El reencuentro de las estrellas amantes

Entre la naturaleza cántabra, cobra vida la leyenda japonesa del Tanabata, un canto a la naturaleza y a la cohesión social

La artista Isabel Romeo, la princesa tejedora, en un momento de la funciónUIMP

Suena una flauta shinobué, imitando los susurros del viento entre los árboles. Entra un tambor taiko y la narración musical adquiere ritmos de Kabuki. Dos amantes, separados por la Vía Láctea, solo pueden verse un día al año. Y mientras la música seduce al espectador, los amantes al fin se reencuentran.

Esa es la esencia del Tanabata, un festival de origen chino y convertido en una gran celebración veraniega en Japón, que ha cobrado vida anoche entre los árboles de La Magdalena, en Santander, como parte de las noches culturales de la Universidad Internacional ...

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Suena una flauta shinobué, imitando los susurros del viento entre los árboles. Entra un tambor taiko y la narración musical adquiere ritmos de Kabuki. Dos amantes, separados por la Vía Láctea, solo pueden verse un día al año. Y mientras la música seduce al espectador, los amantes al fin se reencuentran.

Esa es la esencia del Tanabata, un festival de origen chino y convertido en una gran celebración veraniega en Japón, que ha cobrado vida anoche entre los árboles de La Magdalena, en Santander, como parte de las noches culturales de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

La leyenda es un canto de la naturaleza y celebra los oficios manuales, artesanos y rurales. Como todo en Japón nada es al azar. Cada parte del decorado, los personajes, la música y la historia en sí es un homenaje a las sociedades agrícolas de antaño, al trabajo en equipo y a la cohesión social. Se celebra actualmente en China, Vietnam, Japón y Corea, según la artista Origlam, organizadora del evento.

Entre los árboles cuelgan tanzakus, piezas de papel donde se practicaba antiguamente la caligrafía, como un respeto a los instrumentos de escritura. Elaborados en cinco colores, que representan los cinco elementos básicos (agua, aire, fuego, madera y tierra), los tanzakus van en parejas. Son el ying y el yang, lo femenino y lo masculino, el equilibrio. También se ven redes y peces en papel ‘pinocho’(representando las sociedades pesqueras), grullas de origami, lámparas de papel y kirigamis en formas de hojas de Morera o Mon, el emblema de quienes trabajaban el papel y la seda. Los kirigamis, según la artista Origlam, eran el patrón de corte de los símbolos heráldicos con el que se estampaban las sedas.

Algunas obras de origami adornan el escenarioUIMP

La flauta, interpretada magistralmente por el vanguardista Julián Elvira, de la Sinfónica municipal de Madrid, es el pastor que va seduciendo a la princesa de la historia, interpretada por la artista Isabel Romeo, quien a cargo de los tambores, va marcando el ritmo de la historia, contada solo a través de la música.

El espectáculo consta de tres partes. Tras la introducción, se presentan los personajes, la princesa tejedora Orihime y el pastor Hikoboshi, para pasar a la interpretación del diálogo de los amantes y la ascensión de estos al cielo.

Los amantes de la leyenda, Orihime y Hikoboshi, representados en el cielo por las estrellas Vega y Altair (al Este y al Oeste de la Vía Láctea), fueron separados por el rey del cielo por no trabajar con ahínco y descuidar sus labores por su enamoramiento. Desde entonces la Vía Láctea los separa y solo se reúnen un día en verano.

El Tanabata marcaba en China el inicio de las cosechas y con ellas, el otoño. Inicialmente se celebraba anualmente el séptimo día del séptimo mes del año, según el calendario lunar. Con el tiempo, y al implantarse el calendario gregoriano, se celebra en varias fechas. La principal continúa siendo el siete de julio, aunque en algunos lugares se pasa al ocho de agosto, o a la fecha del inicio del cuarto creciente lunar (ya sea de julio o agosto). Los más puristas calculan el equivalente del 07/07 en el calendario actual para la celebración. En el cielo, forman parte del fenómeno astral denominado el triángulo estival.

Tras el crescendo musical de la ascensión de los amantes al cielo, la flauta de Elvira va seduciendo tanto a la princesa Orihime como al público. Isabel Romeo guía a los alumnos de la UIMP y al público asistente a cantar la canción tradicional japonesa Tanabata no uta. Las voces, al inicio un tanto tímidas, van tomando fuerzas. La dificultad se presenta en la falta de micrófonos y por momentos la voz de Romeo se pierde entre los tambores.

El público se anima y tras recitar un par de veces las estrofas, la actuación finaliza con el deseo de que los dos amantes se hayan podido reencontrar y que el otoño traiga buenos frutos.

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