La esperanza de vida de los europeos ya no crece como antes

El aumento de la obesidad y el sobrepeso y el consumo de alcohol y tabaco, entre los factores que explican la tendencia

El consumo de alcohol es un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares y cáncerMONICA TORRES

La esperanza de vida sigue creciendo, pero cada vez más lento. En España, la expectativa en 1960 para ambos sexos no llegaba a los 69 años y hoy supera los 83. Esta tendencia fue similar en todos los países avanzados gracias a una reducción drástica en la mortalidad infantil, al control de enfermedades infecciosas a través de sistemas de saneamiento, vacunas y antibióticos y a mejoras del nivel de vida en general. En los últimos años, los éxitos en el tratamiento de algunos tipos de cáncer y la reducción de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, gracias al descenso del tabaquismo, al...

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La esperanza de vida sigue creciendo, pero cada vez más lento. En España, la expectativa en 1960 para ambos sexos no llegaba a los 69 años y hoy supera los 83. Esta tendencia fue similar en todos los países avanzados gracias a una reducción drástica en la mortalidad infantil, al control de enfermedades infecciosas a través de sistemas de saneamiento, vacunas y antibióticos y a mejoras del nivel de vida en general. En los últimos años, los éxitos en el tratamiento de algunos tipos de cáncer y la reducción de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, gracias al descenso del tabaquismo, algunos cambios en la dieta o el uso de medicamentos como las estatinas han seguido añadiendo años de esperanza de vida.

Hoy, un estudio que publica la revista The Lancet Public Health, que analiza la evolución de la esperanza de vida en países europeos entre 1990 y 2021, muestra que mientras en el periodo de 1990 a 2011 se produjo un aumento de 0,23 años por cada año (5,5 años en total), entre 2011 y 2019 creció 0,15 años por año (1,17). A eso hay que sumar que, debido a la pandemia, entre 2019 y 2021, la esperanza de vida se redujo 0,18 años cada año. En total, si se toma el periodo de 2011 a 2021 en todos los países estudiados, la esperanza de vida quedó prácticamente estancada.

Los autores del trabajo, colaboradores del estudio sobre la esperanza de vida en Europa del GBD (Estudio de la carga global de las enfermedades, de sus siglas en inglés), atribuyen la ralentización a los sospechosos habituales. Por un lado, se ha producido un incremento progresivo de la obesidad (en el periodo del estudio se duplicó en España) y el sobrepeso, y de la exposición a riesgos en la dieta como el consumo de alimentos ultraprocesados, que rondan ya el 40% del aporte calórico en muchos países europeos. Aunque se consume mucho menos tabaco (en España lo hacía el 34% de la población en 1990 frente al 20% actual), sigue siendo un factor de riesgo importante, seguido del alcohol, que también se consume en exceso.

Las enfermedades cardiovasculares y los tumores son dos de las principales causas de la ralentización en el aumento de la esperanza de vida. Después de los éxitos en las décadas pasadas, en muchos países, las mejoras de mortalidad por enfermedades cardiovasculares disminuyó a partir de 2011. Esto puede explicarse por el aumento de la obesidad, que también contrarrestó las mejoras en el control del colesterol malo (LDL) o la tensión arterial. Respecto al cáncer, hay países que obtuvieron mayor ganancia en esperanza de vida para personas que sufrían esta enfermedad a partir de 2011 que durante las dos décadas anteriores. Portugal, Bélgica, Francia o España acompañan a los países nórdicos como los países con mejores resultados. Gales, Inglaterra, Irlanda del Norte y Finlandia experimentaron mejoras menores y Alemania, Escocia y Grecia sufrieron incluso reducciones en la esperanza de vida relacionada con el cáncer.

Los autores explican que los países que mantuvieron el ritmo de mejora de esperanza de vida tras 2011, fundamentalmente los escandinavos, Islandia y Bélgica, lo consiguieron manteniendo sus resultados frente a las enfermedades cardiovasculares y los tumores, y reduciendo la exposición de sus poblaciones a riesgos como la falta de ejercicio, la comida basura o el tabaco a través de políticas públicas. Estas decisiones requieren hacer frente a cuatro grandes sectores industriales que, según los autores, son responsables de, al menos, un tercio de las muertes prematuras: tabaco, alimentos ultraprocesados, combustibles fósiles y alcohol. La importancia económica de estos sectores hace que, salvo en el caso del tabaco, no se apliquen políticas efectivas para mitigar los efectos nocivos de sus productos. Los autores sugieren que los Gobiernos pueden aplicar medidas, como la regulación de la publicidad de productos nocivos, el establecimiento de impuestos sobre productos no saludables o la promoción de alternativas más saludables.

Los países que lograron mantener el aumento en la esperanza de vida tras 2011, gracias a políticas de prevención y acceso a atención médica de calidad, también enfrentaron mejor la pandemia.

Los autores consideran que, para revertir la tendencia que observan, se debe hacer énfasis en la prevención de los problemas de salud antes de que aparezcan, porque tanto las dolencias cardiovasculares como el cáncer se gestan durante años. Es necesario, además, superar la idea de que los buenos hábitos son decisiones individuales. Aunque no se puede negar la capacidad de cada uno para decidir, son necesarias políticas públicas que faciliten y promuevan el ejercicio o hagan menos omnipresente y barata la comida basura, porque, como han demostrado numerosos estudios, la salud no mejora y empeora por decisiones individuales sino, fundamentalmente, por el entorno. Un ejemplo son los japoneses que se mudan a Hawaii. Mientras sus familiares en Japón mantienen una de las tasas de obesidad más bajas del mundo, los descendientes de esos emigrantes sufren un exceso de peso similar al de sus compatriotas estadounidenses, al compartir con ellos un acceso ilimitado a comida basura y un urbanismo que hace desaparecer el trasporte público y la necesidad de caminar. Es poco probable que los japoneses que se mudan a los EE UU pierdan uno a uno y de repente la fuerza de voluntad de sus ancestros.

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