Quinto aniversario del Acuerdo de París

“La evolución del cambio climático es mucho más preocupante de lo que se pensaba cinco años atrás”

Laurence Tubiana, una de las arquitectas del Acuerdo de París, advierte de que “los escenarios más pesimistas” sobre el calentamiento se están cumpliendo

Laurence Tubiana, una de las arquitectas del Acuerdo de París, en la redacción de EL PAÍS en 2018.DAVID G. FOLGUEIRAS

Hace justo cinco años, la economista Laurence Tubiana (Orán, Argelia, 69 años) festejaba desde la tribuna de la cumbre del clima de París la adopción del ansiado pacto contra el calentamiento global. Tras años de fracasos, el 12 de diciembre de 2015 los 195 países reunidos en la capital francesa cerraron un pacto que obliga a todos los Estados que se adhieran a presentar planes de reco...

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Hace justo cinco años, la economista Laurence Tubiana (Orán, Argelia, 69 años) festejaba desde la tribuna de la cumbre del clima de París la adopción del ansiado pacto contra el calentamiento global. Tras años de fracasos, el 12 de diciembre de 2015 los 195 países reunidos en la capital francesa cerraron un pacto que obliga a todos los Estados que se adhieran a presentar planes de recortes de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Esos planes deben servir para que se cumpla la meta del Acuerdo de París: que el incremento de la temperatura no supere de media los dos grados centígrados respecto al nivel preindustrial y en la medida de lo posible que no pase de 1,5.

Cinco años después, Tubiana, una de las arquitectas del pacto y presidenta de la European Climate Foundation, atiende a EL PAÍS por videoconferencia desde su casa de París, una ciudad entonces conmocionada por los atentados de Bataclan y hoy azotada, como el resto del mundo, por la pandemia. “Creo que en diez años veremos esta pandemia como un punto de inflexión en la lucha climática”, dice sobre el impulso que se puede dar a las políticas de recuperación verde.

Al hacer balance de estos cinco años, Tubiana empieza por lo negativo: por Donald Trump, el presidente saliente de EE UU. “La decisión de Trump de salir del Acuerdo de París ha ejercido una especie de freno sobre la lucha contra el cambio climático. En la agenda política de alto nivel, por ejemplo del G20, se notó claramente que se frenaba. Y la decisión de Trump dio la licencia para no hacer nada a países como Brasil, Australia o México”.

El Acuerdo de París estará plenamente operativo a partir de 2021, cuando termina la vigencia del Protocolo de Kioto. Pero a ese punto se llega ya con incumplimientos, en parte por la pandemia, que ha obligado a postergar un año las negociaciones climáticas internacionales. Aún falta por desarrollar el artículo 6 del acuerdo, referido a los mercados de carbono, y apenas cinco países han actualizado sus planes de recorte de emisiones (las conocidas como NDC) para la próxima década como obliga el pacto. “Entiendo que con la crisis, con la covid, muchas cosas se han postergado… pero solo los países más pequeños, los que no cuentan en términos de emisiones globales, han anunciado nuevos planes”. Por eso aplaude el acuerdo alcanzado ayer por los 27, que permitirá a la UE presentar antes de que acabe el año una nueva NDC con el objetivo de un recorte del 55%. “Es muy importante, la UE no tenía una razón válida para postergarlo. Es importante que en 2020 algunos países al menos hagan lo que habían dicho que iban a hacer. Me parece simbólicamente mucho mejor que esperar tres meses. Si Europa quiere seguir siendo un líder, lo mínimo es hacerlo a tiempo”.

Laurence Tubiana, a la izquierda, junto a Christiana Figueres, la entonces jefa de cambio climático de la ONU, tras la adopción del Acuerdo de París en 2015.Stephane Mahe (REUTERS)

Frente a los pocos países que han actualizado sus planes para esta próxima década, más de un centenar se han comprometido a alcanzar en 2050 lo que se denomina la neutralidad de carbono: que las emisiones sean iguales a la capacidad de absorción de esos gases de los sumideros (por ejemplo, los bosques). Tubiana ve un “riesgo” que los Gobiernos se escuden en esos planes a largo plazo para no presentar las NDC, que fijan objetivos a corto y medio plazo. “Por eso hay que presionar ahora para que el año que viene presenten lo que van a hacer de inmediato. Es una condición absolutamente necesaria. No valen las metas para 2050 si no hay un plan para ir hasta ahí. Y el plan empieza ahora, no dentro de 10 años ni de 20. Los planes para los próximos cinco y diez años son muy importantes”.

EE UU, tras cuatro años ausente, pretende volver con fuerza a la lucha climática con Joe Biden. Y el riesgo de que Europa pierda ese liderazgo internacional es un temor de algunos líderes de la UE. “Europa tiene que mantenerse fuerte. La nueva Administración tiene gente comprometida, pero Biden no puede hacer tanto. No tienen en el Senado una mayoría como para tener una ley climática muy ambiciosa. Va a tener que usar lo que hizo Obama: órdenes ejecutivas. Eso limita mucho fijar un precio de carbono a nivel nacional. Y el sector fósil es muy importante”.

Entre todo lo positivo ocurrido desde 2015, Tubiana resalta la conciencia ciudadana. “Lo que me parece más importante es que los ciudadanos, europeos y de otros continentes, ven que el cambio climático no es una cosa de largo plazo, sino algo que está ocurriendo ahora, y que los impactos se ven y se notan ahora. La mayoría de las encuestas muestran que la gente está preocupada (incluso en EE UU más del 60%) y quiere acciones sobre el clima. Eso es algo muy nuevo, los Gobiernos ya no pueden defender que no pueden hacer nada porque los ciudadanos no quieren, porque no es cierto. Si no quieren hacerlo es porque quieren proteger, de una forma irracional, sectores económicos que no quieren cambiar”.

A esa concienciación ha contribuido la aceleración de los impactos. “Los informes de la comunidad científica apuntan a que los escenarios más pesimistas están ocurriendo. La evolución es mucho más preocupante de lo que se pensaba cinco años atrás”, explica. Tanto, que la meta de dejar el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 grados se complica cada vez más —ahora estamos en un incremento de unos 1,2 grados—. “Durante las negociaciones del acuerdo hubo una discusión muy fuerte. Nos planteamos: ¿ponemos la meta de los 1,5 grados cuando realmente sabemos que va a ser superdifícil, o no lo ponemos? Y las islas amenazadas por la subida del nivel del mar dijeron: si no lo ponemos —aunque sepamos que lo traspasaremos y luego tendremos que bajar de nuevo—, supone que las pequeñas islas ya no tienen derecho a vivir. Por eso creo que fue positivo. Hay que explicar bien que cada movimiento cuenta mucho, que pasar de 1,5 a dos grados supone una diferencia enorme en impactos. Es la única forma de movilizar: que la gente tema los impactos. Claro, que vean cómo se puede resolver la situación, pero que teman los impactos”.

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