La cuadrícula de la mente

Durante décadas, Claude Chabrol se dedicó a radiografiar a la burguesía francesa con espíritu crítico, conciencia moral y cuchillo maravillosamente malsano. Y a sus dilemas éticos solía añadirse una intriga criminal que nunca era lo esencial, pero que añadía un toque a veces casi bizarro a unas vidas escrupulosamente calculadas. Con dos películas, la interesante en principio, fallida al fin, Hace mucho que te quiero (2008), y esta Antes del frío invierno (2013) que hoy se estrena, más lograda, aunque con un epílogo, de nuevo, algo falsario, el también francés Phillippe Claude...

Durante décadas, Claude Chabrol se dedicó a radiografiar a la burguesía francesa con espíritu crítico, conciencia moral y cuchillo maravillosamente malsano. Y a sus dilemas éticos solía añadirse una intriga criminal que nunca era lo esencial, pero que añadía un toque a veces casi bizarro a unas vidas escrupulosamente calculadas. Con dos películas, la interesante en principio, fallida al fin, Hace mucho que te quiero (2008), y esta Antes del frío invierno (2013) que hoy se estrena, más lograda, aunque con un epílogo, de nuevo, algo falsario, el también francés Phillippe Claudel indaga en temas parecidos con semejante rabia hacia el burgués ilustrado, aunque sin ese ramalazo de humor negro que solía añadir Chabrol.

Claudel hace películas adultas para gente adulta que quiere recapacitar sobre temas adultos. Sin embargo, a veces se le notan, en el mal sentido, sus orígenes como escritor de novelas, con excesivos circunloquios a lo que se podría resolver con un par de imágenes, y sus carencias en la puesta en escena, que no pasa de funcional. A Antes del frío invierno sólo le falta un remate más ejemplar, menos verbalizado, en fin, más cinematográfico, pero su película tiene poso, inquietud, interés y conocimiento de la clase social. El cirujano que interpreta Daniel Auteuil es un hombre enfrentado a su propia cuadrícula, la de su mente, la de su existencia; un tipo acostumbrado a no hacer nada banal que no haya reflexionado antes, y a no reflexionar los pasos verdaderamente importantes de su vida. Un supuesto genio que quizá no sea más que un idiota. La frialdad, el aburrimiento, la escuadra y el cartabón de su casa de arquitecto moderno, y su devenir milimetrado, sin sobresaltos y sin emociones, van a encontrar en la inquietante belleza de Leïla Bekhti un antídoto que tiene mucho de moral.

Claudel indaga con rabia en el burgués ilustrado, como hacía Chabrol

Y ahí, como un Georges Simenon del nuevo milenio, Claudel aplica altura en las tramas secundarias y buena graduación de la información, hasta conseguir una película compleja y notable en la que, eso sí, acaban encontrando la redención demasiados personajes.