Crítica | Out of Context

La manta como símbolo y fetiche

El director belga Alain Platel presenta en los Teatros del Canal ‘Out of Context’, una pieza dedicada a Pina Bausch

Una escena de 'Out of Context', del director belga Alain Platel.Chris Van der Burght

Cuando Alain Platel estaba ya ensayando Out of Context, llegó la triste y sorpresiva noticia de la muerte de la coreógrafa Pina Bausch, probablemente la figura más influyente en el ámbito de la danza contemporánea de los últimos 30 o 40 años. Platel, aprovechando que el Escalda y el Lys pasan por Gante, le dedicó la pieza, con lo que queda cla...

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Cuando Alain Platel estaba ya ensayando Out of Context, llegó la triste y sorpresiva noticia de la muerte de la coreógrafa Pina Bausch, probablemente la figura más influyente en el ámbito de la danza contemporánea de los últimos 30 o 40 años. Platel, aprovechando que el Escalda y el Lys pasan por Gante, le dedicó la pieza, con lo que queda claro que no es una obra inspirada en Bausch, sino un homenaje sentimental del belga a la gran artista de Solingen; como también es muy evidente la impronta que la alemana dejó en él (que reconoce llegó a imitarla). La danza-teatro (o teatro-danza; se sigue polemizando sobre el aparentemente indistinto orden de los términos) se arma y construye sobre el imaginario Bausch, aunque no en exclusiva. La irradiación de una serie de técnicas teatrales de montaje y ambientación, la constante búsqueda interdisciplinar y la aceptación de elementos (y artistas) venidos de otras muy variadas disciplinas que no son en estricto la danza y el ballet, sientan las bases de comportamiento de al menos dos generaciones de creadores, mayormente rupturistas, que son en paridad los sucesores del bloque fundacional de la corriente.

Esto explica cómo Alain Platel, que fundó su grupo en 1984, se convierte en un “seguidor irregular” y hasta pintoresco de esa teatro-danza; él mismo, en un despliegue de honestidad que lo merita, no se reconoce como coreógrafo, sino como director escénico, como diseñador de la estructura y, en cualquier caso, compilador de los materiales sugeridos por los propios artistas en la sala de ensayos. Este método de fabricación del producto no es nuevo y ha llegado a un estadio que podemos calificar de “manierístico”. Es pertinente aclarar que en el caso de Bausch, la práctica provenía de una larga experiencia, evolutiva solución a su propio aparato creativo y su estilo. Si en ella hubo manierismo, fue tardío y asumido gallardamente.

Out of Context es menos agresiva que otras obras anteriores de Platel, y su ordenación resulta casi amable. Ocho personas (seis hombres y dos mujeres) surgen desde el patio de butacas, suben a escena, se despojan de sus ropas y quedan expuestos en el vestuario preferido del director, su indumentaria fetiche: gayumbos, bragas, sostenes. Luego, las escenas se suceden como suele ocurrir en esta manera espectacular (no se puede aquí hablar de estilo; el estilo es otra cosa), una yuxtaposición que se propulsa frase a frase, en el absurdo reinante y para lo que no hay otra justificación que la voluntad de su creador, su vara de medir, su tótem, su arbitrio.

Una escena de 'Out of Context', del director belga Alain Platel.Chris van der Burght

Creo recordar que fue Virgilio Sieni el primero de los grandes creadores actuales que usó ese recurso, dramático per se, que son las mantas (últimamente las ha sustituido el florentino por el papel isotérmico dorado de los primeros auxilios o de supervivencia). Un hombre o mujer descalzo con una manta echada por los hombros refiere siempre al emigrante que huye, a las pateras, al cruce furtivo de fronteras, a los campamentos de refugiados, al horror contemporáneo ante el que no podemos ponernos de perfil ni desentendernos. Pero ya Pina antes hizo uso de esa manta, incluso una vez para simbólicamente amortajar un cadáver; desprotección, abandono, crisis: dicho todo con poco. Eran otros tiempos. Quizás los muertos no han cambiado de sino pero sí de cantidad. La manta pasa de símbolo a nuevo fetiche. Hoy, en Platel, las mantas son todas iguales, de un tono rosa encantador, como respondiendo a nuevos estándares y a una sumisión estética.

Hay que preguntarse si se representa (y por qué) la parte más elusiva del horror. Irónico en su humor descarnado, críptico e insistente en ese brutal narcisismo a que somete a sus artistas, Platel se retroalimenta de una atmósfera trillada y un ritmo desigual. No hay un crescendo, sino una molicie con cimbreo de caderas y un tam-tam electrónico que daba al todo escénico un tono de trámite casi comercial. Sus seguidores aullaban de gusto, se los sentía identificados. Este conjunto y su líder gozan ya hoy día de una envidiable protección de políticos y gestores culturales, abundan en recursos, coproducciones de relumbrón y una nutrida tropa global. Él mismo reseña que sus comienzos fueron duros (que se lo cuenten a los creadores españoles), pero algo dice a las claras (y se respira) que eso ya no importa, que el éxito es el éxito. La obra, con las entradas ya agotadas, se representa hoy de nuevo en la sala verde.

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