crítica de 'diaz, no limpiéis esta sangre'

‘Limoncello’ molotov

El director se limita a poner arquetipos en movimiento sobre la pista de baile del sensacionalismo

En el año 2007, el actor Stuart Townsend perdía la oportunidad de tantear nuevas formas para el cine político en su debut en la dirección: Batalla en Seattle (2007), crónica del acta bautismal del movimiento antiglobalización, que tuvo lugar el 30 de noviembre de 1999, cuando un grupo de activistas, al margen de las organizaciones de partidos, organizó su protesta por la celebración de la Ronda del Milenio de la Organización Mundial de Comercio en Seattle. Townsend prefería contar su historia sirviéndose de los mecanismos narrativos y estructurales del cine de catástrofes, neutralizan...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En el año 2007, el actor Stuart Townsend perdía la oportunidad de tantear nuevas formas para el cine político en su debut en la dirección: Batalla en Seattle (2007), crónica del acta bautismal del movimiento antiglobalización, que tuvo lugar el 30 de noviembre de 1999, cuando un grupo de activistas, al margen de las organizaciones de partidos, organizó su protesta por la celebración de la Ronda del Milenio de la Organización Mundial de Comercio en Seattle. Townsend prefería contar su historia sirviéndose de los mecanismos narrativos y estructurales del cine de catástrofes, neutralizando el poder ideológico del material que tenía entre manos. Al italiano Daniele Vicari le ha pasado algo parecido en Díaz, no limpiéis esta sangre, acercamiento sensacionalista, coral y lastrado por los trazos gruesos de la peor propaganda a la brutal represión policial que puntuó las protestas por la reunión del G-8 en Génova en 2001.

DÍAZ, NO LIMPIÉIS ESTA SANGRE

Dirección: Daniele Vicari.

Intérpretes: Claudio Santamaria, Jennifer Ulrich, Elio Germano, Davide Iacopini, Emilie de Preissac.

Género: drama. Italia, 2012.

Duración: 127 minutos.

Un cóctel molotov a punto de impactar en el asfalto proporciona el leitmotiv visual que pauta le película: las maneras de Vicari son tan poco sutiles como las de ese cóctel molotov, pero, también, mucho menos revolucionarias, porque, lejos de buscar o tantear lenguajes inéditos para flamantes activismos, el cineasta se limita a poner arquetipos en movimiento —el policía bueno, el periodista comprometido, los cuerpos represivos— sobre la pista de baile del sensacionalismo. La mirada fetichista sobre la tortura de una activista alemana deja clara, en el desenlace, la discutible moral de un conjunto convencido de que sus nobles fines excusarán sus groseros medios.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En