Aquiles, un héroe clásico para una ópera ‘queer’

El Teatro Real rescata una partitura de Francesco Corselli que acentúa la alegre transgresión de géneros de la época barroca

Esculturas realizadas en los talleres del Teatro Real para la escenografía de 'Aquiles en Esciros'.

La trama de esta ópera bebe de la mitología griega: antes de convertirse en el guerrero viril que describen las leyendas, Aquiles vive oculto en una isla disfrazado de doncella y se enamora de su mejor amiga, cuyo prometido se encapricha a su vez de Aquiles. Si a esto se añade que Aquiles es un contratenor (con tesitura de soprano) y que el prometido de la amiga está interpretado por una mujer, el resultado es tan desinhibido que aún hoy sorprende. “Travestismo sexual, vocal, ambigüedad de géneros… ¿quién da más? Quizá tengamos que reconocer que la ópera inventó lo queer”, sugería este ...

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La trama de esta ópera bebe de la mitología griega: antes de convertirse en el guerrero viril que describen las leyendas, Aquiles vive oculto en una isla disfrazado de doncella y se enamora de su mejor amiga, cuyo prometido se encapricha a su vez de Aquiles. Si a esto se añade que Aquiles es un contratenor (con tesitura de soprano) y que el prometido de la amiga está interpretado por una mujer, el resultado es tan desinhibido que aún hoy sorprende. “Travestismo sexual, vocal, ambigüedad de géneros… ¿quién da más? Quizá tengamos que reconocer que la ópera inventó lo queer”, sugería este lunes la directora de escena Mariame Clément durante la presentación de Aquiles en Esciros, la nueva producción que el Teatro Real estrena la próxima semana, cuya propuesta acentúa expresamente esa vertiente queer.

Es el proyecto estrella del coliseo madrileño esta temporada, no solo porque incide en la despreocupada transgresión de géneros que imperó en los escenarios en la época barroca, sino también porque rescata una obra que no se había llevado a escena desde que Francesco Corselli la compuso en 1744 —sobre libreto previo de Pietro Metastasio— para celebrar la boda de María Teresa Rafaela de España con Luis de Francia, excepto unas representaciones aisladas en Dallas en 2018. Una producción que el Real ha asumido en solitario, dentro de su programa de recuperación del patrimonio lírico español, en complicidad con el Instituto Complutense de Ciencias Musicales y su director, Álvaro Torrente, que ha liderado la reconstrucción de la partitura y el libreto originales.

No se trata de una de esas óperas perdidas que de pronto alguien descubre entre archivos, pues tanto la partitura como el libreto permanecían bien resguardados en la Biblioteca Histórica Conde Duque de Madrid. Es más bien un olvido que tiene que ver con la identidad de su compositor, Francesco Corselli, italiano de nacimiento pero español de adopción, pues trabajó para la corte madrileña durante tres décadas, por lo que ni italianos ni españoles lo han considerado nunca patrimonio propio. “Tampoco es que hayamos decidido rescatarla solo por eso. Para meterse en un trabajo tan complejo como este tienen que concurrir dos factores: que la música sea buena y que la historia interese al público actual”, explicó Torrente.

En este caso, además, se añade un tercer factor. “La obra fue compuesta en un momento de transición muy importante, a mitad del siglo XVIII, durante el cual se estaban dejando atrás las formas barrocas para dar paso a la ópera seria. Es una época poco explorada y la recuperación de esta producción puede ayudar a rellenar algunas lagunas”, apuntó Ivor Bolton, que dirigirá a la Orquesta Barroca de Sevilla en esta obra. “Contiene el viaje en el tiempo de la ópera como forma de arte del XVII al XIX. Aquella libertad y aquel tratamiento desacomplejado de los temas sexuales característico del XVII cambia progresivamente a lo largo de la segunda mitad del XVIII y ya en el siglo XIX el resultado va a ser una codificación y una rigidez absoluta. Y esto también ocurre en la obra: mientras que la primera mitad es un juego de enredos, a medida que avanza se convierte en tragedia”, coincide Clément.

El punto de inflexión lo marca la aparición en escena de Ulises, que irrumpe en la idílica vida de Aquiles para desenmascararlo y exigirle que se sume a la batalla por Troya. En ese momento la obra deja de ser un divertimento para adoptar un carácter de ópera seria: el héroe se debate entre una vida corta con gloria o una larga sin ella. “Es el conflicto filosófico que desarrolla Javier Gomá en su ensayo Aquiles en el gineceo: la tendencia de cada ente individual a perseverar en su propio ser o la decisión de integrarse en la polis”, reflexiona Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.

Matabosch subrayó ayer la importancia de este proyecto para el Real, que ha asumido incluso la realización de las enormes esculturas que forman parte de la escenografía diseñada por Julia Hansen, responsable también de los figurines. La puesta en escena ideada por Clément “transcurre en una gruta que evoca un jardín rococó y a la vez un espacio claustrofóbico de donde no se puede escapar, como la isla donde se desarrolla la trama, pero también el vientre curvilíneo de una madre [Aquiles está ahí porque su madre quiso protegerlo de la guerra] y en general el universo femenino”, resume la directora.


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