Terence Conran, el hombre que enseñó a los británicos a amar el diseño
Fundador de Habitat, revolucionó el estilo y el mobiliario de la vida cotidiana
Diez años antes de que los Beatles pusieran música a la revolución del Reino Unido, Terence Conran comenzaba a mostrar a los británicos que la belleza se escondía en los placeres menores. El gran secreto del restaurante que abrió en Londres, The Soup Kitchen, en Covent Garden, era la máquina italiana Gaggia (la segunda en llegar a la metrópoli, según la leyenda), cuyos cafés expreso deleitaron a una clase media a la que Conran enseñó a comer, beber y vivir. “El diseño puede ayudar a mejorar la calidad de vida de todo el mu...
Diez años antes de que los Beatles pusieran música a la revolución del Reino Unido, Terence Conran comenzaba a mostrar a los británicos que la belleza se escondía en los placeres menores. El gran secreto del restaurante que abrió en Londres, The Soup Kitchen, en Covent Garden, era la máquina italiana Gaggia (la segunda en llegar a la metrópoli, según la leyenda), cuyos cafés expreso deleitaron a una clase media a la que Conran enseñó a comer, beber y vivir. “El diseño puede ayudar a mejorar la calidad de vida de todo el mundo”, aseguraba, mientras encendía uno de sus inseparables cigarros habanos, el empresario que más contribuyó con sus cadenas de tiendas y decenas de restaurantes a transformar el Reino Unido en un lugar menos gris y aburrido. Conran murió el sábado a los 88 años en su mansión a las afueras de Londres, según informó su familia.
Contaba cada vez que tenía ocasión cómo, durante su época de alumno de la Central School of Art and Design, daba largos paseos solitarios por los barrios londinenses para descubrir asombrado que, tras la ventana de cada hogar, existía el mismo escenario anodino con un sofá, una silla y un televisor.
El centro de la vanguardia
Conran se alió con una generación ansiosa por abandonar el tedio y las penurias de la posguerra que comenzaba a tener algo de dinero en el bolsillo para convertir Londres en el centro mundial de la vanguardia y el hedonismo. Era una alianza inevitable que Mary Quant, quien colaboró con su minifalda a desempolvar la rígida moral británica, encargara al diseñador que imaginara para ella una de sus primeras tiendas.
El secreto de muchas revoluciones del consumo consiste en descubrir al cliente que tiene una necesidad desconocida. Cansado de la cerrazón de los comercios tradicionales, incapaces de entender lo necesario que iba a ser el mobiliario que les proponía, Conran decidió montar su propia tienda. Habitat, cuya primera tienda se abrió en mayo de 1964 en el barrio londinense de Chelsea, animó a los británicos a diseñar “la república independiente de su casa” dos décadas antes de que Ikea desembarcara en la isla. Objetos que hoy forman parte del día a día y que siguen siendo iconos transformaron profundamente el sentido de la estética de millones de consumidores y les ayudaron a descubrir, por ejemplo, que la cocina podía convertirse en el santuario de una casa. Los botes de cristal para guardar espaguetis o macarrones, uno de los objetos más codiciados de aquella primera tienda, también podían ser bellos.
Habitat fue el inicio de una aventura empresarial que hizo a Conran multimillonario y que acabó transformándose en un emporio de compañías como British Home Stores, Mothercare o Heal’s.
Paradójicamente, el hombre que transformó el escenario de las principales calles comerciales británicas con sus propuestas de diseño fue un visionario dotado de escasa habilidad empresarial, una de esas personas que inventan el fuego pero son incapaces de mantener la llama viva, más preocupados por participar en el siguiente incendio. En la década de los noventa perdió el control de su compañía, pero para entonces ya se había embarcado en nuevos proyectos como The Conran Shop, o la renovación de zonas completas de Londres, como Shad Tames, donde se abrió en 1989 una de sus mayores contribuciones a la consolidación de la ciudad como punta de lanza de la vanguardia: el Museo del Diseño.
Conran fue homérico en el trabajo y en el amor. Atravesó cuatro matrimonios. El divorcio más sonado fue el de su tercera esposa, Caroline Herbert, en 1996. La fortuna familiar rondaba entonces los 90 millones de euros. La sentencia que fijó la indemnización compensatoria de Caroline supone la descripción perfecta de la percepción errónea que de sí mismo puede tener quien en vida se convierte en una leyenda: “Puede resultar difícil para alguien con un ego tan saludable, que ha alcanzado un éxito vertiginoso, echar la vista hacia abajo y distinguir otra contribución que la suya propia”, escribió el juez, después de otorgar más de 10 millones de euros a la exmujer.
También triunfó en el negocio de la restauración. Su auge llegó con el Nuevo Laborismo y la Cool Britania que impulsó el entonces primer ministro británico, Tony Blair. ¿Qué mejor modo podía tener Blair de impresionar al en esa fecha (era mayo de 1997) presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y a su esposa Hillary que llevarles a cenar al Le Pont de Tour, uno de los múltiples locales de Conran? Protagonista indiscutible de los Swinging Sixties, el diseñador fue el símbolo de una nueva era hasta el final de sus días.