crítica de 'inch'allah'

El conflicto irreparable

Lo peor es que entendemos el rencor. De unos y otros. Porque la lista de casos como el que muestra la película es interminable.

Evelyne Brochu, protagonista de 'Inch'Allah'.

Cada caso multiplica la problemática, y ya son muchos casos, muchos años. El conflicto entre Palestina e Israel parece un pozo sin fondo. ¿Sin solución? Según se desprende de la película canadiense Inch’allah, sí. No hay lugar para la esperanza. Como nos dice de manera simbólica su directora, Anaïs Barbeau-Lavalette, por mucho que golpeemos los muros, tras ellos solo hay más muros, odio, rencor.

Ambientada entre Ramala, Jerusalén y Tel Aviv, aunque rodada en su mayoría en Jordania gracias a un diseño de producción portentoso, la película tiene a la comunidad internacional como ...

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Cada caso multiplica la problemática, y ya son muchos casos, muchos años. El conflicto entre Palestina e Israel parece un pozo sin fondo. ¿Sin solución? Según se desprende de la película canadiense Inch’allah, sí. No hay lugar para la esperanza. Como nos dice de manera simbólica su directora, Anaïs Barbeau-Lavalette, por mucho que golpeemos los muros, tras ellos solo hay más muros, odio, rencor.

Ambientada entre Ramala, Jerusalén y Tel Aviv, aunque rodada en su mayoría en Jordania gracias a un diseño de producción portentoso, la película tiene a la comunidad internacional como su personaje central. Eso sí, personificado en una joven doctora canadiense que trabaja en un centro de salud para mujeres de un campo de refugiados de Cisjordania. Ella, como los que desde hace décadas pretenden arreglar la situación desde su órbita exterior, pone todo de su parte para estar con unos y otros, para tratar de entenderlos, para intentar unir sus manos. Pero el problema es abrumador. Inch’allah, de ciertos paralelismos con la magnífica Paradise now (Hany Abu-Assad, 2005), e incluso con su hermana canadiense Incendies (Denis Villeneuve, 2010), muestra también el proceso interior y exterior que puede mover a una persona a convertirse en algo muy distinto para ambos contendientes: en mártir para los palestinos, en terrorista para los israelíes. La cámara, ágil, nerviosa, casi siempre fija en los rostros, que todo lo cuentan, que todo lo dicen, filma una realidad acongojante, donde, además, la mujer figura un escalón por debajo en indefensión. Así, el punto de vista, que solo se abandona en la innecesaria toma desde dentro de la tanqueta en la escena del atropello, es el nuestro, el de los ajenos, el del espectador.

INCH’ALLAH

Dirección: Anaïs Barbeau-Lavalette.

Intérpretes: Evelyne Brochu, Sabrina Ouazani, Sivan Levy, Yousef Sweid, Hammoudeh Alkarmi.

Género: drama. Canadá, 2012.

Duración: 102 minutos.

Y lo peor es que entendemos el rencor. De unos y otros. Porque la lista de casos como el que muestra la película es interminable. Y aunque un pintalabios esté a punto de unir las almas de tres mujeres muy distintas, solo acaba uniendo sus bellezas. Enemigos irreconciliables, los contendientes solo se ponen de acuerdo en un aspecto: en la visión como símbolo de fuerza, de resistencia y de diligencia de Puyol (sí, Carles, “el mejor defensa del mundo”). El fútbol, tan universal como, desgraciadamente, lo es también el odio.

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