Tremendismo en el cuarto de baño

Lo que quiere el director es fanfarronear, exasperar, epatar. Eso sí, con el más absoluto vacío

Imagen de 'Nunca estamos solos'.

El director checo Petr Vaclav es uno de esos directores que van a por todas desde el minuto uno. Nunca estamos solos, su sexto largometraje, no puede empezar más arriba: gritos, desolación, tensión desesperante y enfurecida, violencia no solo soterrada sino también explícita en su presentación de personajes, las vidas cruzadas del dolor alrededor de un prostíbulo de carretera. El tremendismo, esa peligrosa línea, está a un paso, allí donde el desconsuelo verdadero se convierte en simple vehículo para el espectáculo del drama.

Cuando, cerca del cuarto de hora de metraje, una de ...

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NUNCA ESTAMOS SOLOS

Dirección: Petr Vaclav.

Intérpretes: Karel Roden, Lenka Vlasáková, Miroslav Hanus, Zdenek Godla.

Género: drama. República Checa, 2016.

Duración: 105 minutos.

El director checo Petr Vaclav es uno de esos directores que van a por todas desde el minuto uno. Nunca estamos solos, su sexto largometraje, no puede empezar más arriba: gritos, desolación, tensión desesperante y enfurecida, violencia no solo soterrada sino también explícita en su presentación de personajes, las vidas cruzadas del dolor alrededor de un prostíbulo de carretera. El tremendismo, esa peligrosa línea, está a un paso, allí donde el desconsuelo verdadero se convierte en simple vehículo para el espectáculo del drama.

Cuando, cerca del cuarto de hora de metraje, una de sus criaturas, un enfermo terminal, se limpia el culo tras hacer sus necesidades en el baño, y decide mirar fijamente el zurullo que ha quedado pegado al papel, olerlo, y juguetear con él con sus dedos, pringándose sin remedio, con la cámara de Vaclav a apenas un palmo, ya lo hemos comprendido todo. Lo que quiere el director es fanfarronear, exasperar, epatar. Eso sí, con el más absoluto vacío.

En Nunca estamos solos hay ecos de la Primavera de Praga y de la invasión de la URSS, mezclados en una conversación con el terrorismo de Al Qaeda y el uso de símbolos musulmanes, sin que ambos parezcan tener mucho que ver. Simplemente porque sí. También se va alternando en su imagen el blanco y negro y el color, sin que se advierta un motivo narrativo o estético en los cambios de uno a otro. Simplemente porque sí. Y de este modo, entre interminables trayectos en coche sin mucho o nada que aportar, vamos soportando un simulacro de tragedia, disfrazada de agrio retrato contemporáneo de la desesperación vital.

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