crítica | ISLA bonita

La simpatía de Colomo

Por el escenario, por los diálogos, por los subtextos y por los personajes, sería fácil emparentarla con Eric Rohmer

Fernando Colomo, en 'Isla bonita'.

En una secuencia de Isla bonita, vigésimo largometraje del veterano Fernando Colomo, dos personajes relacionados con la creación, e inspirados directamente en las personas que los interpretan, llegan a la siguiente conclusión: "La obra de un artista dice mucho sobre su autor". Una frase que podría resumir también el espíritu de la película: el cine de Colomo, en las buenas y en las menos buenas, siempre ha desprendido una sensación de simpatía y espontaneidad admirables. Aquí, en tiempos de crisis para la producción cinematográfica, para los grandes alardes, y en un regreso a la siste...

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En una secuencia de Isla bonita, vigésimo largometraje del veterano Fernando Colomo, dos personajes relacionados con la creación, e inspirados directamente en las personas que los interpretan, llegan a la siguiente conclusión: "La obra de un artista dice mucho sobre su autor". Una frase que podría resumir también el espíritu de la película: el cine de Colomo, en las buenas y en las menos buenas, siempre ha desprendido una sensación de simpatía y espontaneidad admirables. Aquí, en tiempos de crisis para la producción cinematográfica, para los grandes alardes, y en un regreso a la sistemática de La línea del cielo (1984), Colomo nos habla de la radical distancia entre lo que se pretende y lo que se consigue, entre lo que se piensa y lo que se hace, entre los deseos y los actos, en un mundo en el que todos dependemos de los demás: en lo laboral, en lo sentimental, en lo creativo, incluso en lo moral.

ISLA BONITA

Dirección: Fernando Colomo.

Intérpretes: Olivia Delcán, Fernando Colomo, Nuria Román, Miguel Ángel Furones.

Género: comedia. España, 2015.

Duración: 101 minutos.

Por el escenario, por los diálogos, por los subtextos y por los personajes (de varias generaciones), sería fácil emparentar Isla bonita con cierto cine de Eric Rohmer. Sin embargo, su metodología formal y su puesta en escena, básicas, desenvueltas, a veces un tanto toscas (los flash-backs de la noche de farra de los chicos), pero siempre sinceras, hacen pensar en el último cine de Woody Allen, apresurado, sencillo, trascendente, interesante, deshilvanado y magnífico. Interpretada en su mayoría por actores no profesionales que no son sino ellos mismos, la película está plagada de detalles, de reflexiones de gran observador que ya nada tiene que demostrar. Y de simpatía.

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