Amar en tiempos revueltos

Un fotograma de 'La casa del tejado rojo'.

El estadounidense Todd Haynes, gran admirador de Douglas Sirk, se acercó a su cine con la magnífica Lejos del cielo (2002), remezcla que aunaba rendición formal y un novedoso complemento de fondo, con la que acabó componiendo la obra que el director de Obsesiónnunca pudo hacer, al abordar cuestiones tan peliagudas, y prohibidas por el código Hays, como la homosexualidad y una visión más explícita del adulterio y el sexo.

El veterano Yoji Yamada, que desde muy distintas órbitas también se ha acercado a los clásicos japoneses (Kurosawa en El ocaso del samurái, O...

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El estadounidense Todd Haynes, gran admirador de Douglas Sirk, se acercó a su cine con la magnífica Lejos del cielo (2002), remezcla que aunaba rendición formal y un novedoso complemento de fondo, con la que acabó componiendo la obra que el director de Obsesiónnunca pudo hacer, al abordar cuestiones tan peliagudas, y prohibidas por el código Hays, como la homosexualidad y una visión más explícita del adulterio y el sexo.

LA CASA DEL TEJADO ROJO

Dirección: Yoji Yamada.

Intérpretes: Takaku Matsu, Haru Huroki, Hidekata Yoshioka, Chieko Baisho.

Género: drama. Japón, 2014.

Duración: 137 minutos.

El veterano Yoji Yamada, que desde muy distintas órbitas también se ha acercado a los clásicos japoneses (Kurosawa en El ocaso del samurái, Ozu en Una familia de Tokio...), parece haber realizado en La casa del tejado rojo una operación creativa semejante a la de Haynes, al recorrer en retrospectiva la historia de una criada en el seno de una familia en los tiempos de las contiendas con China y los albores de la Segunda Guerra Mundial, aunque aderezándola de temas entonces inimaginables, como el adulterio femenino y el deseo lésbico. Una película que bien podría ser de Ozu por estilo y temática (cuántas obras del autor de Primavera tardía sobre la búsqueda de matrimonio), si no fuera porque Yamada no alcanza su maestría en el encuadre, la calma y el paso del tiempo a través de la quietud de los objetos. Con un extraño tratamiento del punto de vista, quizá más libertario que erróneo (la historia se cuenta con flashbacks relatados en las memorias de la protagonista, fallecida en la actualidad, pero con hechos que no pudo ver porque, en esencia, no estaba), la película es relativamente bonita y podría ser incluso bella si no dejara un extraño regusto a un Amar en tiempos revueltos japonés por su planicie en la puesta en escena.

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