Opinión

San Sebastián: un triunfo de la libertad, un motivo para la reflexión

La vuelta de los toros a Illumbe exige un cambio de planes que evite su desaparición

El rey Juan Carlos (segundo por la derecha), acompañado por la infanta Elena y sus nietos Victoria Eugenia y Froilán, observa la faena de Alberto López Simón en San Sebastián el pasado jueves, 13 de agosto.Juan Herrero (EFE)

¡Qué bueno que la fiesta de los toros haya vuelto a San Sebastián, de donde nunca debió marcharse! ¡Qué pena que se marchara y haya retornado por una decisión política! Tiene toda la razón Sebastián Castella cuando afirma en su reciente carta al director que la fiesta de los toros no es de izquierda ni de derecha, sino del pueblo; vamos, como el cine o la música, e impensable sería que tal o cual partido decidiera poner fin al cinematógrafo o a los conciertos de la banda porque no van en el pr...

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¡Qué bueno que la fiesta de los toros haya vuelto a San Sebastián, de donde nunca debió marcharse! ¡Qué pena que se marchara y haya retornado por una decisión política! Tiene toda la razón Sebastián Castella cuando afirma en su reciente carta al director que la fiesta de los toros no es de izquierda ni de derecha, sino del pueblo; vamos, como el cine o la música, e impensable sería que tal o cual partido decidiera poner fin al cinematógrafo o a los conciertos de la banda porque no van en el programa electoral. Como si los gustos de la ciudadanía, su libertad como valor en sí mismo, aunque se trate de una opción minoritaria, pudiera ser regulada desde el poder.

¡Qué triste que a estas alturas, en plena democracia, haya que hablar de un triunfo de la libertad! Como habrá que hacerlo si algún día, en el presente siglo, el Tribunal Constitucional decide devolver la fiesta de los toros a los pocos aficionados que viven en Cataluña. Pocos, pero con todo el derecho al respeto que democráticamente se les ha hurtado.

En fin, que el hecho de que vuelvan a anunciarse festejos taurinos en San Sebastián es una magnífica noticia. Bueno es que sean los ciudadanos y no los políticos quienes decidan qué hacer con su libertad. Pero la lógica alegría desaparece como las burbujas de una gaseosa cuando se abre el telón y aparece desnuda la fiesta de los toros, con sus michelines, desconchones y pespuntes, aunque el escenario sea tan bello como la plaza cubierta de Illumbe. Y aunque sean muchos los que no quieran ver los despojos; o prefieran ocultarlos con un falso triunfalismo cuajado de palabras tan altisonantes como mentirosas y huecas.

Por si queda alguna duda, ahí va el órdago: la corrida inaugural fue un fracaso.

Primero, la plaza no se llenó. Mal empezamos. Y eso que el festejo llegaba precedido de una merecida publicidad. ¡Vaya sorpresón! Casi tres años esperando que vuelvan los toros, y resulta que ni en San Sebastián ni en los alrededores hay aficionados para cubrir los tendidos.

Segundo, la corrida de Torrestrella, mal presentada e impropia de una celebración tan esperada y sobresaliente.

Tercero, fracaso sin paliativos de Enrique Ponce y José María Manzanares, superficiales, anodinos, demasiado vistos e incapaces antes unos toros que, por su comportamiento, se salen del interés comercial de las figuras.

Cuarto, la televisión. Otro drama. La afición clama porque TVE retransmita corridas; enciende todos los televisores de la casa para que cuenten a la hora del recuento final, y resulta que el número de espectadores no llegó ni al millón. Que sí, que se duplicó la audiencia televisiva de esa franja horaria, pero pocos, muy pocos aficionados y curioso para lo que se esperaba.

Y quinto, lo mejor, la presencia de don Juan Carlos y parte de su familia; y las palabras del rey emérito en favor de la fiesta. Ya era hora de que algún representante del Estado echara un cable.

En una palabra, que la corrida interesó menos de lo deseable a los guipuzcoanos y turistas, y, sobre todo, no despertó ningún entusiasmo entre los que estábamos en el sofá.

¿Alguna figura de postín, ganadero de prestigio o reconocido empresario habrá hecho una reflexión en voz alta sobre lo acaecido? ¿Alguien cree que no lo merece?

Por cierto, la plaza de Illumbe no se llenó ningún día de feria. Viva la libertad. Pero si la fiesta de los toros no analiza fríamente lo ocurrido y busca antídotos eficaces, será la propia libertad la que acabe con ella. Y si no, al tiempo…

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