Opinión

Hay mucho que decir: de todo tiene

El profesor y filósofo Nuccio Ordine escribe esta columna en el primer aniversario de los atentados en Barcelona

Nuccio Ordine, en la azotea de La Pedrera de Gaudí, en Barcelona.Joan Sánchez

Hay ciudades que visitamos y luego soñamos. Y hay ciudades que soñamos y luego visitamos. Mi primer encuentro con Barcelona fue en Diamante (en Calabria), cuando aún era adolescente. Estaba leyendo Don Quijote ese verano. Y el entusiasmo del hidalgo en su descripción de la ciudad me llevó a pensar en el relato entusiasta que le escuché a un amigo, joven licenciado, recién regresado de Cataluña. Las palabras de Cervantes, concis...

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Hay ciudades que visitamos y luego soñamos. Y hay ciudades que soñamos y luego visitamos. Mi primer encuentro con Barcelona fue en Diamante (en Calabria), cuando aún era adolescente. Estaba leyendo Don Quijote ese verano. Y el entusiasmo del hidalgo en su descripción de la ciudad me llevó a pensar en el relato entusiasta que le escuché a un amigo, joven licenciado, recién regresado de Cataluña. Las palabras de Cervantes, concisas (“enjutas”) y generosas como él, me habían dejado huella. Más tarde, las volví a encontrar, intactas, en mis viajes reales a Barcelona: "Archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única".

Así, durante mis frecuentes estancias, he tenido ocasión de captar en vivo la cortesía de la gente, la generosidad de los amigos —cuyas amistades no nacieron solo en el ámbito académico, sino también en el editorial y artístico—, la presencia constante de "extranjeros" —la Rambla es un Pentecostés de lenguas por el gran número de idiomas que allí se hablan—, el amor por la libertad —"los valientes" que se enfrentaron a la dictadura franquista— y la hospitalidad brindada a "los pobres" —mientras en Italia hace estragos una horrenda campaña de odio alentada por 'empresarios' del miedo—. Pero, por encima de todo, su belleza "única". Barcelona hechiza al visitante. Es un museo al aire libre en el que pueden encontrarse testimonios artísticos y arquitectónicos de distinta naturaleza: desde las ruinas romanas o góticas, hasta las más variadas expresiones de arte contemporáneo.

Y, sin embargo, Barcelona no se descubre solo a través de monumentos y palacios, mar y playas, lengua y literatura. Su historia puede leerse en los detalles de un barrio humilde, en las particularidades de una casa de la periferia. Una tipología de ciudad que Calvino describe maravillosamente en una de sus magníficas páginas de Las ciudades invisibles: "Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas". Es por eso que en el caso de Barcelona sirve la misma respuesta que la cabeza encantada le da a Don Quijote sobre la cueva de Montesinos: "hay mucho que decir: de todo tiene".

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