Cyrano en las redes sociales

El director prefiere la amabilidad a la conciencia crítica, la huida del problema a la complejidad

Un fotograma de 'En lugar del sr. Stein'.

Las redes sociales están llenas de cyranos de Bérgerac y de christians de Neuvilette, clásicos imperecederos del escritor del siglo XIX Edmond Rostand. De mentirosos profesionales de la poesía y el encantamiento, de la certeza, la sabiduría y la elocuencia, ideales para Twitter, aunque detrás de un falso avatar impoluto se encuentre un tímido acomplejado, incapaz de mirar a los ojos a la persona amada. De mentirosos profesionales de la belleza, el músculo y el estilo, ideales para Instagram, pero en realidad lerdos cuentistas de la imagen y el colorismo, incapaces de labrar u...

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Las redes sociales están llenas de cyranos de Bérgerac y de christians de Neuvilette, clásicos imperecederos del escritor del siglo XIX Edmond Rostand. De mentirosos profesionales de la poesía y el encantamiento, de la certeza, la sabiduría y la elocuencia, ideales para Twitter, aunque detrás de un falso avatar impoluto se encuentre un tímido acomplejado, incapaz de mirar a los ojos a la persona amada. De mentirosos profesionales de la belleza, el músculo y el estilo, ideales para Instagram, pero en realidad lerdos cuentistas de la imagen y el colorismo, incapaces de labrar una frase con sujeto, verbo y predicado.

EN LUGAR DEL SR. STEIN

Dirección: Stéphane Robelin.

Intérpretes: Pierre Richard, Yaniss Lespert, Fanny Valette, Stéphanie Crayencourt.

Género: comedia/drama. Francia, 2017.

Duración: 100 minutos.

Por eso la idea de la película francesa En lugar del sr. Stein, una especie de revisión moderna de Cyrano de Bérgerac para la era de la tecnología, la mentira y las redes sociales, se antojaba de inmensas posibilidades morales y sociales, al reunir en un mismo perfil para las conexiones del flirteo a dos figuras contrapuestas: un anciano culto, inteligente y sensato, de cuerpo cansado pero espíritu aún rondador, y un joven soso e indolente, aunque dispuesto para la guerra del cuerpo a cuerpo. La pena es que el director, Stéphane Robelin, como ya le ocurría en su anterior y bastante más desgraciada película, ¿Y si vivimos todos juntos? (2011), prefiere la amabilidad a la conciencia crítica, la huida del problema a la complejidad, la fácil comedia a la verdadera trascendencia de la risa.

Hasta el momento de la cita cara a cara con la joven y conquistada Roxane, el amor por persona interpuesta es una realidad en las redes del encantamiento emocional, y hasta allí se dirige esta historia de Robelin con apenas cinco personajes. Sin embargo, tras una prometedora presentación de roles y situaciones, salvo un instante en el clímax final, en el que parece que por fin se va a salir de la abulia para introducir al espectador en el desconcierto del atrevimiento, la película se empeña en trufar de enredo sin demasiada gracia ni ritmo una serie de poderosas situaciones que, ligadas con el peso de la perspicacia, hubieran aspirado al impacto. A la conmoción del bochorno en la que demasiadas veces se convierte un intercambio de mensajes entre personas distintas y distantes.

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