El proceso kafkiano de un investigador del cáncer para demostrar que está integrado en la sociedad española

El brasileño Carlos Eduardo Pedreira, coautor en Salamanca de una herramienta para diagnosticar tumores, ha ganado una batalla de años contra el Ministerio de Justicia para demostrar que sabe hablar español y poder obtener la nacionalidad

El investigador Carlos Eduardo Pedreira, fotografiado el miércoles en Madrid.Pablo Monge

El investigador Carlos Eduardo Pedreira, coautor de una herramienta decisiva para diagnosticar el cáncer, suele comer a las tres de la tarde, lee con fruición las novelas de Mario Vargas Llosa y ha sido presidente de su comunidad de vecinos, a unos cientos de metros de la Plaza Mayor de Salamanca. El 14 de septiembre de 2017, tras 15 años a caballo entre la ciudad española y su Brasil natal, ya sentía “una identidad cultural tan grande con España” que decidió solicitar la nacionalidad. Ahí comenzó una angustiante pesad...

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El investigador Carlos Eduardo Pedreira, coautor de una herramienta decisiva para diagnosticar el cáncer, suele comer a las tres de la tarde, lee con fruición las novelas de Mario Vargas Llosa y ha sido presidente de su comunidad de vecinos, a unos cientos de metros de la Plaza Mayor de Salamanca. El 14 de septiembre de 2017, tras 15 años a caballo entre la ciudad española y su Brasil natal, ya sentía “una identidad cultural tan grande con España” que decidió solicitar la nacionalidad. Ahí comenzó una angustiante pesadilla burocrática que compara con El proceso, el libro de Franz Kafka en el que el protagonista, Joseph K., es detenido sin ningún motivo y se ve atrapado en un asfixiante laberinto judicial. Más de siete años después, Pedreira acaba de ganar en los tribunales su batalla contra el Ministerio de Justicia.

El científico, tras casi cuatro años de desesperante silencio administrativo, recibió la resolución de la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública el 5 de mayo de 2021. El organismo había denegado su petición de nacionalidad, porque consideraba que no había acreditado un grado suficiente de integración en la sociedad española, al no haber justificado el conocimiento básico de la lengua con un diploma de español nivel A2 o superior, emitido por el Instituto Cervantes.

“Me dio rabia, porque uno de los motivos por los que pedí la nacionalidad era justo por sentirme muy integrado, pero también me parecía casi gracioso, por lo absurdo que era”, relata por videoconferencia, en un perfecto español, desde su casa en Salamanca. Pedreira, nacido en Río de Janeiro hace 68 años, es un pionero de la inteligencia artificial, doctorado en el Imperial College de Londres, que colabora presencialmente desde 2002 con el Centro de Investigación del Cáncer, en Salamanca. En realidad, el investigador brasileño tenía desde 2011 el diploma de español nivel C2, el máximo, pero la Administración no lo vio.

Pedreira ha ayudado desde hace más de dos décadas a desarrollar Infinicyt, una sofisticada herramienta creada en Salamanca y usada en cientos de laboratorios en todo el mundo, para analizar las células y diagnosticar tumores de la sangre, como leucemias y linfomas. El investigador es profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, pero pasa la mitad de su vida en España, colaborando con Alberto Orfao, el catedrático de la Universidad de Salamanca que ideó la exitosa herramienta, comprada hace tres años por el gigante estadounidense Becton, Dickinson and Company.

Con la incomprensible resolución del Ministerio de Justicia en la mano, Pedreira cuenta que se enfrentó a un dilema. “Tenía dos opciones: o desistir o luchar. Y pensé: “Ahora quiero la nacionalidad más que nunca”, porque no era justo”, recuerda. Se sentía indefenso ante la pasividad de la Administración, que había tardado casi cuatro años en responderle y encima ignoraba su dominio acreditado del español. Presentó una reclamación, a través de un recurso contencioso-administrativo, pero la Abogacía del Estado, para su sorpresa, contraatacó presentando nuevos motivos para denegarle la nacionalidad.

“Me vino a la mente El proceso de Kafka. Se lo conté a mi familia usando ese término: kafkiano. Era puro Kafka”, rememora. En la novela del escritor checo, Joseph K. intenta solucionar su situación mediante el sentido común, pero choca contra un sistema burocrático absurdo y arbitrario, hasta que pierde el control de su propia vida, sin averiguar jamás de qué se le acusa.

Me vino a la mente ‘El proceso’ de Kafka. Se lo conté a mi familia usando ese término: kafkiano. Era puro Kafka
Carlos Eduardo Pedreira

El nuevo movimiento de la Administración era realmente desconcertante. “No constan los datos referidos a la integración del solicitante, como el certificado del Instituto Cervantes sobre la prueba de Conocimientos constitucionales y socioculturales de España. Tampoco consta dato alguno sobre la conducta cívica del recurrente, siendo obligación del solicitante tal acreditación”, afirmaba la Abogacía del Estado. Pedreira había rellenado en 2017 el impreso ofrecido por el propio ministerio, dando su autorización para que se realizara una comprobación automática de esos documentos. Los certificados del Instituto Cervantes y de ausencia de antecedentes penales ya estaban en poder de la Administración, pero nadie los buscó.

El catedrático Alberto Orfao asistió estupefacto al proceso kafkiano sufrido por su colega. “Forma parte del problema que vivimos en la ciencia para incorporar talento. Si no tienes este papel, aquel papel o el otro papel, es imposible que puedas firmar un contrato a tiempo. La ciencia tiene que ser flexible, pero la burocracia no está adaptada”, opina. Orfao tuvo que ayudar a demostrar la integración del científico brasileño en la sociedad española, con una declaración certificada: “El profesor Pedreira ha actuado como investigador en el Centro de Investigación del Cáncer de la Universidad de Salamanca dentro de una colaboración estable y permanente desde 2002. Juzgo que la participación del profesor en esta colaboración es de una gran importancia, ya que ha dado lugar a varias publicaciones internacionales, patentes y formación de personal”.

La pesadilla de Pedreira concluyó el pasado 9 de octubre, en la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional, en Madrid. La sentencia, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, es muy contundente. En ella, el magistrado Santiago Soldevila afea al ministerio que ignorase el dominio de la lengua propio “de los alumnos brillantes” que posee Pedreira. Además, Soldevila reprueba que la Administración se sacase de la manga nuevos motivos para denegarle la nacionalidad, que no estaban en la primera resolución impugnada, provocando “la indefensión” de Pedreira.

“Una interpretación contraria supondría habilitar a la Administración para que, de forma caprichosa, fuera de manera progresiva dilatando sin límite temporal la legítima petición de un ciudadano, obligándole además a iniciar una cadena sin fin de recursos jurisdiccionales constitutivos de un auténtico peregrinaje judicial contrario al artículo 24.1 de la Constitución Española”, remacha la sentencia, que declara el derecho de Pedreira a obtener la nacionalidad española y condena a la administración demandada a pagar 2.000 euros en costas. Una portavoz del Ministerio explica que han renunciado a recurrir la sentencia, por lo que ya es firme. “Cuando se dicte el decreto de firmeza procederemos a la ejecución de la sentencia que le da derecho a la nacionalidad”, añade.

Al final de El proceso de Kafka, dos hombres vestidos con levitas y chisteras acuden a casa de Joseph K., se lo llevan cortésmente a una cantera abandonada y lo asesinan con un cuchillo de carnicero a la luz de la luna, mientras le dan palmaditas tranquilizadoras en la espalda. El final del proceso de Carlos Eduardo Pedreira es más esperanzador. El científico viajó el miércoles con su hijo desde Salamanca a la capital para ver la victoria por goleada del Real Madrid contra el Salzburgo, en el estadio Santiago Bernabéu. Está contento, porque con la nacionalidad española podrá pedir financiación para sus proyectos científicos, pero sobre todo porque se siente “culturalmente alineado” con los españoles: “Hace años que empecé a comer a la hora de los españoles. En Brasil se come entre las 12:00 y las 13:00 y se cena alrededor de las 20:30. La gente allí se vuelve loca cuando me ven comer a las 15:00 o cenar a las 22:00″. Pedreira ya es español, pero todavía le falta el certificado de la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública.

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