La épica del modo de vida americano

Repleta de carisma y poderío en sus interpretaciones, la película acaba interiorizándose casi en materia social y política

En Hollywood siempre han sabido honrar a sus héroes con un modelo de película intachable con lo que siempre se ha vendido como el modo de vida americano. Con relatos alrededor del férreo retrato de grupo en acción, (casi) siempre exclusivamente masculino, anclado en la energía de los valores tradicionales del colectivo, de la comunidad, esa palabra tan repetida en los diálogos de novelas y películas estadounidenses y tan extraña aquí. Obras en el corazón de términos tan controvertidos por otros lares como decencia, solidaridad, unión, honestidad, trabajo, integración, inspiración, heroísmo. Im...

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En Hollywood siempre han sabido honrar a sus héroes con un modelo de película intachable con lo que siempre se ha vendido como el modo de vida americano. Con relatos alrededor del férreo retrato de grupo en acción, (casi) siempre exclusivamente masculino, anclado en la energía de los valores tradicionales del colectivo, de la comunidad, esa palabra tan repetida en los diálogos de novelas y películas estadounidenses y tan extraña aquí. Obras en el corazón de términos tan controvertidos por otros lares como decencia, solidaridad, unión, honestidad, trabajo, integración, inspiración, heroísmo. Imágenes comunales, verdaderas o falaces, qué más da, que lo mismo servían para ganar una batalla clave de la II Guerra Mundial, para ennoblecer un oficio directamente relacionado con el peligro, o para salvar al mundo de un meteorito capaz de destruir la Tierra.

HÉROES EN EL INFIERNO

Dirección: Joseph Kosinski.

Intérpretes: Josh Brolin, Miles Teller, Jennifer Connelly, Jeff Bridges.

Género: catástrofes. EE UU, 2017.

Duración: 134 minutos.

Directores contemporáneos como Michael Bay y, sobre todo, Peter Berg han forjado su carrera en este tipo de películas, y Joseph Kosinski se une a la familia, que de eso se trata, con Héroes en el infierno, homenaje a un grupo de extinción de incendios de una pequeña localidad estadounidense que pasó a la historia por motivos tan honorables como trágicos. Una película sobre la épica que, por extrañeza, posee puntuales diálogos cerca de lo cómico, pero que, repleta de carisma y poderío en sus interpretaciones, acaba interiorizándose casi en materia social y política.

Entre la camaradería del macho y un modelo de familia americana que no se antoja de ideal distinto del republicano, con esos tiempos muertos del héroe en los que uno igual se dedica a hacer flexiones mientras otro lee la Biblia, y esas barbacoas con esposas y niños felices (y anglosajones), donde el espectáculo lo pone un tipo que abre la chapa de una Budweiser con una motosierra, Héroes en el infierno se abre paso gracias a la fuerza de sus conflictos: el del protagonista, un exadicto a las drogas que ahora lo es a la adrenalina del peligro, a la manera del desactivador de bombas de En tierra hostil; y el de su personaje espejo, en el que el legado y la memoria se unen para abrazar el orgullo de la redención.

De este modo, a pesar de la espectacularidad de unos efectos especiales de impresión, la película se recuerda por su estampa de tradición americana, como una versión country de los cuadros de Norman Rockwell, en la que suena una canción de Steve Earle mientras la comunidad baila al son de la concordia.

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