Así empezó mi adicción

Un repaso personal a la temporada 1973-74 con los recuerdos de Mario Gas, uno de los protagonistas de aquel florecimiento teatral

Mario Gas, en 2019 el escenario del Teatro Español de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

Empecé a ver teatro muy pronto, pero mi primera mezcla de shock y adicción fue la versión de La boda de los pequeños burgueses, de Brecht, servida por Los Goliardos. Dividiré esta columna en dos partes, porque la temporada 1973-74 parecía tocada por la gracia escénica. De entrada conviene decir que esto sucedía antes del Lliure, del Grec 76 y del Salón Diana, y trato de juntar aquí varias reivindicaciones. La boda estaba dirigida por Ángel Facio, que la sirvió en clave de sainete salvaje. La devoré en el Capsa, que era el teatro barcelonés off por excelencia, pero la funci...

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Empecé a ver teatro muy pronto, pero mi primera mezcla de shock y adicción fue la versión de La boda de los pequeños burgueses, de Brecht, servida por Los Goliardos. Dividiré esta columna en dos partes, porque la temporada 1973-74 parecía tocada por la gracia escénica. De entrada conviene decir que esto sucedía antes del Lliure, del Grec 76 y del Salón Diana, y trato de juntar aquí varias reivindicaciones. La boda estaba dirigida por Ángel Facio, que la sirvió en clave de sainete salvaje. La devoré en el Capsa, que era el teatro barcelonés off por excelencia, pero la función llevaba varios años girando por el circuito independiente. No había visto yo cosa igual, con aquella gracia y aquella ferocidad: todo el mundo decía “no entiendo cómo la han dejado pasar” (sobre todo a pocas semanas del atentado contra Carrero).

Anteayer estuve charlando con Mario Gas, al que precisamente vi por primera vez en el Capsa interpretando al novio. “Hace más de cuarenta años. Si no recuerdo mal, éramos Pepa Valiente, Lali Salas, Félix Rotaeta, Camilo García y Mercedes Sanchiz, que era su pareja de entonces, Cristian Casares, Mercedes Guillamón, y Angelito Martínez. Sonaban canciones como Ay qué pena de Benavente, una joya que cantaba Juanito Valderrama durante el entierro, y al final saludábamos con aquella canción de "En tu noche de bodas que en tu cama haya colcha de seda”. Me cuenta también que la escenografía, muy sencilla y muy eficaz, era de Paco Nieva, y los muebles los habían diseñado ellos mismos. Yo recordaba que al final se despedazaban mesa, sillas y cama, y que todo se viniera abajo me clavó en el asiento.

Facio llamó a Mario en verano del 73 para decirle “me he quedado sin novio”, porque se había ido Santiago Ramos, “y así entré yo, encantado de la vida, en el Reina Victoria”. La gira 73-74 la montó Manolo Collado: había que tener coraje, en aquellos días ásperos, para juntar cuatro compañías independientes profesionales, me cuenta Mario, “donde estábamos Goliardos, el TEI, José Luis Gómez (que hacía programa doble: Informe para la Academia y El pupilo quiere ser tutor) y Bululú, de Malonda. Lo que hizo Collado pocos empresarios se hubieran atrevido a hacerlo. Y con éxito: giramos por toda España y a teatros llenos”. Uno de ellos fue el Capsa, donde la obra de Brecht también triunfó. Y donde no era menos valeroso que se jugara el dinero como empresario el actor Pau Garsaball, una de las estrellas del Romea. “Pasamos las Navidades del 73 en el Capsa”. Fue también cuando la vi yo: 16 añitos. Después de esa iluminación llega otra por partida doble: descubro al TEI, que presenta en el Poliorama, teatro “comercial”, Historia del zoo, de Edward Albee, y Oh papá, pobre papá, mamá te ha metido en el armario y a mí me da tanta pena, de Arthur Kopit, ambas dirigidas por William Layton, y protagonizadas por José Carlos Plaza y un actor que me dejó tarumba: Antonio Llopis. Se lo cuento la semana que viene.

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