¿Por qué lo de cuadrar un círculo es una cuestión de método?
Desde Anaxágoras hasta Paul Cézanne, la geometría trasciende la historia del arte y la ciencia
La geometría tiene su aplicación práctica en la expresión artística, sobre todo en la pintura, cuando las formas que habitan el espacio se trasladan al lienzo.
A Paul Cézanne se le puede considerar el eslabón perdido entre el impresionismo y el cubismo. Su pintura se abrió a la modernidad desde la simplificación de las formas siguiendo el modelo de tres figuras geométricas: esfera, cono y cilindro. A partir de dichas representaciones visuales, Cézanne consiguió distribuir en el lienzo la esencia real de la naturaleza.
Por ejemplo, sus famosas manzanas siguen la forma esférica, igual que la cabeza de las personas, mientras que el tronco de un árbol es cilíndrico; pero, cuando se trata de un abeto, el prototipo geométrico a seguir va a ser el cono. Y con esta manera de entender la realidad, para después plasmarla en un lienzo, podemos retroceder hasta Cicerón (106-43 a.C), quien, en sus Disputaciones Tusculanas, nos relata el descubrimiento de la tumba perdida de Arquímedes, cuyo sepulcro “desconocido para los Siracusanos, y cuya existencia ellos negaban, estaba rodeado y cubierto por completo de zarzas y matorrales”.
Arquímedes había dado instrucciones acerca de la leyenda que quería para su tumba y resulta curioso que Cicerón la reconociese por la esfera inscrita en un cilindro a modo de epitafio. Con esta inscripción, Arquímedes declaraba el orgullo de haber resuelto que el volumen de la esfera es igual a dos tercios del volumen del cilindro circular circunscrito a ella. Fue su última voluntad antes de morir asesinado por un soldado borracho de sangre ajena durante el sitio de Siracusa, en la Segunda Guerra Púnica, mientras garabateaba sobre las arenas un problema geométrico. Con tales anécdotas, podemos trazar un hilo invisible que engarce las distintas épocas de la geometría hasta llegar a Cézanne, cuyas manzanas —esferas en su universo geométrico— nos revelan que la pintura es, ante todo, una cuestión de volúmenes.
En este hilo, además de la presencia de Arquímedes, se hace necesaria la presencia de Anaxágoras (500- 428 a.C) resolviendo en las paredes de su celda el problema de La cuadratura del círculo, es decir, tratando de obtener un cuadrado cuyo área mida exactamente lo mismo que el área de un círculo dado. Tal vez, Dante se inspiró en esta escena y en su imposible solución para llevarla hasta La Divina Comedia.
Como el geómetra aplica su mente
Para cuadrar el círculo, ni por todo su ingenio
encuentra la fórmula correcta, por más que lo intente
Dante Alighieri
Pero también se hace necesaria la presencia de Filipo Brunelleschi (1377-1446), orfebre, escultor y arquitecto, al que podemos imaginar practicando con formas geométricas hasta dar con la perspectiva lineal, consiguiendo que todas las líneas de un mismo dibujo converjan en un mismo punto de fuga, creando así la ilusión de profundidad mediante el método matemático. Nunca en la historia del arte, la ciencia y la imaginación estuvieron tan unidas como cuando Brunelleschi logró crear la sensación de infinitud en un espacio finito, consiguiendo que una ley de la física tuviese el mismo peso que una manzana pintada con el gusto del que está descifrando la esencia real de la naturaleza.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.