que la ópera completa dura casi dos horas y media en la edición crítica de Margaret Bent para la Fondazione Rossini de Pesaro. Pero los cortes son moneda corriente en las óperas de Rossini. Recordemos que Il turco in Italia cayó en el olvido poco después de su estreno, en 1814. Y no se recuperó hasta 1950, en una versión severamente abreviada que protagonizó Maria Callas, cuya posterior grabación con Gianandrea Gavazzeni sigue siendo un hito fonográfico. La lógica de aquellos cortes residía en la perversión de subrayar lo buffo frente a lo serio. Y eso es precisamente lo que se ha evitado aquí, al mantener la única escena seria de la pareja buffa formada por Geronio y Fiorilla, el recitativo y aria “I vostri cenci... Squallida veste” (núm. 15), donde la joven testaruda, descarada y manipuladora se derrumba al verse repudiada por su marido. Rossini y Romani querían revitalizar, en Il turco in Italia, el dramma giocoso de Mozart y Da Ponte. Y, por esa razón, esta ópera está llena de guiños a Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte.

La versión pandémica bilbaína de la ópera de Rossini mantiene todos sus números y prácticamente los recitativos íntegros en las primeras tres cuartas partes del primer acto, desde la sinfonia inicial al quartetto “Siete turchi: non vi credo” (núm. 5). Tras ello, se salta al quintetto “Oh guardate che accidente!” (núm. 14), del segundo acto, con un breve arreglo de los recitativos para comprender los equívocos del baile de máscaras. Y la función termina con el referido núm. 15 junto a una versión acortada del finale secondo. Los cortes afectan drásticamente a la evolución de la trama y también a la comprensión de las dos intrigas que entreteje el poeta Prosdócimo: la del marido Geronio traicionado por su joven esposa Fiorilla y la del príncipe turco Selim engañado por su amante Zaida. Pero la selección de ABAO salva los números de los principales personajes junto a los conjuntos, pues Il turco in Italia es, ante todo, una ópera de conjuntos, tal como subraya Paolo Cascio en su excelente artículo en el programa de mano.

El director y clavecinista francés Christophe Rousset exhibió, desde la sinfonia inicial, sus galones como representante de la interpretación historicista. Optó por una lectura nítida y trepidante, al frente de una más que solvente Bilbao Orkestra Sinfonikoa, a pesar de algunos problemas de empaste por la distancia entre secciones y un leve borrón en el metal. Rousset contribuyó a dar fluidez a los recitativos acompañando él mismo a los cantantes desde el clavicémbalo. Pero también subrayó la variedad formal de esta ópera, donde Rossini rompe la dictadura del pezzo chiuso con otras secciones adicionales a cada cavatina. Lo comprobamos, en el núm. 3, al marcar el guiño mozartiano, tras la chispeante cavatina de Fiorilla, que representa la llegada del barco turco del príncipe Selim: el coro canta el tema de la estatua del Comendador, de Don Giovanni, y la orquesta lo acompaña evocando el terzettino “Soave sia il vento”, de Così fan tutte.

En esa cavatina “Non si da follia maggiore” destacó la brillante Fiorilla de Sabina Puértolas. Una lírico ligera de timbre ideal para el audaz personaje rossiniano que afronta con valentía y una línea de canto exquisitamente adornada. Por contra, Paolo Bordogna no dispone del empaque vocal que requiere Selim en el registro grave, tal como demostró en la cavatina “Bella Italia”. El otro triunfador de la noche fue el Prosdócimo del barítono Pietro Spagnoli, un complejo personaje que recita más que canta. Pero que, en el magistral terzetto “Un marito scimunito”, impuso su talla vocal frente al aceptable Geronio de Renato Girolami y el Narciso simplón de David Alegret. No obstante, lo mejor de la noche fueron los dos conjuntos del primer y segundo acto, el quartetto “Siete turchi: non vi credo” y el quintetto “Oh guardate che accidente!”, donde interviene la atractiva Zaida de Marina Viotti.

El Coro de Ópera de Bilbao tuvo una buena actuación, a pesar de cantar con mascarilla. Fue el único detalle relacionado con las restricciones sanitarias sobre el escenario del Euskalduna, pues se mantuvo la movilidad habitual. La dirección de Emilio Sagi, estrenada en Chile hace cinco años, ambienta la acción en un Nápoles moderno. Dispone de una atractiva escenografía de Daniel Bianco, ubicada en una plaza vecinal muy concurrida, con un bar y una parada de tranvía, junto a un colorista figurinismo de Pepa Ojanguren, tristemente fallecida en agosto pasado. Sagi trata de traducir sobre el escenario el dinamismo de la música de Rossini. Tiene aciertos interesantes, como la entrada en vespa de Fiorilla, junto a momentos deficientes, como la llegada del barco turco. Pero los cortes impiden una impresión precisa del conjunto de su propuesta, a pesar de añadir detalles nuevos para hacer comprensible la trama, como la aparición de Zaida para descubrir la presencia de Selim. Y sorprende que no se exploren las posibilidades metateatrales de un personaje como el poeta Prosdócimo, que bien podría redactar el feliz desenlace de esta pandemia.

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