Triplicar las energías renovables: la nueva cifra mágica en la lucha contra la crisis climática

Acelerar el paso en solar y en eólica es fundamental para mantener vivo el espíritu del Acuerdo de París y ocupa un lugar destacado en la cumbre del clima de Dubái, pero debe ir acompañado del freno en la exploración y producción de carbón, petróleo y gas

Las negociaciones de la cumbre del clima que se está celebrando en Dubái, la COP28, tienen dos cara bien definidas: la más dura (que se focaliza en cómo deben salir los combustibles fósiles del sistema energético mundial) y la más amable (que se centra en impulsar las energías renovables). Respecto al primero de los debates —la salida del carbón, el petróleo, el gas, principales responsables del cambio climático―, ...

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Las negociaciones de la cumbre del clima que se está celebrando en Dubái, la COP28, tienen dos cara bien definidas: la más dura (que se focaliza en cómo deben salir los combustibles fósiles del sistema energético mundial) y la más amable (que se centra en impulsar las energías renovables). Respecto al primero de los debates —la salida del carbón, el petróleo, el gas, principales responsables del cambio climático―, la tensión es máxima. No ocurre así con el impulso a las energías más limpias, que cuenta ya con el respaldo de un buen número de los casi 200 países que negocian en estas citas que ven cómo los flujos de inversión se desplazan hacia la fotovoltaica y eólica.

La presidencia de la COP28, que está en manos de Emiratos Árabes Unidos y la Agencia Internacional de la Energía (AIE), resaltaban este sábado precisamente el gran apoyo con el que cuenta una propuesta concreta: triplicar la potencia renovable en 2030. En los borradores que se manejan ya para el acuerdo final de esta conferencia aparece ese objetivo global, que se ha convertido en una de las cifras mágicas de la lucha contra el cambio climático.

En tiempos de malas noticias, empezar por lo positivo cobra sentido. El ritmo de adopción de las renovables, mucho más baratas —y más limpias— que cualquier otra alternativa energética, se está acelerando considerablemente en todo el mundo. Pero, especialmente en China, el país que más toneladas de dióxido de carbono libera cada día a la atmósfera, pero también uno de los que más está apostando por el sol y el viento (y, en mucha menor medida, por la hidráulica).

Pero, a pesar de los bajos precios y la boyante producción de paneles e inversores fotovoltaicos, la velocidad de implantación no es suficiente. Así lo documentaba, a mediados de noviembre, el prestigioso centro de estudios ambientalista Ember: según sus datos, el medio centenar largo de países analizados por sus técnicos —que consumen el 90% de la energía primaria mundial— tienen planes de duplicar la energía renovable de aquí a finales de la década. Quedarse aquí, sin embargo, sirve de poco en la pugna del objetivo último: evitar que el calentamiento global supere los 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales, como establece el Acuerdo de París. Hace falta dar un paso más y triplicarlo, pasando de los alrededor de 3.400 gigavatios (GW) que había instalados en 2022 a 11.000 a finales de esta década, como piden prácticamente todas las grandes voces en materia climática y energía.

Los países más poderosos del planeta ya respaldaron esta senda en la última cumbre del G20, celebrada en septiembre en Nueva Delhi (India). Salvo sorpresa, ese debería ser, también, el llamamiento que salga de la COP28.

A finales de octubre, la Agencia Internacional de la Energía (el brazo de la OCDE para cuestiones energéticas), puso el foco en la meta de triplicar la potencia renovable en su icónico informe anual. Una semana más tarde, la Agencia Internacional de las Energías Renovables (Irena, por sus siglas en inglés), ponía letra a la música y aterrizaba las cifras en un documento en el que empezaba a calentar motores rumbo a la COP. La tesis de esta agencia, cuya sede también está en Emiratos Árabes Unidos, era nítida: triplicar las renovables —y, también importante, duplicar la eficiencia energética para reducir el consumo— son “pasos cruciales” para cumplir con los 1,5 grados que fija París.

Su ruta concreta pasa, fundamentalmente, por la instalación de paneles fotovoltaicos, que debe crecer de los 1.055 GW instalados en 2022 a los casi 5.400 en 2030. Supone multiplicar por más de cinco la capacidad actual y situaría de lejos a esta tecnología como la reina entre las renovables. En el caso de la eólica, se deberían multiplicar por 3,6: para pasar de los 899 GW a los 3.500 (3.040 de aerogeneradores terrestres y 500 de marinos).

La hidráulica, la mayor fuente renovable ahora (aunque parece que será por poco tiempo), debería pasar de los 1.255 GW de 2022 a los 1.465 en 2030, siempre según la ruta fijada por Irena. Ese crecimiento no incluye al bombeo, que se perfila también como un actor clave en el necesario almacenaje de energía.

La meta global para triplicar las renovables ha sido asumida ya por las dos mayores potencias mundiales, Estados Unidos y China, que dos semanas antes de la COP28 ponían su rúbrica a una declaración conjunta en esa misma dirección: su intención, decían, es “acelerar” el despliegue de las fuentes verdes esta década para impulsar “la sustitución de la generación de carbón, petróleo y gas” y lograr que las emisiones de gases de efecto invernadero toquen techo esta misma década.

“Triplicar las renovables es un objetivo muy complicado”, constata el analista energético Pedro Fresco. “No tanto en solar, pero sí en eólica: son proyectos que llevan más tiempo”. Aunque ambicioso, dice, la meta general permitiría “mantener el espíritu del 1,5 en 2050″: no tanto que vaya a cumplirse a rajatabla, sino que al menos se pueda llegar a 2030 con opciones de cumplirlo. “Para lograr el 1,5 tendríamos que ir a una descarbonización rapidísima y masiva, pero eso no quiere decir que la meta esté mal puesta: tenemos que intentar marcarnos objetivos en ese sentido, pero tendríamos que haber empezado a reducir las emisiones mucho antes”, sentencia Fresco, hoy director general de Avaesen.

“La realidad es que triplicar las renovables es una meta mucho menos controvertida que el de la eliminación de los combustibles fósiles. Y eso hace que haya un capital político mayor detrás de este objetivo”, apunta Lara Lázaro, investigadora principal del Real Instituto Elcano especializada en política y economía ambiental. La viabilidad, en todo caso, “dependerá, sobre todo, de si hay financiación suficiente: esa es la clave”. Una cuestión, dice, particularmente peliaguda en un momento como el actual, en el que el endeudamiento de los países en desarrollo es “significativo” y las perspectivas macroeconómicas, “algo peores”. “Alinear los objetivos financieros y los climáticos sigue siendo la gran cuestión”, sentencia.

Que se consiga o no esta ambiciosa meta depende, en efecto, del impulso de las empresas y los países implicados. Tanto los ricos como, sobre todo, los emergentes, donde las emisiones siguen creciendo a un ritmo mayor tanto por la actividad económica como por el aumento poblacional. Doblar la potencia instalada en 2030 está al alcance de la mano, según las últimas proyecciones de Ember; triplicarla dependerá en gran medida de los pasos y los avances tecnológicos —atención a las baterías a gran escala— que se den en los próximos años. “El ritmo de despliegue de las renovables ha sido, tradicionalmente, mayor de lo anticipado por organismos como la AIE; ojalá vuelva a suceder”, confía Lázaro.

“Triplicar las renovables hasta 2030 es un componente importante para poner al mundo en el camino para alcanzar las cero emisiones netas a mitad de siglo″, sostienen los técnicos de BloombergNEF en un reciente monográfico de la cuestión. “Será difícil, pero es factible”. Según sus cálculos, ese acelerado de las renovables lograría, por sí mismo, reducir en un 62% las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con el escenario de no transición energética.

Siendo importante —que lo es, y mucho— triplicar las renovables no será suficiente para cumplir el Acuerdo de París: que el calentamiento quede entre 1,5 y 2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales, cuando hoy ya ronda los 1,2. Más allá de la fotovoltaica y la solar, lo urgente es tener una hoja de ruta clara para frenar en seco la extracción de —en ese origen— carbón, petróleo y gas fósil. Por ahora, las noticias en ese frente no son buenas: aunque la inversión en exploración y producción ya no es la que fue, los países productores siguen ignorando las alertas climáticas y aún planean aumentar la extracción de combustibles en los próximos años. El reciente tirón de orejas del jefe de la AIE, Fatih Birol, a las petroleras por invertir menos de lo publicitado en eólica, en solar y en almacenamiento, bien puede ampliarse al ámbito fósil: el que sigue, y seguirá siendo durante algún tiempo más, su gallina de los huevos de oro.

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