CRÍTICA | 'VIVA LA LIBERTÀ'

La demencia que ilusiona

'Viva la libertà' es esa soñada película política que, cierto día, alguien se atreverá a hacer y a producir en España

Fotograma de 'Viva la liberta', con Toni Servillo en el papel principal.

Y si un filósofo recién salido del psiquiátrico fuera la gran solución de la política y el pueblo italianos... La premisa, de puro demente, es un cañón: de fuerza emocional, de argumentación intelectual, de ilusionismo cómico. Y hasta esos tres territorios, tan distantes en apariencia, quizá tan cercanos en la realidad, ha llegado Roberto Andó en Viva la libertà, adaptación de su propia novela, en la que vuelve a jugar (y he ahí el único rescoldo algo manido de una, por otro lado, excelente película) con el recurso del mandatario caído en desgracia y al que su propio doble supera en c...

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Y si un filósofo recién salido del psiquiátrico fuera la gran solución de la política y el pueblo italianos... La premisa, de puro demente, es un cañón: de fuerza emocional, de argumentación intelectual, de ilusionismo cómico. Y hasta esos tres territorios, tan distantes en apariencia, quizá tan cercanos en la realidad, ha llegado Roberto Andó en Viva la libertà, adaptación de su propia novela, en la que vuelve a jugar (y he ahí el único rescoldo algo manido de una, por otro lado, excelente película) con el recurso del mandatario caído en desgracia y al que su propio doble supera en credibilidad, acierto y eficacia. Para colmo, Toni Servillo, eterno Jep Gambardella, por partida doble: como el apocado y servil político de partido, gris y criticado, y como su estrambótico hermano gemelo, brillante en su locura que no es sino cordura.

VIVA LA LIBERTÀ

Dirección: Roberto Andò.

Intérpretes: Toni Servillo, Valerio Mastandrea, Valeria Bruni Tedeschi, Michela Cescon.

Género: comedia. Italia, 2013.

Duración: 94 minutos

En formato de farsa, en la que se suceden los elementos burlescos aparentemente inverosímiles, pero en la que siempre se mantiene una maravillosa cuota de credibilidad, la película apela a la conciencia de la gente mientras denigra los habituales aparatos de partido, las luchas que poco tienen que ver con la ideología y sí mucho con el ego y el manejo de poder. Servillo vuelve a darse un festín interpretativo con dos papeles muy distintos, con los que consigue que, a los cinco minutos, hayamos olvidado a su Gambardella de La gran belleza, y, junto a él, el gran personaje tapado de la función: el admirable mano derecha del líder, verdadero artista del cuarilátero político, de las ideas y de la intelectualidad verdadera, que, por su falta de carisma y su físico anodino, está condenado a ser el segundo que no se ve, pero que maneja los hilos. Un juego en el que, aunque se intuye, es protagonista "la izquierda italiana", por mucho que solo se verbalice una vez.

Con un punto de partida semejante a Habemus Papam (Nanni Moretti, 2011), en el que el miedo escénico paraliza a un político (el Papa también lo es) hasta su huida literal, Viva la libertà es esa soñada película política que, cierto día, alguien se atreverá a hacer y a producir en España.

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