El maldito dirigismo artístico

Última película de Andrzej Wajda, cronista cinematográfico de su Polonia natal, durante nada menos que siete décadas de insobornable trabajo

Boguslaw Linda, en el filme.

En épocas de dictadura, pero también en tiempos de revolución, a los políticos, a los gobernantes, e incluso a los simples aspirantes al poder, siempre les da por el dirigismo artístico. Es la tiranía del fondo, de la necesariedad, de la servidumbre a unos ideales. Y ahí los formalismos, la búsqueda de la libertad, de la transgresión y las ansias de nuevos caminos no caben.

Bien lo sabe Andrzej Wajda, cronista cinematográfico de su Polonia natal, durante nada menos que siete décadas de insobornable trabajo a pesar de las tentativas de injerencia. Y bien lo experimentó Wladislaw Strzemin...

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LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL ARTISTA: AFTERIMAGE

Dirección: Andrzej Wajda.

Intérpretes: Boguslaw Linda, Zofia Wichlacz, Aleksandra Justa, Bronislawa Zamachowska.

Género: drama. Polonia, 2017.

Duración: 98 minutos.

En épocas de dictadura, pero también en tiempos de revolución, a los políticos, a los gobernantes, e incluso a los simples aspirantes al poder, siempre les da por el dirigismo artístico. Es la tiranía del fondo, de la necesariedad, de la servidumbre a unos ideales. Y ahí los formalismos, la búsqueda de la libertad, de la transgresión y las ansias de nuevos caminos no caben.

Bien lo sabe Andrzej Wajda, cronista cinematográfico de su Polonia natal, durante nada menos que siete décadas de insobornable trabajo a pesar de las tentativas de injerencia. Y bien lo experimentó Wladislaw Strzeminski, protagonista de la película póstuma de Wajda (fallecido en octubre de 2016): Los últimos días del artista: Afterimage, homenaje cinematográfico a una actitud artística y a una posición vital, la del pintor de vanguardia, teórico del arte y profesor universitario al que su propio gobierno exterminó, dejándole sin alumnos, sin obra y hasta sin la posibilidad de comprar pinturas, en aras de un proyecto común degenerado en dictatorial.

Discípulo de Malevich, Strzeminski, al que precisamente estos días dedica una retrospectiva el Centro de Arte Reina Sofía, abogaba por un enfoque neoplasticista de la geometría y el color, pero háblale tú a los gerifaltes polacos de la época sobre la grandeza del lienzo en blanco, sobre la vertiente idealista, la teoría de la postimagen y el desarrollo de una conciencia visual, cuando lo que pretendían los hijos de Stalin era la imposición del realismo soviético. Y en ese dilema moral y artístico entra la película de Wajda, convencional en su estructura, análisis de personajes y forma, pero valiosísimo epílogo a una carrera fundamental en la historia del cine. Una película en la que personaje y autor vienen a ser lo mismo: el carismático artista que sabe inculcar ilusión y autonomía, grandeza y autenticidad, tanto en las ideas como en la práctica, en un tiempo acuciado por el extremismo.

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