Secuestro al espectador

El cineasta mexicano Kai Parlange presenta su ópera prima ‘Espacio interior’ Es una película claustrofóbica basada en la historia real de un rapto

El actor Kuno Becker, en un fotograma de 'Espacio interior'.

Hay una frase que cambió la vida de Kai Parlange. No es una exageración, él mismo lo cuenta en estos términos. De hecho, el cineasta (Ciudad de México, 1979) recuerda perfectamente el cómo y el cuándo. Una amiga le había insistido tanto en que le grabara su proyecto para la facultad de arquitectura que acabó aceptando. Y así terminó filmando al arquitecto Bosco Gutiérrez Cortina. Una vez entregado el proyecto, Gutiérrez abrió una botella de vino para celebrar y Parlange le agradeció que le hubiera narrado su recorrido. El arquit...

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Hay una frase que cambió la vida de Kai Parlange. No es una exageración, él mismo lo cuenta en estos términos. De hecho, el cineasta (Ciudad de México, 1979) recuerda perfectamente el cómo y el cuándo. Una amiga le había insistido tanto en que le grabara su proyecto para la facultad de arquitectura que acabó aceptando. Y así terminó filmando al arquitecto Bosco Gutiérrez Cortina. Una vez entregado el proyecto, Gutiérrez abrió una botella de vino para celebrar y Parlange le agradeció que le hubiera narrado su recorrido. El arquitecto se extrañó: “Te he contado lo profesional, no la historia de mi vida. ¿Tienes tiempo?”. Parlange asintió y escuchó a continuación el punto de inflexión de su existencia: “Estuve secuestrado nueves meses y me escapé”.

Sobre esa frase Parlange ha levantado su debut cinematográfico, Espacio interior, que se estrena hoy en España tras pasar por 30 festivales y cosechar una buena taquilla en México —ambos países coprodujeron el largo—. Y eso que, incluso ante las palabras del arquitecto, el director reconoce que bufó, al menos por dentro. “Cuando alguien en México menciona un secuestro suele ser una historia muy dura. Pensé: ‘Se acabó la celebración", relata. Sin embargo, a medida que Gutiérrez hablaba, el cineasta olvidó la fiesta y entendió que el relato iba mucho más allá. Tanto como para aparcar los anuncios publicitarios que rodaba a la sazón y su ambición de llegar a filmar para las grandes marcas.

El director mexicano Kai Parlange.

“No era la historia de un secuestro sino la de un superviviente, de alguien que en una situación límite renace”, agrega Parlange. Y así es su película, basada en las vivencias de Bosco Gutiérrez y ambientada, salvo unas pocas secuencias, en un espacio de tres metros por 1.50. Allí un arquitecto es encerrado y vigilado, a la espera de que su familia pague el rescate. Mientras pasan los días, el protagonista lucha contra la alienación y por su sanidad mental, a golpes de dibujos, abdominales, mantras que se repite a sí mismo y su fe.

La fórmula recuerda en parte a Buried (Enterrado), de Rodrigo Cortés. Pero Parlange subraya que el filme se estrenó cuando habían terminado Espacio Interior y reconoce otra influencia, distinta: la película La escafandra y la mariposa, de Julian Schnabel. “Nuestro filme está contado desde un solo punto de vista, el del secuestrado, y era medular llevar al espectador a vivir los eventos en la piel del personaje: su angustia, su alegría, cuando está al borde de la locura…”, resume Parlange.

A juzgar por su tono entusiasta, el director parece encantado de seguir hablando del filme, pese a que lo estrenó en México hace ya dos años. Parlange asume sin embargo un tono más afligido cuando se le pregunta por los secuestros en su país: “Son el pan de cada día. La historia que contamos es de los noventa, cuando empezaban, y es peculiar tanto por su duración como por su desenlace feliz. Hoy suelen ser más rápidos y difícilmente acaban bien”. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística cuentan que en México hubo 105.682 secuestros en 2012 y el país fue líder mundial en este apartado el año pasado, según el ránking de la organización Control Risk.

Para ejemplo, baste con los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala. El alcalde de la ciudad y su mujer, supuestamente implicados y que habían huido, fueron detenidos pocas horas después de esta entrevista. Mientras, a Parlange le había dado tiempo a lamentar que tanta violencia ha acabado anestesiando a los mexicanos ante las malas noticias y a defender que la imposibilidad de fiarse de las autoridades es “lo más duro” del asunto.

Más agradable sin duda es el momento que vive el cine mexicano. Ahí también los números no paran de subir, pero el efecto es evidentemente distinto. Según el Instituto Mexicano de Cinematografía se produjeron casi 100 películas nacionales en 2013, respecto a las 14 de 2002. Aun así, Parlange relata las dificultades que encontró a la hora de buscar financiación, finalmente superadas gracias a la inversión de un empresario, a una compañía que aportó dos millones aprovechando un incentivo fiscal y al antícipo que le concedió la distribuidora española.

Pese a ello, el balance de Parlange sobre el cine mexicano es más que positivo: “Tenemos algunos de los mejores directores del planeta: Cuarón, Del Toro, Iñárritu, Escalante, Reygadas y Michel Franco. Me ilusiona poder pensar que soy parte de esta ola”. Eso sí, el cineasta no pierde de vista el siguiente desafío: “El reto es devolver al público mexicano a nuestro cine. Los filmes de Hollywood captan el mercado. Necesitamos reconstruir la confianza de los espectadores, hacer historias que conecten con ellos, generar negocio y así seguir haciendo más cine mexicano”. En su diagnóstico, Parlange alarma sobre el elitismo (“lo importante no es solo ganar premios en festivales, sino también generar taquilla”) y alaba todo género, empezando por las comedias comerciales, imprescindibles a su modo de ver para que se pueda hacer otro tipo de cine, más de autor.

Parlange cuenta con aportar pronto a esta ola positiva un segundo granito de arena. Prepara una película sobre un grupo de mujeres indígenas que lucha por mejorar sus condiciones y por la igualdad de género, “un problema que parece de hace siglos pero es actual hoy en México, España y muchos países más”. La historia se desarrolla dentro de comunidades zapatistas, un movimiento del que el cineasta opina que sus ideales son “extraordinarios” pero ha tenido contradicciones y necesita renovarse para “seguir luchando por los indígenas desde el flanco de la paz”. El filme se rodará en la primera mitad del año próximo, cuando el director tenga 35 años. Y eso que siempre creyó que no haría su primera película hasta los 40. Cosas de la vida. Y de las frases que la cambian.

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