CRÍTICA | LÍO EN BROADWAY

Nostalgia de comedia loca

Después de 13 años, Peter Bogdanovich regresa por donde solía

Imogen Poots y Owen Wilson, en un fotograma de 'Lío en Broadway'.

Una frase de la maravillosa El pecado de Clunny Brown, "dar ardillas a las nueces", sirve a Lío en Broadway para enlazar a Ernst Lubitsch con el cine contemporáneo, previo paso por el principal impulsor del clasicismo en el cine moderno, Peter Bogdanovich. Un precioso homenaje que sirve para demostrar dos asuntos paradójicamente contradictorios: primero, que las screwball comedies, las buenas, son imperecederas; y segundo, que su público potencial, por desgracia, ya no existe salvo en la nostalgia.

Después de 13 años inactivo en la dirección de largometrajes d...

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Una frase de la maravillosa El pecado de Clunny Brown, "dar ardillas a las nueces", sirve a Lío en Broadway para enlazar a Ernst Lubitsch con el cine contemporáneo, previo paso por el principal impulsor del clasicismo en el cine moderno, Peter Bogdanovich. Un precioso homenaje que sirve para demostrar dos asuntos paradójicamente contradictorios: primero, que las screwball comedies, las buenas, son imperecederas; y segundo, que su público potencial, por desgracia, ya no existe salvo en la nostalgia.

LÍO EN BROADWAY

Dirección: Peter Bogdanovich.

Intérpretes: Imogen Poots, Owen Wilson, Rhys Ifans, Jennifer Aniston, Will Forte.

Género: comedia. EE UU, 2014.

Duración: 92 minutos

Después de 13 años inactivo en la dirección de largometrajes de ficción, Bogdanovich, el hombre que inició su carrera con cuatro inmensos éxitos consecutivos, y que comenzó a atrancarse precisamente con otro homenaje a Lubitsch, Por fin, el gran amor (1975), regresa con Lío en Broadway por donde solía, por la senda de las comedias locas de lucha de sexos, de la casualidad como encontronazo amoroso, de diálogos afilados, de puertas que se abren y se cierran, de esencia poco plausible. Pero corren nuevos tiempos. Producido por dos artistas de la última generación de renovadores del cine clásico, Wes Anderson y Noah Baumbach, el director de ¿Qué me pasa, doctor? (1972) y ¡Qué ruina de función! (1992) ha escrito y dirigido quizá su último hálito en la dirección, y lo ha hecho con el sentido intelectual de la comedia del pasado pero con la falta de brío del presente. Una pena, porque a su comedia, sin ser brillante, le chorrean las ideas. No lo han visto así en EE UU, donde la película se ha estrenado directamente en VOD. Ojalá aquí aún queden nostálgicos.

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