El primer día sin hielo en el Ártico podría llegar antes de 2030
Será un día de agosto y acelerará aún más la reducción creciente de la banquisa, según un estudio que no descarta que se retrase si se reducen las emisiones
Desde 1979, cuando los satélites hicieron posible medir su extensión fielmente, el océano Ártico viene perdiendo casi 80.000 km² de hielo cada año. La cantidad equivale al área de Castilla-La Mancha y así durante 45 años. En 2023 la banquisa ártica marcó uno sus mínimos históricos y los cuatro mayores mínimos se han producido todos ya en este siglo. Hace tiempo los científicos modelaban cuándo sería el primer año en el que, llegado el fin del verano, todo fuera mar. Más recientemente, calcularon que el deshielo se produciría en un mes de septiembre de los próximos 20 años. Ahora, científicas que llevan más de una década estudiando la región, ha modelado y estimado cuándo será el primer día sin hielo.
Apoyadas en los modelos climáticos más avanzados, las investigadoras simularon la evolución de la banquisa ártica partiendo de la situación de 2023, cuando su extensión marcó uno de sus mínimos, con 3,30 millones de km² (el Ártico tiene una extensión total de más de 16 millones). Lo que han descubierto es que, hagamos lo que hagamos con las emisiones ahora, ese primer día sin hielo es ya inevitable. Aunque si se reducen de forma drástica, no habría muchos más días son hielo que este primero.
En realidad, el Ártico no se va a quedar sin hielo por completo, pero los científicos usan la expresión ice-free para referirse al momento (que sería histórico) en el que la extensión helada del Ártico baje del millón de km². La investigadora de la Universidad de Colorado en Boulder y coautora de este nuevo trabajo publicado en Nature Communications, Alexandra Jahn lo explica: “Este umbral se viene usando desde hace más de una década en estudios científicos, ya que, si bien el área de hielo marino de un millón de km2 no es pequeña en términos absolutos, se encuentra al norte de Groenlandia y el archipiélago ártico canadiense, lo que deja el 93% del océano Ártico libre de hielo marino”. Habrá hielo, pero ya no será un océano helado.
El primer día, según sus simulaciones, será en un mes de agosto de los próximos años. De las casi 400 proyecciones que han realizado, la mayoría indican que ese primer día tendrá lugar en los próximos años. Incluso podría ser tan pronto como en el verano de 2027. “Pero un Ártico sin hielo dentro de tres años, la transición más rápida que encontramos en las simulaciones, es muy, pero que muy improbable”, recuerda Jahn. “Es una de las 366 simulaciones que evaluamos, por lo que, según las que analizamos, eso da una probabilidad menor del 1%”, añade. El porcentaje sube hasta el 2,5% si el lapso temporal es el final de esta década. “Sin embargo, dicho esto, vivimos en una materialización de la realidad, mientras que los modelos nos dan muchas posibles (en este caso, 366). Así que, aunque es poco probable, incluso los eventos de baja probabilidad pueden suceder en la única línea de tiempo que experimentaremos”, termina.
La climatóloga de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y coautora del estudio, Céline Heuzé, pide huir de los porcentajes, de las probabilidades de qué día será. “No podemos poner un número a la probabilidad, ya que en este momento, depende del clima caótico que tengamos un día sin hielo o no”, sostiene. Lo que sí mantienen las investigadoras es que una serie de fenómenos meteorológicos extremos podrían derretir dos millones de kilómetros cuadrados o más de hielo marino en un corto período de tiempo. Es lo que llaman un RILE, siglas en ingles de Evento Repentino de Pérdida de Hielo. Las simulaciones indican que el primer día sin hielo llegará después de uno de estos eventos.
Sobre el impacto de este primer día de hielo cuando llegue, “obviamente tendrá un valor simbólico, dice Heuzé. “No cambiará las cosas drásticamente”, recuerda Jahn. Los impactos, en el propio hielo, en los ecosistemas y hasta en la geopolítica, ya vienen produciéndose en los últimos años. Pero Jahn también dice que “cuanta más superficie de hielo marino perdamos, mayores serán los impactos de la pérdida de hielo marino; por lo tanto, no ocurre nada mágico con un millón de km² que no haya ocurrido con 1,5 millones de km². Pero con un millón de km² aproximadamente, significa que la mayor parte del Ártico está libre de hielo y, por lo tanto, es fácilmente navegable incluso para barcos no reforzados contra el hielo”. No solo se abrirá el Paso del Noroeste a la navegación, se abrirá todo el Ártico.
Lo que no cambiará será el nivel del mar. Las masas de agua árticas son siempre las mismas, estén casi todas heladas (a inicios de la primavera) o desheladas (a finales del verano). Solo cambia de un estado sólido a otro gaseoso. Pero que el Ártico esté libre de hielo cada vez más días en los próximos años tendrá muchas serias consecuencias, unas regionales, otras globales. Entre las primeras, el hecho de que la mayor parte del océano sea navegable tendrá profundas consecuencias para los cetáceos y otros mamíferos marinos. Además, la mayor cantidad de agua en estado líquido hará que aumente el calentamiento regional, ya que el azul oscuro absorbe mayor radiación, calor, que el hielo, que tiene el mayor efecto albedo (rebote de la radiación) tras la nieve recién caída. Esta reducción del albedo del Ártico es clave también para explicar el calentamiento global, que se espera se acelere con una banquisa ártica menguante. Hay otro efecto del que la ciencia está solo empezando a conocer su alcance: la inestabilidad en el Ártico parece estar relacionada con alteraciones en la circulación atmosférica global y, en latitudes medias, las nuestras, con el aumento de los eventos extremos como la reciente dana en Valencia.