CRÍTICA | A MEDIA LUZ LOS TRES

La mirada del soltero

Fernando Soto le imprime un aire renovado a este vodevil, donde Miguel Mihura satiriza el matrimonio

El actor Javi Coll de 'A media Luz los tres', la comedia de Miguel MihuraTeatro Galileo/Grupo Smedia

“Lo único molesto del matrimonio, son los primeros 50 años que siguen a la luna de miel”, escribió Miguel Mihura en El seductor, pero bien podría haberlo dicho doce años antes por boca de Alfredo, protagonista de A media luz los tres, vodevil que marca el inicio de su carrera comercial. “Quería vivir del teatro, y no me interesaba ser un escritor de vanguardia. Entonces, cambié de estilo totalmente. Más claro, decidí prostituirme, y hacer un teatro que llegase al público”, explicaba sin ambages, en una entrevista de...

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“Lo único molesto del matrimonio, son los primeros 50 años que siguen a la luna de miel”, escribió Miguel Mihura en El seductor, pero bien podría haberlo dicho doce años antes por boca de Alfredo, protagonista de A media luz los tres, vodevil que marca el inicio de su carrera comercial. “Quería vivir del teatro, y no me interesaba ser un escritor de vanguardia. Entonces, cambié de estilo totalmente. Más claro, decidí prostituirme, y hacer un teatro que llegase al público”, explicaba sin ambages, en una entrevista de Emilio de Miguel.

A MEDIA LUZ LOS TRES

Autor: Miguel Mihura. Adaptación: Rubén Tejerina. Intérpretes: Fernando Cayo, Pepa Rus, Javi Coll. Músicos: Scott A. Singer, Andrea Szanek. Dirección: Fernando Soto. Madrid. Teatro Galileo, hasta el 31 de agosto.

Consiguió su propósito, sobradamente: sus comedias siguen nutriendo el fondo de armario del éxito seguro. No hemos cambiado tanto, pero, por si acaso, en esta versión actualizada, cuando Alfredo hace un comentario displicente sobre las mujeres, Fernando Cayo, su intérprete, se dirige al público y matiza con ironía: “Lo digo con respeto, ¿eh?”, como queriendo quitarle hierro a sus palabras. De cara al giro copernicano que su personaje pega durante el tercer acto, quizá no sería menos interesante dejarle que se exprese a sus anchas, aunque caiga antipático por ello.

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Fernando Soto, el director de escena, y Cayo, extreman el acoso sexual del protagonista a sus dos primeras visitas femeninas, encarnadas por Pepa Rus: lo que hacen los tres, va más allá de lo que el texto dice. Quizá durante la primera mitad, abusen de tal juego, pero en la segunda, parecen encontrar su punto justo a la farsa matrimonial. Rus y Javi Coll resuelven sus papeles con eficacia. Cayo, le saca brillo al suyo, y lleva el ritmo colectivo a compás.

Rubén Tejerina, el adaptador, pone al día las referencias de los años cincuenta, y entre todos le imprimen a la función un aire renovado, hasta donde se puede, con el expresivo acompañamiento musical en vivo de Scott A. Singer y Andrea Szanek.

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