Las canciones en tránsito de Nakany Kanté

La artista guineana afincada en España edita ‘De Conakry a Barcelona’, su trayectoria vital

La cantante Nakany Kante posa en Barcelona a finales de septiembre. (Foto: JUAN BARBOSA)JUAN BARBOSA (EL PAÍS)

Casi cuatro mil kilómetros separan Conakry, la capital de la República de Guinea, de Barcelona. Hace algo más de una década Nakany Kanté (nacida hace 30 años en Siguiri, en el noroeste del país, cerca de la frontera con Malí) hizo ese trayecto y se instaló en Sabadell. Dejó Guinea por amor, pero vivió el renacimiento del que habla la escritora senegalesa Fatou Diome: “Partir es tener el valor de parirse a sí misma, pues nacer de sí misma es el más legítimo de los nacimientos”.

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Casi cuatro mil kilómetros separan Conakry, la capital de la República de Guinea, de Barcelona. Hace algo más de una década Nakany Kanté (nacida hace 30 años en Siguiri, en el noroeste del país, cerca de la frontera con Malí) hizo ese trayecto y se instaló en Sabadell. Dejó Guinea por amor, pero vivió el renacimiento del que habla la escritora senegalesa Fatou Diome: “Partir es tener el valor de parirse a sí misma, pues nacer de sí misma es el más legítimo de los nacimientos”.

Ahora, el disco De Conakry a Barcelona (Kasba Music), rememora esa travesía y algo más: la trayectoria vital de Kanté durante esta década. “El álbum refleja la realidad de mis últimos años. Un viaje personal y musical”, explica Nakany desde Barcelona. Y resume lo aprendido en todo ese tiempo: “A hacer canciones, a trabajar con músicos de aquí y de allí, y a crecer como persona y como artista”.

Músicos de aquí y de allá, dice. O sea, instrumentistas de Barcelona y de Conackry. En las dos ciudades se ha grabado el álbum, con producción de Javi Zarco, Fernando Redondo Dinky y la propia Nakani. En él las guitarras se enredan con la kora, los teclados, el balafón, las congas, la batería, el bajo, la calabaza… Sonoridades del sur y del norte para una apuesta cantada casi en su totalidad en malinké (un continuo dialectal de África occidental) que se abre a golpe de afrobeat (Fadensawo) y se cierra con aires de soukous (La paix).

¿Y en medio? “Lo importante en mis canciones es la música mandinga, con la que crecí y me desenvuelvo bien. Los demás estilos son juegos que nos aporta la gente que conocemos en el camino, cosas que nos encontramos y que nos gusta compartir. La música pop, por ejemplo". ¿Y el flamenco? La canción N’Mase muestra una atmósfera aflamencada. “Eso es porque Kerfala [se refiere al guitarrista Petit Kerfala Diabate, uno de los músicos que participan en el disco] adora el flamenco, pero no es algo intencionado. Aunque me gusta. Y en esa onda me encanta lo que hacen Rosario, Malú, Alejandro Sanz, Marinah…”.

El amor, la fiesta y las tradiciones forman parte de la narrativa de las canciones de De Conakry a Barcelona, pero los problemas de la mujer africana están muy presentes. “Espero aportar algo con mis canciones, tanto a los jóvenes, para que tengan esperanza, como a los mayores, para que aflojen un poco”. ¿Es posible el cambio en África? “No tengo una receta, pero hablando y cantando quizá podamos ayudar a la sociedad a evolucionar. La música tiene un poder infinito. Hay canciones que han cambiado el ritmo de la historia”.

Nakany editó su primer disco, Saramaya, en 2014, y dos años después publicó Naka. Fueron grabaciones que le abrieron escenarios. De Conakry a Barcelona es su apuesta más sólida, la que puede darle el empujón definitivo. “Para mí lo más destacado del álbum son las guitarras mandingas, que no tuve en los discos anteriores. Por lo demás, el mensaje es el mismo; sigo hablando de la mujer africana”.

El ejemplo de Malí

Pues ya que estamos: Nakany no oculta la influencia de artistas femeninas subsaharianas en su trabajo: desde sus compatriotas Djeli Kani Fanta Diabate, Diamounou Condé y Sira Condé, a la beninesa Angélique Kidjo, la marfilesa Fatoumata Diawara y la maliense Oumou Sangaré. Hay una diferencia de popularidad, fuera de África, entre las cantantes guineanas y las de otros países como Malí. “Malí cuida muy bien su cultura y trata bien a sus artistas. En Guinea hubo un tiempo de esplendor con Sékou Touré [presidente del país entre 1958, año de la independencia, hasta su muerte en 1984], pero después todo se paró. Esperemos que los nuevos Gobiernos cambien esa política”.

¿Y España? Parece que el entusiasmo general por los artistas africanos residentes aquí, ni siquiera por los procedentes de sus excolonias (Las Hijas del Sol, Maelé…), es discreto. Lo opuesto a Francia. “Imagino que al haber más africanos allí será más fácil montar una banda ideal. Pero España es mi segundo país y aquí desarrollo mi carrera. No puedo quejarme de los apoyos que he tenido. En este momento la realidad es complicada para todos. Cuando salí de Guinea no pensaba en ser artista y mira ahora… No me va tan mal, ¿no?”.

Cierra la charla mirando al futuro en este tiempo incierto. ¿Qué espera del nuevo disco? “Tengo confianza en que va a llevarme hasta donde nunca he llegado. Aunque hemos hecho giras por España, Guinea y algunos países de Europa, esperamos llegar a más público. Y construir puentes: Conakry-Barcelona; España-Guinea y África-Europa-mundo”.

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