Un bocata de Duchamp con mostaza

Brittany Powell ha cocinado unos suculentos sándwiches inspirados en algunas de las obras más icónicas del arte contemporáneo

Sándwich con sabor a Duchamp

¿A qué sabrá un bocadillo con salsa de Duchamp? La estadounidense Brittany Powell los ha cocinado y fotografiado, y desde aquí aún llega el olor a arte. Basados en obras del genio dadá, de Rothko, Hirst, O’Keeffe, Klimt… los suculentos emparedados forman parte de una propuesta mayor, en parte también gastronómica y en parte definitivamente desaconsejable de ingerir, llamada Los proyectos de baja dedicación (Low Commitment Projects): alternativamente cada lunes, ella y su excompañera de la facultad de Bellas Artes Tae Kita...

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¿A qué sabrá un bocadillo con salsa de Duchamp? La estadounidense Brittany Powell los ha cocinado y fotografiado, y desde aquí aún llega el olor a arte. Basados en obras del genio dadá, de Rothko, Hirst, O’Keeffe, Klimt… los suculentos emparedados forman parte de una propuesta mayor, en parte también gastronómica y en parte definitivamente desaconsejable de ingerir, llamada Los proyectos de baja dedicación (Low Commitment Projects): alternativamente cada lunes, ella y su excompañera de la facultad de Bellas Artes Tae Kitakata cuelgan en su web un proyecto que les haya acarreado poco tiempo, dinero y/o esfuerzo.

“Una buena parte de mi obra gira en torno a la comida”, cuenta esta oriunda de Oregón, criada en una “pequeña y conservadora ciudad por unos padres jipis”. La otra mitad del dúo, Kitakata, no es tan dada a matar el gusanillo a base de creatividad, pero también presenta un lunes sí y otro no sus originales propuestas. “Ella vive ahora en Hawái, y se nos ocurrió poner en marcha la web como medio para mantenernos en contacto”.

Para preparar su opípara propuesta, Powell cuenta que pasó algo más de una hora en el supermercado comprando productos. “Luego, cocinar y fotografiar los sándwiches me llevaría unas cinco horas”. Al principio, la misma idea de hacer del arte un bocata le pareció de broma: “Me imaginaba el emparedado de Rothko, con dos rectángulos distintos de queso sobre una capa de mostaza, y me daba la risa”. Fue al hablar con su marido cuando el concepto empezó a adquirir sustancia. “Le pregunté si creía que era una buena idea, y empezamos a hacer una lista de las obras que podía probar a imitar”. Por lo que salta a la vista, le salió un proyecto de lo más apetecible.

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