Los impresionistas españoles desembarcan en Moscú

Por primera vez podrá verse en Rusia una gran muestra con artistas como Sorolla, Casas, Regoyos o Zuloaga

'Pillos de Playa', de Joaquín Sorolla, es una de las obras de la exposición 'El Impresionismo y el arte español' en Moscú.Museo de Bellas Artes de Asturias

La corriente artística más popular de la historia del arte, el impresionismo, no lo fue tanto en Rusia ni en la Unión Soviética. Marginados por las autoridades, sus artistas nunca fueron muy conocidos o reconocidos. Hoy, irónicamente, el Museo del Impresionismo ruso se localiza en una antigua fábrica de golosinas bolchevique reformada. Una muestra sobre el arte y el impresionismo español acaba de desembarcar en ese centro. Por primera vez, se exhibe en Rusia una muestra de este tipo, con obras de Joaquín Sorolla, Ramón Cas...

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La corriente artística más popular de la historia del arte, el impresionismo, no lo fue tanto en Rusia ni en la Unión Soviética. Marginados por las autoridades, sus artistas nunca fueron muy conocidos o reconocidos. Hoy, irónicamente, el Museo del Impresionismo ruso se localiza en una antigua fábrica de golosinas bolchevique reformada. Una muestra sobre el arte y el impresionismo español acaba de desembarcar en ese centro. Por primera vez, se exhibe en Rusia una muestra de este tipo, con obras de Joaquín Sorolla, Ramón Casas o Ignacio Zuloaga.

Comisariada por el reputado historiador del arte Francesc Fontbona, la exposición —59 pinturas, esculturas y obras gráficas procedentes de 14 museos españoles y 14 colecciones privadas y dos piezas del Museo Pushkin de Moscú— se podrá observar en este centro moscovita, desde hoy jueves hasta 26 de enero.

Es la segunda vez que el museo expone una muestra dedicada a un país. Hace dos años, dedicó una exposición al impresionismo en Armenia, explica la coordinadora del proyecto, Maria Moroz, que apunta que el centro ruso busca dar a conocer este estilo.

Las redes, de Darío de Regoyos (1893).Archivo Juan San Nicolás.

La exhibición está enfocada en tres líneas, explica Fontbona: artistas que tuvieron relación con los impresionistas, impresionistas y creadores cuyas obras superan este movimiento, pero que no se explican sin él.

Un guardia municipal de tamaño natural en óleo sobre lienzo (1890) de Pedro Vidal de Solares, pertenece a esa primera línea. “Este barcelonés, no era impresionista, pero participó en algunas de las primeras exposiciones impresionistas de Paris y tenía mucha relación con sus autores. Es él quien aparece bailando en la obra ‘Moulin de la Galette’ de Renoir”, apunta Fontbona. Y Adolfo Guiard, Ignacio Zuloaga o el escultor Ricard Guinó. El comisario de la exposición explica que quiso iniciar ha muestra con dos pequeñas obras de Marià Fortuny, que murió en 1874, cuando los impresionistas desarrollaron su primera exposición conjunta en París. “Aunque no sabía que iba a existir un movimiento ya pintaba de manera similar”, señala el comisario, que ha llegado a Moscú para la inauguración de la muestra.

Se pueden ver también algunas piezas de Santiago Rusiñol y Ramón Casas, que se acercan al impresionismo de Degas. De Marià Pidelaserna o Pere Ysern, que se inspiran en el impresionismo más clásico de Monet, Sisley, Pissarro. Y obras de épocas más tardías, de Hermen Anglada-Camarasa (como Le paon blanc, 1904) o de Darío de Regollos, que ya ha superado el impresionismo con pinceladas muy pequeñas.

La exposición se ha diseñado específicamente para el espacio del museo moscovita, que tiene en su catálogo obras de pintores rusos de finales del siglo XIX y de principios del XX como Konstantín Korovin, Piotr Kontchalovski o Valentín Serov (uno de los más conocidos actualmente; autor de ‘Niña con melocotones’). Inaugurado en 2016, e impulsado por el oligarca y mecenas Borís Mintz, que invirtió unos 20 millones de euros y cedió parte de su colección personal, el Museo del Impresionismo ruso ocupa lo que antiguamente era la fábrica de chocolate Bolchevik. El histórico edificio fue reconstruido respetando las formas cilíndricas originales de lo que en su momento albergó un almacén de azúcar.

'Le paon blanc', de Anglada-Camarasa (1904).Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

Fueron muy escasos los artistas rusos que se identificaron como impresionistas. Incluso algunos que adoptaron las técnicas impresionistas rehuían asociarse con el movimiento —“París fue una sorpresa para mí… Los impresionistas… en ellos encontré todo por lo que a mí me regañaban en casa, en Moscú”, llegó a escribir Korovin tras una visita a Francia—. Tanto que el concepto ‘impresionismo ruso’ es algo controvertido. Aunque el impresionismo atrajo a muchos artistas rusos a principios del siglo XX, los bolcheviques, que introdujeron y promovieron el llamado realismo socialista en el arte, marginaron el impresionismo de las escuelas de pintura.

Fue solo en la década de 1960, con el deshielo de Nikita Jruschov cuando nació lo que podría considerarse una nueva ola de impresionismo ruso, cuando los artistas redescubrieron a viejos maestros. Ahora, ha explicado en alguna ocasión la directora de este museo moscovita, Yulia Petrova, el impresionismo es una de las formas de arte que más disfruta el público ruso.

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