Crítica | La canción del mar

Magia eterna

Tomm Moore confirma que es un autor de marcada identidad estética

Fotograma de 'La canción del mar'.

En El secreto del libro de Kells (2009), debut en la dirección de largos de Tomm Moore y Nora Twomey, se contaba la historia de la salvación de un manuscrito iluminado, haciendo uso de un preciso estilo de animación bidimensional que ignoraba las leyes de la perspectiva para sintonizar, de manera muy imaginativa, con los modos de representación medievales. Su trama, que apoyaba su tensión en la transmisión de la Cultura, tampoco era la materia habitual que suele explotar el cine de animación dominante. Ahora, Moore dirige en solitario otra gema única –La canción del mar- y co...

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En El secreto del libro de Kells (2009), debut en la dirección de largos de Tomm Moore y Nora Twomey, se contaba la historia de la salvación de un manuscrito iluminado, haciendo uso de un preciso estilo de animación bidimensional que ignoraba las leyes de la perspectiva para sintonizar, de manera muy imaginativa, con los modos de representación medievales. Su trama, que apoyaba su tensión en la transmisión de la Cultura, tampoco era la materia habitual que suele explotar el cine de animación dominante. Ahora, Moore dirige en solitario otra gema única –La canción del mar- y confirma que en él no sólo hay un autor de marcada identidad estética, con muy singulares intereses temáticos, sino también el más humilde y creativo foco de resistencia a la hegemonía estética de la animación Pixar.

LA CANCIÓN DEL MAR

Dirección: Tomm Moore.

Animación.

Género: fantasía.

Irlanda, 2014.

Duración: 94 minutos.

El folklore irlandés que rodea al mito de la selkie –la foca que puede adoptar aspecto humano, tema que ya exploró John Sayles en su sensible El secreto de la isla de las focas (1994)- sustenta en La canción del mar un maduro discurso sobre la necesidad de asumir el dolor. La película es, al mismo tiempo, aventura infantil y hábil trenzado de leyendas: un discurso intrincado que se encarna en una deslumbrante sucesión de imágenes con espíritu de ilustración de libro de cuentos en movimiento.

La estética de Moore tiene su fortaleza en el diseño de espacios y personajes: las sorpresas son constantes, pero en ningún momento se fuerza la sutil coherencia interna de este mundo de líneas que sobrexcitan la capacidad de interpretación formal del espectador, mientras luz y color crean armónicas corrientes de dinamismo en el plano. La capacidad del cineasta para encontrar una perfecta traducción visual a cada idea poética –el ermitaño cuyos pelos de barba y melena son historias mágicas, las tormentas encerradas en frascos en la guarida de la Bruja Búho- sublima esta historia presidida por un gigante petrificado en un océano de lágrimas.

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