TEATRO

Abuelos, padres e hijos comparten escenario

La Abadía acoge el último montaje de la compañía El pont flotant, una reflexión colectiva en torno a la educación

Un momento del taller, el pasado miércoles, del montaje de 'El hijo que quiero tener'.Carlos Rosillo

Abuelos, padres e hijos, tres generaciones unidas en un mismo escenario teatral. Juntos van recorriendo los tres espacios por los que transcurre la infancia, la escuela, el parque y la vivienda. De los profesores a los amigos en los columpios y de estos a la familia, el núcleo de donde surgen las dudas y las eternas preguntas. Son todas las que se hace la compañía valenciana El pont flotant en su espectáculo El hijo que quiere tener, que sube a la escena del Teatro de la Abadía del 1...

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Abuelos, padres e hijos, tres generaciones unidas en un mismo escenario teatral. Juntos van recorriendo los tres espacios por los que transcurre la infancia, la escuela, el parque y la vivienda. De los profesores a los amigos en los columpios y de estos a la familia, el núcleo de donde surgen las dudas y las eternas preguntas. Son todas las que se hace la compañía valenciana El pont flotant en su espectáculo El hijo que quiere tener, que sube a la escena del Teatro de la Abadía del 12 al 13 de julio y con el que cierra temporada el centro que dirige José Luis Gómez. Para analizar el papel de padres, abuelos e hijos en la educación y el proceso de aprendizaje, El hijo que quiero tener cuenta en el escenario con personas anónimas que han realizado un trabajo previo de creación colectiva en unos talleres junto a los componentes de esta compañía: Álex Cantó, Joan Collado, Jesús Muñoz y Pau Pons. “Es un juego, un encuentro, una reflexión en voz alta, un teatro basado en la relación con el público sus problemas y la sociedad de la que formamos parte”, asegura Joan Collado.

Esta pieza, como las anteriores de la compañía El pont flotant, creada en el año 2000, surge de la mirada hacia los problemas y situaciones que van surgiendo en el camino de estos cuatro miembros del colectivo. La primera se tituló Piedras y en ella indagaron en “Hemos vinculado todos nuestros espectáculos a una necesidad vital. El hijo que quiere tener surge de nuestra paternidad y de cómo en nuestras conversaciones fueron apareciendo los miedos, los conflictos, las diferentes manera de enfrentarnos a la educación. Pensamos que si eran temas que a nosotros nos provocaban, lo mismo pasaría con los espectadores”, explica Pons. Todas las facetas como hijos, como padres y como abuelos, en relación a la educación en cada momento de su vida, están representadas en esta dramaturgia. El juego y la reflexión sobre los límites a la hora de educar a un niño, las diferentes metodologías que cada uno y cada generación aplica van apareciendo a lo largo del espectáculo y oyendo voces que planten múltiples interrogaciones. ¿Cómo será mi hijo cuando sea padre?, ¿Qué padre hubiera querido tener mi propio hijo? ¿Qué abuelo querré ser yo? ¿Qué educación quiero dar yo a mi hijo? ¿El mismo que me dieron a mí?

17 adultos, padres y abuelos, y cinco niños son los que durante una semana han asistido voluntariamente a un taller de convivencia y creación de la pieza que se representará junto a tres actores de la compañía. En estos talleres se hacen juegos y ejercicios para recrear las escenas, estructuradas de antemano, pero que la llegada de estos nuevos intérpretes da lugar a espacios de libertad en la que cada uno va aportando sus propias frases y sus diferentes experiencias, así como sus miedos y energías. “No es un viaje muy alejado a lo que cada uno ha vivido a nivel personal”, advierte Pau Pons, “pero todo se enriquece de manera muy activa”.

La conclusión es que la educación no es tarea fácil y más en la sociedad en la que vivimos y está todo más en duda. Educar es difícil y todos somos responsables de ello, tengas hijos o no los tengas. Hay que ser consciente de lo implica educar y plantearse también las cosas a la hora de hacerlas. La educación no puede ser una carga, hay que encontrar un equilibrio para ser capaces de disfrutar con ello”, explica Pau Pons.

El final de la obra, que cambia de teatro en teatro dependiendo de los participantes en cada momento, es una explosión en el que todos, abuelos, padres, niños y actores, saltan emocionados en un charco lleno de agua.

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