5 fotos

El gigante de hollín

La vida en el pequeño municipio de Aliaga (Teruel) entrañaba vagonetas llenas de carbón, plazas ennegrecidas por hollín y un humo denso visible desde varios kilómetros a la redonda.

Recibo de una entrega de carbón, que llegaba diariamente de varias minas turolenses. La central multiplicó una población de unos pocos centenares de habitantes hasta los 2.000. Alrededor del viejo casco de Aliaga brotaron dos barrios nuevos para alojar a los trabajadores, un cine, un economato, una fonda para los solteros y unas escuelas. El pueblo se disponía a vivir sus años de bonanza.
Fachada de la central térmica. En la sala de calderas de la mole vivían cinco monstruos con las entrañas ardiendo a temperaturas elevadísimas que se llevaron la vida de algún operario mientras limpiaba los restos de ceniza. La caldera más imponente medía como un edificio de siete plantas y quemaba ella sola lo mismo que las otras cuatro.Carlos Rosillo
El alcalde actual, Sergio Uche, del PAR, vio el complejo en plena actividad y participó en su desmantelamiento. Uche, hijo del pueblo, terminó así el ciclo que había empezado su abuelo, quien trabajó de encargado en la construcción de la central. Los edificios aledaños albergaban el taller y el almacén, y en lo alto del cerro se alzaban los tres chalés para los directivos de la central. “Duraron poco, porque las casas se les llenaban de hollín”, apunta Uche.Carlos Rosillo
Las veteranas manos de Ricardo Zaera —Tío Ricardo, le llaman en el pueblo—, que hoy empuñan un bastón, tienen una larga historia en común con el carbón. Primero trabajó en las minas y después en la central, es el exempleado de más edad del pueblo. Tiene 90 años. “Durante el horario de noche, no podías evitar echarte alguna que otra cabezada y entonces venía el encargado, que era alemán y hablaba poco español, debía de ser un enchufado de vete a saber quién, y nos decía: ‘¡No os sentéis, que os dormís!”.Carlos Rosillo
En los montes que rodean el edificio se levantan unas torretas. Eran parte de la estructura del teleférico que transportaba las vagonetas de carbón desde las minas directamente hasta el complejo de Aliaga. La central empezó a necesitar tanto alimento que hicieron falta más suministros de otras partes de la comarca, pero ya no fue posible traer el carbón por el aire, hubo que hacerlo por carretera, algo que elevó los costes de producción y que sería una de las causas del fin del gigante de Aliaga.Carlos Rosillo