Ir al contenido

Lula: “Fuerzas extremistas fabrican mentiras para defender un modelo que perpetúa la degradación ambiental”

El presidente de Brasil abre la cumbre del clima en Belém, en la Amazonia, ante 53 líderes mundiales

El presidente Lula, flanqueado por el primer ministro Starmer (izquierda) y el príncipe Guillermo, este jueves en la apertura de la cumbre del clima en Belém. Foto: Adriano Machado (Reuters) | Vídeo: EPV

La Amazonia, más de seis millones de kilómetros cuadrados de selva tropical esenciales para regular la temperatura planetaria, es desde este jueves el epicentro del debate político y la negociación técnica sobre cómo afrontar la emergencia climática. El anfitrión, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, ha abierto en Belém, en la Amazonia, la cumbre de líderes previa a la cumbre climática de la ONU, la COP30, la de los negociadores. El veterano mandatario izquierdista ha hecho una defensa apasionada de la ciencia y de la urgencia de combatir el cambio climático y a los negacionistas “para evitar el colapso”. “Las fuerzas extremistas fabrican mentiras para defender un modelo que perpetúa la degradación ambiental”, ha proclamado ante 53 jefes de Estado y de Gobierno que han acudido a la ciudad amazónica.

Pero entre ellos no están los líderes de cuatro de los cinco principales responsables del calentamiento global. Estados Unidos, que se ha dado definitivamente de baja de la lucha contra el calentamiento global, ni siquiera ha enviado una representación a la cita de este jueves, mientras China, India y Rusia participan con un menor nivel, es decir, ni presidentes ni primeros ministros. La Unión Europea es la única del quinteto que ha acudido con una representación robusta, que incluye Friedrich Merz (Alemania), Emmanuel Macron (Francia) y Pedro Sánchez (España). A ellos se les une Keir Starmer (Reino Unido).

El boicot de Estados Unidos a la lucha contra el calentamiento marca el arranque de la cumbre amazónica. Dos de los presidentes progresistas que han acudido a arropar a Lula, los presidentes Gabriel Boric, de Chile, y Gustavo Petro, de Colombia, han criticado de manera explícita al presidente Trump y a los que niegan las evidencias científicas sobre el cambio climático. “Sin ir más lejos, el presidente de los Estados Unidos en la última Asamblea General de la ONU dijo que la crisis climática no existe”, ha recordado el mandatario chileno. “Y eso es mentira”, ha añadido contundente, destacando el riesgo que esa actitud entraña y reivindicando que los políticos se guíen por la ciencia.

Tras señalar que “el señor Trump está equivocado”, el colombiano Petro ha lanzado una alerta: “La ciencia anuncia el colapso si Estados Unidos no se mueve hacia la descarbonización de su propia economía. No es perforar, perforar, perforar, está 100% equivocado el presidente de Estados Unidos”.

Lula, un firme defensor del multilateralismo y del diálogo, ha lamentado que las mil urgencias de la coyuntura internacional desvíen atención y dinero de la vital batalla para que el planeta sea habitable. “El régimen climático no es ajeno a la lógica de suma cero que prevalece en el orden internacional. En un escenario de inseguridad y desconfianza mutua, los intereses egoístas inmediatos se imponen al bien común a largo plazo”. Arrancaba la reunión internacional en la Amazonia cuando la ONU ha publicado un informe que constata que 2023, 2024 y 2025 fueron los años más calurosos registrados.

Para el presidente brasileño, que buscará un cuarto mandato en 2026, acoger la cumbre del clima en la Amazonia es la culminación del regreso de Brasil a la primera fila de la escena internacional desde que derrotó a Jair Bolsonaro en las elecciones de 2022. Un camino que, en ese papel de puente entre Occidente y el Sur Global que tan a gusto ejerce, ha incluido acoger también sendas cumbres del G20 y de los BRICS. El izquierdista se ha esforzado por devolverle a su patria el brillo que tuvo en el exterior y enterrar los tiempos de Bolsonaro, cuando el país sudamericano acabó convertido en un paria y en villano ambiental.

Sin críticas directas a Trump, el primer ministro británico, Keir Starmer, ha ensalzado la ciencia como guía para la batalla contra el calentamiento global. También ha lamentado que el consenso alcanzado hace diez años por el Acuerdo de París, firmado en diciembre de 2015 en la capital francesa, haya saltado por los aires. Ha recordado que, entonces, las discrepancias se limitaban a la velocidad con la que había que actuar, mientras ahora la cuestión climática siembra la polarización.

Pero ha advertido el laborista Starmer de los graves riesgos que conllevaría dejarlo para más adelante. “La inacción llevará a alimentos más caros, a mayores flujos migratorios y a un aumento de las amenazas a la seguridad nacional”. Para Starmer, invertir en la transición energética mejorará la vida de los trabajadores contemporáneos y asegurará el futuro de las próximas generaciones. El príncipe Guillermo, también presente, ha advertido de que el planeta “está acercándose peligrosamente a un punto de inflexión crítico”.

El presidente brasileño se esforzó en invitar personalmente a decenas de líderes mundiales a venir a Belém, pero no ha logrado una presencia de la densidad deseada, reflejo de un momento de tensiones bélicas y guerras arancelarias en el que la ley del más fuerte se abre paso frente a la búsqueda de consensos multilaterales. “Necesitamos hojas de ruta para revertir de manera justa la deforestación, superar la dependencia de los combustibles fósiles y movilizar los recursos necesarios para lograrlo”, ha enfatizado el anfitrión.

Aunque Lula anhelaba conseguir la presencia de su homólogo chino, Xi Jiping, en Belém, Pekín ha decidido enviar al número tres, el viceprimer ministro, Ding Xuexiang. Este ha reiterado que “los países desarrollados deben liderar la reducción de emisiones y la financiación” de la transición. Pero también ha hecho referencia a la guerra arancelaria emprendida por el presidente estadounidense contra el resto del mundo y la ha vinculado a la transformación necesaria para frenar el calentamiento global. “Necesitamos eliminar las barreras comerciales que están lastrando la transición verde”, ha afirmado en referencia evidente a Washington. América Latina, en general, y Brasil, en particular, es uno de los grandes terrenos de la batalla comercial y el pulso estratégico que libran las dos superpotencias.

Ding Xuexiang también ha sacado pecho del plan climático que acaba de presentar ante la ONU y que, por primera vez, compromete a China a recortes concretos de sus gases de efecto invernadero.

La cúpula de los presidentes se celebra días antes de que, el lunes próximo, comience la COP30 de la ONU, las negociaciones técnicas entre delegaciones llegadas de casi todo el planeta. Por eso, Lula ha enfatizado que las palabras de los líderes “serán la brújula que guiará” a los negociadores de cada país hasta el 21, día de la clausura.

Adelantar la cumbre presidencial obedece a la necesidad de aliviar la presión sobre Belém, una ciudad de 1,3 millones de habitantes en la cuenca del Río Amazonas, con una red precaria de infraestructuras y servicios. Con el 60% de sus vecinos viviendo en favelas, ninguna otra capital estatal tiene tanta población en infraviviendas. Y buena parte no está conectada a la red de saneamiento.

Los carteles en los que el Gobierno del estado de Pará presume de obras para la COP reciben a los visitantes en el centro y la periferia de Belém, que sufre de un tráfico infernal. Han asfaltado numerosas calles, abierto carriles bici, nuevas vías -en ocasiones talando árboles maduros y reemplazándolos por mudas— y han estrenado autobuses con aire acondicionado. Este jueves al amanecer, a unos 24 grados, muchos vecinos usaban los carriles bici para hacer ejercicio. A las horas centrales del día, el calor es tan intenso que buena parte de la actividad se semiparaliza. Lo mismo ocurre con las lluvias torrenciales, como bien comprobó a su llegada la europea Von der Leyen.

Brasil se presenta en Belém como un país que lidera con el ejemplo. Lula y su ministra de Medio Ambiente y Cambios Climático, Marina Silva, presumen de llegar con los deberes hechos en materia de deforestación —ha caído un 50% en tres años―, el principal causante de los gases de efecto invernadero brasileños, y con la ambiciosa meta de eliminarla completamente para 2030.

Paradójicamente, las negociaciones climáticas se celebran en la capital de un Estado que en los últimos años ha liderado las tasas de tala ilegal. Pará, un Estado mayor que Francia, es una región donde miles de kilómetros cuadrados de vegetación ha sido cortados para abrir paso al ganado. Con la voluntad política y medios, este Gobierno ha conseguido frenar la acelerada pérdida de vegetación alentada por el discurso negacionista de Bolsonaro.

La propuesta estrella de Brasil para esta cita es un fondo de inversión con el que conseguir dinero para compensar a los países que conservan sus selvas tropicales. Con el Fondo Bosques Tropicales para Siempre (Tropical Forest Forever Facility o FTTT, por sus siglas en inglés), el Gobierno de Lula se apunta al capitalismo verde. El presidente izquierdista considera que es hora de poner fin a la era de las donaciones —porque suelen ser una fracción de lo anunciado y tardan en llegar— y enfilar la era de la inversión. El FTT, que operará el Banco Mundial, nace con el objetivo de remunerar con cuatro dólares por hectárea conservada a los países cuya vegetación absorbe enormes cantidades de gases de efecto invernadero en un servicio al resto del planeta.

Brasil recalca como innovación que es un instrumento impulsado conjuntamente por países con selvas tropicales y por países ricos. Además, el diseño del fondo prevé que el 20% del dinero vaya a indígenas y otras comunidades locales, es decir, a los que con sus modos de vida sostenible preservan la selva mejor que nadie.

Sobre la firma

Más información

Archivado En