Los hermanos Forman dan vida al Lejano Oeste

Los creadores checos, maestros del ilusionismo en el teatro, presentan en Madrid su espectáculo 'Deadtown'

Deadtown, de los hermanos Forman.Vídeo: Irena Vodákobá, Jana Lábrová, Josef Lepša

Los gemelos Petr y Matej Forman llevan años viajando por todo el mundo con tres camiones gigantes. Allí donde van construyen su propio teatro. Puede ser un retablo de marionetas, una carpa circense, una barraca llena de monstruos de feria. En el año 2000 incluso restauraron un viejo barco de transporte de carbón, el Mystery, para representar Las velas escarlatas, un montaje basado en un relato fantástico del escritor ruso Alexandre Grine. Todavía hoy esa nave sigue anclada en el río Moldava a su paso por Praga, su ciudad natal, c...

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Los gemelos Petr y Matej Forman llevan años viajando por todo el mundo con tres camiones gigantes. Allí donde van construyen su propio teatro. Puede ser un retablo de marionetas, una carpa circense, una barraca llena de monstruos de feria. En el año 2000 incluso restauraron un viejo barco de transporte de carbón, el Mystery, para representar Las velas escarlatas, un montaje basado en un relato fantástico del escritor ruso Alexandre Grine. Todavía hoy esa nave sigue anclada en el río Moldava a su paso por Praga, su ciudad natal, convertida en un escenario flotante permanente.

Esto se explica porque las obras de estos dos hermanos, famosos tanto por sus originales creaciones como por ser hijos del cineasta Milos Forman, no son espectáculos al uso: son auténticas experiencias de inmersión en realidades alucinantes, que parecen desafiar las leyes físicas, con trucos de ilusionismo y efectos ópticos asombrosos. Y lo más asombroso es que todo es artesanal, inventado por ellos. Por eso tardan años en concebir cada uno de sus trabajos.

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Para su última obra, Deadtown, que puede verse en las Naves Matadero de Madrid desde esta noche hasta el 28 de enero, han construido un saloon del Lejano Oeste americano: con su puerta batiente, su barra de licores, sus habitaciones en la primera planta y sus pistoleros de gatillo fácil. Pero que nadie se confunda: esto no es una obra que transcurre en el Oeste, sino la materialización de un wéstern mudo. Uno parece estar dentro de una película y hay que frotarse los ojos de vez en cuando para comprobar que no es así.

“Como niños naíf de una pequeña ciudad checa, nuestra imagen del salvaje Oeste se formó gracias a los westerns mudos. Creíamos que vivían en blanco y negro o con pequeñas sombras de color sepia. Y aunque con el tiempo hemos perdido esa inocencia, esa irrealidad sigue cercana a nuestra visión del teatro. Por eso esta nueva obra oscila entre el teatro y el cine mudo”, explican los Forman en el programa de mano.

Una familia de artistas

Petr y Matej Forman nacieron en Praga en 1964. Su madre era la actriz Vera Kresadlova, ya fallecida, y su padre es el conocido cineasta Milos Forman. En 1968, tras la invasión de Rusia, el padre decidió emigrar a Hollywood y dejó a los niños en Praga con la madre. Hace una década los hermanos colaboraron en una ópera dirigida por su padre, Un paseo bien pagado, que pudo verse en Valencia. Los gemelos también han presentado anteriormente en España sus espectáculos Obludárium, La barraca y Ópera barroca.

Anteayer, después de varios días reconstruyendo su saloon en las Naves Matadero, la compañía estaba lista para presentar Deadtown a la prensa madrileña. Petr Forman, director y actor, apareció en el escenario como si él mismo acabara de clavar los últimos tablones. Parecía el mismísimo padre de Pinocho. Humilde, fascinante, preocupado por explicar bien su trabajo. “Somos de la vieja escuela. Yo estudié Teatro de marionetas de Praga y mi hermano Bellas Artes —bromeó—. No obstante, en este nuevo espectáculo utilizamos por primera vez nuevas tecnologías para crear esa ilusión de película antigua”.

Durante la primera parte de la función es una sucesión de números tradicionales de magia, cabaret y circo. Hasta que llega la “magia de verdad”: los actores se mezclan con las marionetas, parecen atravesar paredes, meterse en las pantallas de proyección, galopar sobre montañas desiertas. “Hemos querido hacer también un homenaje a todas aquellas personas que buscaban nuevos caminos a principios del siglo XX o, soñando con cosas aparentemente imposibles, inventaron las primeras grabaciones sonoras o cinematográficas”, añadió el director. Así son ellos mismos: exploradores de la imaginación.

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