Más de un tercio de las especies de árboles del planeta está en peligro de extinción
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza advierte de que la mayor pérdida se está produciendo en los bosques tropicales y en las islas
El 38% de las especies de árboles en el mundo está en peligro de extinción ―de 47.282 evaluadas (el 80% de las que se conocen), 16.425 están amenazadas―, y el problema es especialmente grave en las islas y en los bosques tropicales. Es la conclusión de la última revisión de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) tras incorporar a su Lista Roja la primera evaluación mundial del estado de conservación de los árboles. Los datos dibujan una imagen global muy preocupante y Grethel Aguilar, directora general de la UICN, advierte de que son elementos “esenciales para mantener la vida en la Tierra por su papel vital tanto en los ecosistemas como en la subsistencia de millones de personas que dependen de ellos”. La revisión se ha presentado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, COP16, que se celebra en Cali (Colombia). Se estima que en el mundo existen unas 60.000 especies de árboles.
Las islas aparecen como los espacios más vulnerables debido a que la deforestación por el desarrollo urbano y a la agricultura las afecta más que en los continentes. Su aislamiento juega en su contra, de forma que si se pierde una especie en alguna isla, su recuperación por la expansión natural de otras poblaciones iguales es más complicada al estar demasiado lejanas. Las plagas y las enfermedades se suman a la larga lista de males. Y el cambio climático emerge, una vez más, como uno de los factores más devastadores, especialmente en los trópicos por el aumento del nivel del mar y de las tormentas, que, además, son de mayor intensidad y frecuencia. El trabajo “permitirá tomar decisiones más informadas y medidas donde se necesiten”, señala Malin Rivers, coordinador de la evaluación mundial de árboles en el Botanic Gardens Conservation International.
En América del Sur, con la mayor diversidad de árboles del mundo, 3.356 de las 13.668 especies evaluadas están en riesgo de extinción. En Colombia, se han designado cinco nuevas áreas clave para la biodiversidad en las que crecen siete especies de magnolia consideradas como en peligro y en peligro crítico.
En España existen varios casos paradigmáticos, sobre todo en la flora canaria: el drago (Dracaena draco subsp), catalogado en peligro, o el aderno (Heberdenia excelsa) en la categoría de vulnerable. “En la península el mejor ejemplo sería el pinsapo (Abies pinsapo) también categorizado como en peligro y que cuenta con un plan de recuperación”, señala Miguel Ángel Nuevo, ingeniero técnico agrícola y especialista en la conservación de jardines. Otros árboles con una larga tradición en España como el castaño de Indias (Aesculus hippocastanum) tampoco lo están pasando bien.
La pérdida de especies, indica la UICN, provoca un efecto en cascada que afecta a miles de otras plantas, hongos y animales, debido al papel que los árboles cumplen en los ciclos del carbono, el agua y los nutrientes, la formación del suelo y la regulación del clima. Las aves son otras de las grandes perjudicadas por esta desaparición, porque más de dos tercios de las que están amenazadas en el mundo dependen de los bosques, señala la UICN. Y también hay muchas que son fundamentales para el hombre: más de 5.000 especies de la Lista Roja se utilizan como madera en la construcción y más de 2.000 se destinan a la producción de medicamentos, alimentos y combustibles.
Francisco Lloret, investigador del CREAF y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, señala aproximadamente el 75% del problema se encuentra en los bosques tropicales que sufren una deforestación crónica. “Aunque”, añade, “es necesario mirar más allá de la Amazonia, hacia Asia y África, unas de las regiones del mundo olvidadas, pero con uno de los mayores índices de deforestación en la actualidad”. En los bosques amazónicos la tasa de deforestación “se ha ralentizado a pesar de que sigue siendo muy alta, pero se advierte claramente que depende de los gobiernos que haya”, expone.
Sam Ross, analista del proyecto Empresas Sostenibles de ZLS, advierte de que existe una presión creciente para detener la pérdida de masa forestal de aquí a 2030, pero este año han descubierto que “la mayoría de las 100 empresas de madera tropical y celulosa más importantes del mundo solo han logrado progresos limitados en la divulgación de sus compromisos en material de trazabilidad y deforestación cero”.
“Estamos hablando de que se está perdiendo diversidad, no superficie arbolada, y es muy grave porque puedes tener una masa forestal que aumente, pero con pocas especies”, añade Lloret. Por ejemplo, los bosques templados ―propios de climas templados de Norteamérica y Europa― están creciendo, a pesar de los incendios. La superficie forestal de la Unión Europea, por ejemplo, ganó unos 11 millones de hectáreas entre 1990 y 2010 como consecuencia, de su expansión natural después del abandono de las actividades agropecuarias.
La UICN sostiene que para poner coto a estas extinciones es necesario proteger y restaurar los hábitats, además de abordar trabajos ex situ mediante bancos de semillas y colecciones en jardines botánicos. Ya se están llevando a cabo acciones de repoblación, pero los proyectos deben abordar múltiples variables, porque se puede caer en la tentación, como ya pasa, de plantar árboles como una solución sencilla para combatir el cambio climático. Pero no todo vale, advierte Jean-Christophe Vié, director general de la Fundación Franklinia, que ha financiado gran parte de la evaluación mundial de árboles. “En los proyectos de plantación se deberían diversificar las especies e incluir las que están amenazadas”, apunta.
Lloret corrobora esta visión. “Podemos plantar muchos ejemplares y en muchos sitios porque absorben CO2 [el principal gas de efecto invernadero], pero las reglas generales no funcionan en todos ellos, puede ocurrir que elijamos territorios en los que los ejemplares elegidos no pueden sobrevivir y estar usando agua necesaria para otras actividades; así estaríamos perdiendo el tiempo y los recursos”, remarca el científico.