La búsqueda de la belleza, según Rudolf Gerstenmaier

El coleccionista alemán exhibe en el museo Cerralbo una selección de su escultura y artes decorativas

Madrid -
Hans Rudolf Gerstenmaier, en su casa de Madrid ante 'Retrato de Isabel Herraud de Fernández Corella' (1898), de Joaquín Sorolla.JAIME VILLANUEVA

Hans Rudolf Gerstenmaier (Hamburgo, 84 años), el coleccionista que decidió hacerse español desde su llegada a Madrid en 1962, ha mostrado parte de su colección de pintura, unas 115 obras, en numerosas ocasiones. Pero la colección que atesora en sus domicilios de Madrid y El Boalo, abarca también decenas de esculturas y de singulares piezas de artes decorativas que apenas han podido ser vistas por los aficionados al arte. Pie...

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Hans Rudolf Gerstenmaier (Hamburgo, 84 años), el coleccionista que decidió hacerse español desde su llegada a Madrid en 1962, ha mostrado parte de su colección de pintura, unas 115 obras, en numerosas ocasiones. Pero la colección que atesora en sus domicilios de Madrid y El Boalo, abarca también decenas de esculturas y de singulares piezas de artes decorativas que apenas han podido ser vistas por los aficionados al arte. Piezas escogidas de esta parte menos conocida de su colección, conforman la exposición La búsqueda de la belleza que hasta el 19 de enero se puede ver en el Museo Cerralbo de Madrid. El jueves por la noche, durante la inauguración de la muestra, Gerstenmaier aseguraba sentirse feliz por poder difundir esta parte de su colección. “Yo no quiero tener las cosas escondidas, no soy de esos coleccionistas que prefieren acumular en secreto. Esta colección es la ilusión de mi vida y quiero que se conozca”.

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Las historiadoras Carolina Naya y Elisa Ramiro, autoras del catálogo de artes decorativas de la colección Gerstenmaier han ejercido de comisarías de la exposición en colaboración con los especialistas del museo Cerralbo. La pintura no es el objeto de la muestra, pero son varios los lienzos que dan pie al discurso expositivo. El óleo La playa de Almería de noche (1882) de Darío Regoyos es la pieza escogida para iniciar el recorrido por una exposición en la que no hay orden cronológico sino saltos que tienen a la belleza como hilo conductor a través de esculturas, cerámica, sillas, baúles, objetos religiosos o joyas.

Dos bodegones florales de Gabriel de la Corte, que han llegado directamente de la exposición Balenciaga en el museo Thyssen cuelgan rodeados de media docena de platos realizados en Manises, Muel, Cataluña y Sevilla. Un colorido lienzo de Francisco Pradilla, Tarjetero de mi estudio (1916) tiene como vecinos varios escritorios, sillería y un baúl de origen mexicano. Confiesan las comisarias que en muchos casos las obras están clasificadas pero no documentadas porque el coleccionista las ha ido comprando, desde la década de los 70, en almonedas, subastas y anticuarios tanto en España como en el resto de Europa.

María Magdalena Penitente. Castilla (1560-1580).

Las esculturas ocupan una parte importante en la exposición. De diferentes tamaños, parece claro que algunas proceden de grandes conjuntos de los que, con el tiempo, han quedado desgajadas. El coleccionista señala como pieza favorita un San Jerónimo esculpido en madera, seguramente de mediados del siglo XVI que adquirió en una subasta. Otro de sus objetos preferidos es un cáliz barroco de plata obra de Juan de Astorga del que solo existen en el mundo tres ejemplares. Según apuntan las comisarias, los otros dos se exhiben en el Museo Victoria & Albert de Londres y en el Arqueológico Nacional, donde pagaron 100.000 euros en 2008 por su ejemplar. Gernstenmaier no recuerda lo que pagó por el suyo. Una tercera pieza que le emociona especialmente es La oración en el huerto de Getsemaní, un relieve en madera policromada de mediados del siglo XVI.

Alegoría de África. Malinas (Bélgica). Siglo XVII.

En torno a El camellero (hacia 1865), de Mariano Fortuny el diálogo gira en torno a piezas de pequeño tamaño como una escultura esmaltada de María Magdalena penitente que pudo servir de adorno en alguna pieza de mobiliario de un dormitorio femenino, según deduce la historiadora Carolina Naya. Un relicario de cristal adornado con piedras preciosas y un conjunto de placas de cofradía con cartillas de devoción, rematan el recorrido de la exposición.

Hans Rudolf Gerstenmaier contesta riendo que no echa de menos en su casa todas estas piezas porque sabe que volverán. No responde a la pregunta de si hay alguna donación en ciernes como la de los 11 cuadros que este verano realizó para el Museo del Prado. De momento y mientras lo piensa seguirá dando a conocer su colección. La próxima exposición será en el Museo Goya de Zaragoza, el próximo lunes 11 de noviembre con una selección de sus pinturas flamencas que se expondrán bajo el título de De Rubens a Van Dyck.

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