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Síndrome de Münchausen: ¿Pueden las enfermedades imaginarias convertirse en enfermedades reales?

Es un trastorno donde el paciente se sirve de una rara forma para pedir atención, puesto que simula estar enfermo

En una de sus cartas, Antón Chéjov dejó escrito que la medicina era su esposa legal y la literatura “su amante”. A la vez que ejercía como médico rural por los pueblos del óblast de Moscú, iba creando personajes, conflictos ficticios y unidades de acción. De esta manera, fue esparciendo relatos y obras dramáticas a lo largo de un camino que con el tiempo dará la vuelta al mundo.

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En una de sus cartas, Antón Chéjov dejó escrito que la medicina era su esposa legal y la literatura “su amante”. A la vez que ejercía como médico rural por los pueblos del óblast de Moscú, iba creando personajes, conflictos ficticios y unidades de acción. De esta manera, fue esparciendo relatos y obras dramáticas a lo largo de un camino que con el tiempo dará la vuelta al mundo.

Traspasando las fronteras de la realidad, llegó a inventarse una enfermedad con el nombre de “hiperestesia del centro rector del habla” que incluyó en uno de sus cuentos breves, donde se toma la licencia de utilizar a sus colegas de profesión médica para fortalecer el embuste, diciendo que dicha dolencia la padecen “nueve décimas partes de las mujeres”. Para hacer todavía más creíble la enfermedad imaginaria de su relato, nos dice que fue bautizada por el mismísimo Jean-Martin Charcot, siendo la amputación de la lengua la única manera de atajar dicha enfermedad según “este ilustre doctor”; con ello, Chéjov se sirve de su profesión médica para trazar un pequeño relato que es lo más parecido a una gamberrada llevada a cabo con el talento de un autor de genio. De esta manera, una enfermedad imaginaria se convierte en un término médico que pasa por existente.

Pero también puede ocurrir al contrario, que una persona sana se imagine enferma y no pueda vivir sin estar rodeada de médicos. Suele pasar. Y para trasladar esta anomalía a la dimensión literaria, el ejemplo más significativo lo encontramos en Argán, el personaje hipocondriaco de El enfermo imaginario de Molière, quien decide casar a su hija con el hijo de un médico para así conseguir ahorrarse dinero. Y si seguimos con enfermedades imaginarias, no puede faltar en esta pieza el hombre que decía haber bailado sobre el vientre de una ballena; hablamos de Karl Friedrich Hieronymus, más conocido como barón de Münchausen (1720-1797), quien pasará a la historia como un gran fabulador, un desvergonzado capaz de contar aventuras increíbles en primera persona. El barón de Münchausen se convertiría en un mito de la literatura gracias al científico alemán Rudolf Erich Raspe(1737-1794) que escribió la primera versión de sus peripecias; lo hizo en inglés, y luego sería el poeta alemán Gottfried August Burger el encargado de devolverlo a su lengua de origen.

Con todo, lo que aquí nos interesa con respecto a este personaje es que dio nombre a una alteración psicológica conocida como síndrome de Münchausen, un trastorno en el que el paciente se sirve de una rara forma para pedir ayuda, puesto que simula estar enfermo, llegando incluso a la autolesión, convirtiendo así la enfermedad imaginaria en una enfermedad en potencia.

Pero volviendo al principio, volviendo a Chéjov, baste recordar que su muerte fue un ejemplo de vida trazada alrededor de esa tenue frontera que separa el arte de la realidad; una vida breve pero intensa donde la ficción acabó derramada sobre la copa de champán que bebió en su lecho de muerte en un hotel de la Selva Negra alemana, poco antes de morir de tuberculosis a los 44 años, brindando por “su amante”.

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