crítica de 'somos los miller'

Familia por elección

Aunque esté algo pasada de tiempo y en su último tercio se recule en su diatriba, el filme contiene un par de momentos deslumbrantes

Los cuatro miembros de la falsa familia de 'Somos los Miller'.

Las películas de Frank Capra y los cuadros de Norman Rockwell suelen conformar la imaginería del lado más amable del sueño americano. Familias luchadoras de estrictos, arraigados y honorables códigos de conducta, amparadas por los conceptos de propiedad privada e igualdad de oportunidades. Pero, ¿la familia nace o se hace? Un lugar, el del reverso tenebroso de la simbología del hogar de impoluta valla blanca, al que ha llegado Rawson Marshall Thurber en Somos los Miller, reivindicable comedia negra sobre la familia como hecho, como deber, como opción o como simple motivo para la sorna...

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Las películas de Frank Capra y los cuadros de Norman Rockwell suelen conformar la imaginería del lado más amable del sueño americano. Familias luchadoras de estrictos, arraigados y honorables códigos de conducta, amparadas por los conceptos de propiedad privada e igualdad de oportunidades. Pero, ¿la familia nace o se hace? Un lugar, el del reverso tenebroso de la simbología del hogar de impoluta valla blanca, al que ha llegado Rawson Marshall Thurber en Somos los Miller, reivindicable comedia negra sobre la familia como hecho, como deber, como opción o como simple motivo para la sorna, el cambio de roles y la provocación, a través del ninguneo del modo de vida estadounidense.

SOMOS LOS MILLER

Dirección: Rawson M. Thurber.

Intérpretes: Jason Sudeikis, Jennifer Aniston, Emma Roberts, Will Poulter, Ed Helms.

Género: comedia. EE UU, 2013.

Duración: 110 minutos.

La película, protagonizada por un casi cuarentón camello fumeta con síndrome de Peter Pan, una stripper que aún mantiene cuerpo pero ya no mente para seguir en el negocio (¡Jennifer Aniston mostrando sus poderes!), una mendiga adolescente con cuenta de móvil y un chaval de encefalograma plano, rompe estereotipos con una saludable reivindicación de la chanza soez como motivo de contraste frente a la falsa fachada de perfección familiar. Y aunque esté algo pasada de tiempo y, en su último tercio, como suele ocurrir, se recule en su diatriba, la película contiene un par de momentos casi deslumbrantes. Uno, con el incesto como precioso escupitajo contra la falsa moral de lo ultraconservador; y otro, con un salvaje gag de slapstick con bebé de por medio. Marshall Thurber y sus guionistas (uno de ellos formado, no por casualidad, en Matrimonio con hijos) componen así una tesis sobre la familia en la que se dan la mano el origen y el fin, lo clásico y lo moderno, el sosiego y la agitación, la familia y la antifamilia.

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