Jamones

La amnistía fiscal planificada por el ministro de Hacienda cada vez recuerda más a esa anécdota ya clásica del cine español de los cincuenta.

La amnistía fiscal planificada por el ministro de Hacienda cada vez recuerda más a esa anécdota ya clásica del cine español de los cincuenta. Se rodaba una escena nocturna en una venta de carretera, con una ristra de jamones colgados, y alguno de los extras hambrientos aprovechó el corte de luz para robar una de las piezas. El productor, alarmado ante el hurto, optó por una solución bienintencionada. “Vamos a apagar de nuevo la luz y así el que haya robado el jamón puede devolverlo a su lugar sin que nadie sepa quién ha sido”. Se apagó la luz y cuando se encendió de nuevo, en lugar de reaparec...

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La amnistía fiscal planificada por el ministro de Hacienda cada vez recuerda más a esa anécdota ya clásica del cine español de los cincuenta. Se rodaba una escena nocturna en una venta de carretera, con una ristra de jamones colgados, y alguno de los extras hambrientos aprovechó el corte de luz para robar una de las piezas. El productor, alarmado ante el hurto, optó por una solución bienintencionada. “Vamos a apagar de nuevo la luz y así el que haya robado el jamón puede devolverlo a su lugar sin que nadie sepa quién ha sido”. Se apagó la luz y cuando se encendió de nuevo, en lugar de reaparecer el jamón, lo que sucedió es que faltaban dos. Exactamente igual ha funcionado la amnistía fiscal.

El empleado de banca suizo Hervé Falciani responde, en cambio, a los patrones de un personaje de las mejores películas de suspense. Su peripecia tras hacerse con los nombres y números de cuenta de varios miles de defraudadores fiscales oscila entre el relato de espías y el comercio de información secreta. Aún sorprende que su detención se produjera en un control rutinario en el puerto de Barcelona, pero estamos educados en que no hay azar azaroso. A partir de ahí no es difícil establecer un vínculo entre el conocimiento de datos y nombres de evasores fiscales y la oferta de apagar la luz para que volvieran a aparecer los jamones.

Pero en lugar de un jamón faltan dos y para que al dinero evadido le pongamos nombre falta que Suiza colabore con la justicia española. Sería pieza fundamental para esclarecer la trama de expolio de dinero del Estado a través de concursos y actos públicos, ya que empezamos a sospechar que no llegaremos a conocer su relación con la financiación ilegal de un partido, entre otra cosa porque hemos tildado de pelea de jueces a lo que son dos líneas de investigación distintas. Al estallar la crisis en Chipre vemos hasta qué punto Europa está fracturada por sus flexibles interpretaciones bancarias y fiscales. Suiza, a quien algunos insisten en que copiemos, es un museo del jamón. Esta oportuna garganta profunda es un grito más para seguir, como en las mejores narraciones de intriga, el rastro del dinero.

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