La ‘invitada' al Prado resultó ser un invitado
Una historiadora del arte aporta pruebas de que una pintura atribuida a Concepción Mejía de Salvador es en realidad una obra de Adolfo Sánchez Megías. La pinacoteca la retira de una muestra sobre el papel de la mujer en la pintura del XIX
La obra, en sí misma, no tiene apenas relevancia pictórica. Fue al colocarla sola, en un estado de conservación deplorable, al principio del recorrido de Invitadas, la exposición dedicada a revisar la imagen que el arte oficial ha proyectado históricamente de la mujer, cuando el Prado la dotó de un nuevo y mucho más potente significado: la convirtió en metáfora del abandono al que se habían visto sometidas las creaciones femen...
La obra, en sí misma, no tiene apenas relevancia pictórica. Fue al colocarla sola, en un estado de conservación deplorable, al principio del recorrido de Invitadas, la exposición dedicada a revisar la imagen que el arte oficial ha proyectado históricamente de la mujer, cuando el Prado la dotó de un nuevo y mucho más potente significado: la convirtió en metáfora del abandono al que se habían visto sometidas las creaciones femeninas en el siglo XIX y principios del XX, la época a la que está consagrada la muestra. Solo había un pequeño inconveniente en ese postulado: Escena familiar, lienzo que se creía pintado entre 1890 y 1893 por la artista granadina Concepción Mejía de Salvador es en realidad una obra del almanseño Adolfo Sánchez Megías que lleva por título La marcha del soldado.
El crédito de la correcta atribución del lienzo no le corresponde al Prado sino a Concha Díaz Pascual, una funcionaria jubilada “abrumada” por la atención mediática a su descubrimiento que en su juventud estudió Historia del Arte, una pasión que nunca dejó del todo abandonada. “Pero en su momento no encontré trabajo y preparé una oposición, como tantos otros”, recuerda al teléfono. Hará unos siete años, tras el retiro, encontró por fin el tiempo para retomar su inquietud y montó un blog para plasmar los resultados de sus investigaciones: Cuaderno de Sofonisba, bautizado así por su interés inicial por la pintora renacentista italiana. “Habiendo estudiado Historia del Arte, me sorprendía que nadie me hubiera hablado de ella, cuando era más importante que cualquier pintor de la época. A partir de ahí viajé a lugares como Cremona y Sicilia para conocer su trayectoria”.
Tras empaparse de la vida y obra de Sofonisba Anguissola, a quien el Prado dedicó una reciente muestra, Díaz decidió bucear en las profundidades de los otros nombres de mujer que forman parte del acervo del museo. De esas indagaciones surgen las pruebas que ha aportado para atribuir el cuadro de Invitadas. Tan contundentes fueron sus argumentos que la institución no dudó en publicar este miércoles una rápida rectificación en sus redes sociales —algo que no ocurrió en otras instancias de adjudicaciones dudosas como la del Coloso de Goya— para acto seguido proceder a retirar la obra de la exposición, comisariada por el conservador de pintura del XIX Carlos G. Navarro, que en un tuit se declaró “absolutamente de acuerdo con la identificación” de Díaz.
Durante la presentación, este jueves, de la exposición Arte y mito. Los dioses del Prado, en Barcelona, el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, declaró vía streaming, a preguntas del periodista de EL PAÍS José Ángel Montañés, que la sonada equivocación demuestra que el leitmotiv de Invitadas plantea “un tema ignoto y de riesgo”, si bien reconoció abiertamente que se trata de un “error”. “Pero es un error menor, porque tanto Concepción Mejía de Salvador como Adolfo Sánchez Megías son artistas poco conocidos, sin una biografía hecha”, puntualiza Andrés Úbeda, jefe de conservación del Prado. “Además, la exposición propone un proyecto muy innovador: no creo que otro museo se haya embarcado en una aventura como esta, así que sabíamos que había cosas que podían salir mal”.
De las 134 obras que componían el recorrido (ahora 133, ya que no habrá recambio de la pieza retirada), solo dos se exhiben permanentemente en sala. Salvando los préstamos, el resto proceden de los almacenes del Prado, de donde muchas no habían salido jamás, algo que ha supuesto, como apuntó el director del museo, “un enorme esfuerzo de investigación” por su parte.
Fue la curiosidad, y una intuición de que algo fallaba en esa pintura, identificada con una artista granadina pero de características más propias de la escuela valenciana, la que levó a Díaz a querer saber un poco más al respecto. La obra llevaba la atribución “S. Megía”, pero no dio con ningún pintor (o pintora) cuyo nombre empezara por esa letra. “Por un golpe de suerte, encontré en un periódico una referencia a Sánchez Megías, que mencionaba un cuadro que coincidía en época y temática con este”, relata. La hemeroteca, cuenta, es casi siempre el mejor punto de partida. Ahí empezó a tirar del hilo hasta hallar una serie de evidencias —entre ellas, el cotejo de la firma— que el Prado percibió como perfectamente “solventes”, como así se lo ha hecho saber a la investigadora.
Por la “política de transparencia” que llevan “años” practicando, como apunta Úbeda, el museo creyó importante “reconocer el error e investigar qué había fallado”. No es la primera vez que rectifican gracias a informaciones procedentes de personal externo (“la mayoría de los expertos están fuera del Prado”, señala el conservador, que recalca el “orgullo” de que la ciudadanía invierta su tiempo y esfuerzos en ampliar el conocimiento de la institución). Tampoco es, de hecho, la primera contribución de Díaz a la pinacoteca. Ha descubierto, entre otras cuestiones, que una obra conservada a nombre de Emilio Carmona correspondía a Emilia Carmena. “Fue un hallazgo que me encantó, ya que pude incorporar una mujer a la lista de artistas del Prado, que son muy pocas”, presume la historiadora, feliz de colaborar con el museo, que ya tiene otro enfoque entre manos: el arte colonial filipino de finales del siglo XIX.