Encuentros en la última fase

El festival Sónar, que envía mensajes al espacio, permite toparse con gente muy curiosa aquí abajo

Ambiente en el Sónar de día este viernes.Albert Garcia

“Esto es para Rosalía, ¿no?”. El que preguntaba era un tipo que se tocaba con una corona de las que llevan los roscones de Reyes. Le contestó otro vestido con una indumentaria de camuflaje como para ir a cazar osos con arco en Alaska pero que llevaba del brazo a una nínfula con unos cuernecitos rojos y purpurina en las mejillas. Ahí estábamos todos, incluido lo que parecía un romulano el día de su boda, haciendo cola para el concierto indispensable. Estaba incluso el escritor Félix Riera, el único con americana. Hubo que perderse parte del concierto de Russell Haswell, la Bestia del Ruido, que...

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“Esto es para Rosalía, ¿no?”. El que preguntaba era un tipo que se tocaba con una corona de las que llevan los roscones de Reyes. Le contestó otro vestido con una indumentaria de camuflaje como para ir a cazar osos con arco en Alaska pero que llevaba del brazo a una nínfula con unos cuernecitos rojos y purpurina en las mejillas. Ahí estábamos todos, incluido lo que parecía un romulano el día de su boda, haciendo cola para el concierto indispensable. Estaba incluso el escritor Félix Riera, el único con americana. Hubo que perderse parte del concierto de Russell Haswell, la Bestia del Ruido, que llegó a caerse tras sus aparatos bajo la mirada estremecida del caballo disecado del SónarXS.

Entramos a lo de Rosalía en SónarHall. Los que llegaron después ya no porque la organización cerró el acceso, elis, elis. El éxito pareció sorprender a la propia empresa, y mira que era previsible. Una chica perdió el anillo y la multitud alrededor nos pusimos a buscarlo solidariamente por el suelo aunque entre tantos pies y cerveza derramada no hubiéramos encontrado ni el tesoro de los Nibelungos. Rosalía tremenda: hubo un momento en que emanaban de su flamenco electrificado más láseres que en la gran batalla de Jedis de El ataque de los clones, y olé.

Después de la masificación, era buena idea tomarse un descanso en el SónarCalling, donde se envía pacientemente (llegará en 2030) el mensaje del festival a la posible vida inteligente en la estrella de Luyten. En realidad no hace falta irse tan lejos. En el mismo festival es posible tener encuentros en la tercera fase y en algunos casos con individuos en la última fase.

Tras pasar por la estación Mir, tan invitadora, y cruzar la gran pradera artificial saltando por encima de varios grupos que comían fideos en la hierba, en el SónarDome había espéctáculo. En las pantallas nadaba una sepia y luego surgió en el escenario Sophie (born Samuel Long), que no sabes si es ostra o caracol ni a torso desnudo y que ofreció un estupendo show bailable que hubiera firmado la Madonna de Like a virgin. Inmaterial Girls somos todos.

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