Opinión

El humor de las tres naranjas

Rara vez un trío de actores está tan bien acordado como el de 'Páncreas'

Una parodia de las comedias negras y de suspense (como La venganza de don Mendo parodió en su día el drama romántico, el modernista y los dramas de honor) pero también de comedias como Arte o Nuestras mujeres, en la que tres amigos reunidos para echar la tarde acaban enzarzándose en discusiones graves y asomándose al peor de los abismos, sin perder el tono humorístico. Páncreas es una parodia también de los dramas en verso, un divertimento logrado (desde la idea hasta el texto de Patxo Telleria, ripioso pero de métrica variada) y coronado por una interpretac...

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Una parodia de las comedias negras y de suspense (como La venganza de don Mendo parodió en su día el drama romántico, el modernista y los dramas de honor) pero también de comedias como Arte o Nuestras mujeres, en la que tres amigos reunidos para echar la tarde acaban enzarzándose en discusiones graves y asomándose al peor de los abismos, sin perder el tono humorístico. Páncreas es una parodia también de los dramas en verso, un divertimento logrado (desde la idea hasta el texto de Patxo Telleria, ripioso pero de métrica variada) y coronado por una interpretación tan sembrada como homogénea: rara vez un trío de actores está tan bien acordado como lo están aquí Santiago Ramos (su voz, un bajo continuo), Alfonso Lara (su personaje tiene un aire de stradivarius extraviado) y Fernando Cayo (de viola de gamba, a la plancha).

No busquen más sustancia que la risa franca que a intervalos cuasi regulares provoca esta función, pautada por Juan Carlos Rubio, metrónomo en mano. La escenografía evocadora de José Luis Raymond, el vestuario de María Luisa Engel (entre Magritte y el grand-guignol psicológico) y la luz de José Manuel Guerra crean una atmósfera Diez negritos, perfecta para que esta fábula con cadáver a los postres corra como pestillo enjabonado hasta un final que, por haber sido anticipado sin ambages en los primeros compases, venimos paladeando desde entonces.

También el Centro Dramático Nacional, en su ciclo Escritos en la Escena, ha estrenado Rapsodia para un hombre alto, un drama con ocho finales aleatorios, donde Félix Estaire entrecruza el dilema personal del segundón de dos hermanos baloncestistas, jugadores en selecciones enfrentadas, y la partición, seguida de guerra, de dos repúblicas de la antigua Yugoslavia. Teatro físico, acerado y dialéctico, con una interpretación sin concesiones.

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