Crítica | Los tres sin padre

Papá no volverá de sus negocios

Una ficción biográfica donde los intérpretes hablan en primera persona de la pérdida de sus progenitores

El padre, como referente cierto, y el vacío que su ausencia crea. En esta sincera ficción biográfica, Eugenio Gómez, Miguel Barderas y Patricia Benedicto, actores vinculados a los teatros Cuarta Pared y Pradillo, pasan revista a la relación que mantuvieron con sus progenitores: Gómez perdió al suyo el año pasado, cuando acababa de cumplir los 40; Barderas lo perdió con 13 años, y Benedicto, que no llegó a conocerlo, se pasó media infancia adjudicándole identidades hipotéticas.

Con humor y afabilidad, el trío (sobrevenido cuando Gómez, criado con sus abuelos, rogó a sus dos amigos que le...

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El padre, como referente cierto, y el vacío que su ausencia crea. En esta sincera ficción biográfica, Eugenio Gómez, Miguel Barderas y Patricia Benedicto, actores vinculados a los teatros Cuarta Pared y Pradillo, pasan revista a la relación que mantuvieron con sus progenitores: Gómez perdió al suyo el año pasado, cuando acababa de cumplir los 40; Barderas lo perdió con 13 años, y Benedicto, que no llegó a conocerlo, se pasó media infancia adjudicándole identidades hipotéticas.

LOS TRES SIN PADRE

Autores e intérpretes: Eugenio Gómez, Miguel Barderas y Patricia Benedicto. Luz: David de Diego. Escenografía: Marta Pueyo. Música original: Yago Santos. Madrid. Teatro del Arte, 27 de noviembre.

Con humor y afabilidad, el trío (sobrevenido cuando Gómez, criado con sus abuelos, rogó a sus dos amigos que le acompañaran a sacar un busto de la casa del padre recién fallecido) comparte con el público intimidades que interesa oír, por ciertas y porque alguna de ellas esconde enigmas que la desaparición de su protagonista convierte en irresolubles: por ejemplo, que el padre de Gómez, maestro vocacional, educara con fervor a sus alumnos y jugara tanto con ellos, pero jamás con su hijo. “Era candil de puerta ajena”, en palabras suyas.

Para crear un clima propicio, la función comienza escanciando alguna botella de vino entre el público, y prosigue mientras sus intérpretes cocinan un par de tortillas españolas, como la que el padre de uno de ellos solía preparar los domingos. Al final, las reparten entre todos, mientras compartimos con ellos opiniones y experiencias. Lástima que sea en el ambigú del Teatro del Arte y no en su acogedora sala (antiguo invernadero palaciego), como prolongación natural de la velada.

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