CRÍTICA | LA HISTORIA DE MARIE HEURTIN

La luz sin verbo

Un fotograma de 'La historia de Marie Heurtin'.

La heroica gesta pedagógica de la monja Marguerite, de la orden de las Hijas de la Sabiduría, para dotar de herramientas de comunicación a la joven campesina ciega y sorda Marie Heurtin en un convento de la región de Ródano-Alpes a finales del siglo XIX centra el nuevo largometraje de Jean-Pierre Améris, de quien vimos hace cuatro años Tímidos anónimos (2010). Las dos películas sirven en bandeja la tentación de establecer una línea de parentesco: en ambos casos, los problemas de comunicación activan la trama, aunque las formas no puedan ser más distintas. Si allí Améris parecía recoge...

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La heroica gesta pedagógica de la monja Marguerite, de la orden de las Hijas de la Sabiduría, para dotar de herramientas de comunicación a la joven campesina ciega y sorda Marie Heurtin en un convento de la región de Ródano-Alpes a finales del siglo XIX centra el nuevo largometraje de Jean-Pierre Améris, de quien vimos hace cuatro años Tímidos anónimos (2010). Las dos películas sirven en bandeja la tentación de establecer una línea de parentesco: en ambos casos, los problemas de comunicación activan la trama, aunque las formas no puedan ser más distintas. Si allí Améris parecía recoger el testigo de un modelo de estilizada comedia posjeunetiana, aquí el cineasta parece elaborar su propio ejercicio de austero cine sacrohumanista, encontrando interesantes y elegantísimas soluciones visuales en su búsqueda de un lenguaje sensorial —un idioma de luz sin verbo— capaz de sugerir la percepción del mundo de su coprotagonista. No obstante, tanto en Tímidos anónimos como en La historia de Marie Heurtinlos resultados parecen estar más cerca del ejercicio de estilo que del discurso orgánico, de la mímesis superficial que de la verdadera convicción.

LA HISTORIA DE MARIE HEURTIN

Dirección: Jean-Pierre Améris.

Intérpretes: Isabelle Carré, Ariana Rivoire, Brigitte Catillon.

Género: drama. Francia, 2014.

Duración: 95 minutos.

No es una mala película, pero Améris se asemeja más a un publicista al que le han encargado reproducir una determinada textura que a un discípulo de lo que Schrader llamó el estilo trascendental.

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