Nacha Pop: tantas décimas de segundo

'No, no me olvido', de Sandra Bensadón, recopila imágenes de entre 1977 y 2008 que documentan el viaje musical de la banda

Nacha Pop en Las Matas (Madrid) en 1982.

“Supo ver la chispa antes de la detonación”: así juzga hoy Nacho García Vega el largo viaje de Sandra Bensadón a bordo de su cámara de fotos entre 1977 y 2008, pensando primero y disparando después —y seguro que viceversa— en lo que supone una de las mayores persecuciones de la historia del pop: una fan, una amiga, una fotógrafa persiguiendo primero a una pandilla de chavales, luego a unos músicos ilusionados, finalmente a unas estrellas. Sandra Bensadón persiguiendo en fotos a los Nacha Pop.

Tanto tiempo después, tantas ...

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“Supo ver la chispa antes de la detonación”: así juzga hoy Nacho García Vega el largo viaje de Sandra Bensadón a bordo de su cámara de fotos entre 1977 y 2008, pensando primero y disparando después —y seguro que viceversa— en lo que supone una de las mayores persecuciones de la historia del pop: una fan, una amiga, una fotógrafa persiguiendo primero a una pandilla de chavales, luego a unos músicos ilusionados, finalmente a unas estrellas. Sandra Bensadón persiguiendo en fotos a los Nacha Pop.

Tanto tiempo después, tantas luces y tantas sombras después, el viaje toma cuerpo en forma de libro, No, no me olvido (Chelsea Ediciones), título/confesión de la groupie que se convirtió en testigo de un tiempo: el del arranque de las ilusiones tras tanta oscuridad, primero; el de la Nueva Ola y la Movida, después; el de los éxitos, el de los fracasos; el de la vida y el de la muerte. 1977-2008: tantas décimas de segundo…

Antonio Vega, Nacho García Vega, Carlos Brooking, Ñete en aquel sótano de Serrano, primer local de ensayo gracias a la generosidad de la abuela rica de un amigo del Liceo Francés, aquellas sesiones promocionales, interminables y setenteras en Las Matas y Prado del Rey, los Nacha en el césped del Manzanares, los Nacha en Rock-Ola, y en El Sol, los primeros Nacha… el fulgor de las noches del Penta, el sudor de los últimos conciertos en Madrid. La chica de ayer estaba siempre ahí, persiguiendo la misión imposible que consiste en ver todo y no ser vista, en no molestar y a la vez captar la esencia, y para llegar a la esencia hay que trabajar, no solo saber ver, y queda claro que en No, no me olvido no solo hay pasión y visión… también mucho trabajo.

“Mi afición por la fotografía comenzó con ellos, paró con ellos y se reactivó con ellos”, confiesa la autora, subida en la montaña rusa de los Nacha, y ahí sigue.

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