El regreso de los ibis: estos biólogos están enseñando a migrar a una bandada hacia Cádiz
El equipo de Johannes Fritz lleva 20 años liderando migraciones de ibis eremitas, una especie que llegó a extinguirse en Europa. Ahora, el cambio climático les ha obligado a buscar nuevas rutas en España
El pasado 8 de septiembre, dos aviones ultraligeros sobrevolaron los Pirineos. Enormes triciclos flotantes con un ventilador a la espalda. Colgaban de un parapente amarillo de seis metros de diámetro y les seguían 35 pájaros negros, negrísimos, formando una extraña comitiva humana, mecánica y animal. Fue una estampa alucinante, como sacada de una película de dibujos animados. Unos 100 metros más abajo, serpenteando por las carreteras que unen Francia con España, varios vehículos llenos de biólogos, monitoreaban de cerca la expedición. Y de esta forma, después de un paréntesis de cientos de año...
El pasado 8 de septiembre, dos aviones ultraligeros sobrevolaron los Pirineos. Enormes triciclos flotantes con un ventilador a la espalda. Colgaban de un parapente amarillo de seis metros de diámetro y les seguían 35 pájaros negros, negrísimos, formando una extraña comitiva humana, mecánica y animal. Fue una estampa alucinante, como sacada de una película de dibujos animados. Unos 100 metros más abajo, serpenteando por las carreteras que unen Francia con España, varios vehículos llenos de biólogos, monitoreaban de cerca la expedición. Y de esta forma, después de un paréntesis de cientos de años, una bandada de ibis eremitas volvió a emigrar hacia España. No lo hacía desde la Edad Media, cuando se cree que esta especie de ave migratoria se extinguió en toda Europa.
Tras aterrizar y acampar en un prado del Alt Empordà, Johannes Fritz, biólogo y piloto experimentado, saca unos minutos para responder al teléfono y explicar cómo se siente uno liderando esta extraña migración: “Es algo surrealista, estar ahí arriba rodeado de un gran grupo de pájaros, ser básicamente parte de la bandada… Podrían hacer lo que quisieran, volar en todas direcciones, pero nos siguen a lo largo de miles de kilómetros. Es increíble”. Lo es aún más después de la explicación de Fritz: las aves siguen a sus “madres adoptivas”. Ellas son Helena Wehner y Barbara Steininger, las voluntarias que van de copilotos en los ultraligeros, y que durante semanas les han alimentado en un aviario en Austria, donde han crecido. Ahora les enseñan las rutas migratorias como haría una madre con sus polluelos. La idea es que las aves memoricen el camino. Después, serán liberadas en Jerez de la Frontera y una vez aclimatadas, enseñarán esta ruta migratoria a sus crías y la repetirán todos los años. Puede sonar descabellado, pero Fritz sabe que funcionará. Después de todo lleva haciéndolo 20 años.
“Esta es la decimosexta migración que hago en las últimas dos décadas”, explica con orgullo. “Ya tenemos una población de unas 250 aves en estado salvaje y aproximadamente la mitad se han criado en la naturaleza. Han aprendido estas rutas por sus mayores”. Sin embargo, esta migración es diferente, importante. Se siente de alguna forma como la primera. El destino es el sur de la península Ibérica y no la Toscana, Italia, como ha sido siempre hasta ahora. “Es por el cambio climático”, explica lacónico el biólogo. “Nos hemos visto obligados a cambiar de ruta”.
Para sobrevivir al invierno del centro de Europa, el ibis eremita necesita emigrar hacia el sur. Fritz les enseñó a hacerlo desde el lago Constanza (que separa Austria, Alemania y Suiza) hasta Italia, surcando los Alpes, la cordillera más alta del continente. Normalmente, lo hacían a finales de septiembre, pero el calentamiento global ha retrasado la migración de estas aves, que ahora empiezan a alzar el vuelo a mediados de octubre. Para entonces, las temperaturas pueden ser templadas en el lago, pero son imposibles en los Alpes, que se convierte en un muro de hielo intransitable. El año pasado solo cinco de los 60 ibis que intentaron cruzarlas lo consiguieron. Fritz y su equipo, el Waldrappteam (waldrapp significa ibis en alemán), tuvieron que transportar en camioneta al resto. Pero una migración estacional no puede funcionar como un servicio de Uber. Había que encontrar otra solución.
La solución se la ofreció Ingrid. Este es el nombre de uno de los ibis con los que migraba en 2022. Pero en algún momento, en los Alpes, Ingrid se perdió y emprendió en solitario un largo viaje hasta Málaga. El Waldrappteam lo tenía balizado y en cuanto supo de su nuevo hogar, cogió el teléfono y llamó a sus colegas españoles.
Miguel Ángel Quevedo Muñoz es veterinario del Zoo Botánico Jerez y uno de los responsables del Proyecto Eremita, que lleva desde 2003 intentando aumentar la población de este pájaro en el hábitat español. Primero en cautividad; desde hace años, reintroduciéndolo en la naturaleza, cerca de Cádiz, a razón de unos 20 por año. Cuando habló con Fritz, rápidamente se planteó la posibilidad de convertir la ruta de Ingrid en la principal. De ofrecerse como nuevo destino, juntando las poblaciones migrantes de Austria con las sedentarias de España. “Los pájaros españoles no migran, ya que el frío no es tan intenso aquí como en Austria”, explica Quevedo en conversación telefónica. Pero el sedentarismo implica que no se juntan con otras poblaciones y eso supone un reto para el equipo del Proyecto Eremita: “Tenemos que aumentar la variabilidad genética de los pájaros”, resume el experto.
Hasta ahora lo hacían con un intercambio entre otros zoos europeos, algo así como un Erasmus de pájaros, a través del Programa Europeo de Especies en Peligro. Quevedo lo explica con un símil más bíblico: “Muchos zoos funcionan como pequeñas Arcas de Noé, conservan especies amenazadas para que haya una buena variabilidad genética y que podamos hacer intercambio entre diferentes zoos”. Pero lo que proponía el Waldrappteam iba mucho más allá. No pasaba por un intercambio puntual, sino por la mezcla de dos poblaciones. “No sabemos qué es lo que va a pasar”, reconoce Quevedo. “Sabemos que son pájaros gregarios, que se van a mezclar bien, pero desconocemos si el grupo austriaco reanudará su migración de vuelta en primavera, intuimos que sí y es posible que algunos del grupo español les sigan. Pero igual algunos se quedan, iremos viendo”.
Ataques de rapaces
A 1.600 kilómetros de Cádiz, Johannes ha tenido un pequeño susto. Un ave rapaz hizo que su bandada de ibis se rompiera y dos de sus ejemplares se han perdido. “Pasa a veces”, comenta con resignación. “Pero en todos estos años solo hemos perdido un ave por ataques de predadores”. No parece que este incidente vaya a modificar mucho su plan de vuelo. Salieron el pasado 21 de agosto. Llegarán, si todo sale bien, a finales de septiembre.
“Realizamos desplazamientos de unos 120 kilómetros diarios, siempre que el tiempo lo permita”, explica Fritz. El Waldrappteam lo componen 14 personas. Tienen dos avionetas ultraligeras y cinco vehículos. Al aterrizar montan un pequeño campamento. Las aves van siguiendo a sus madres adoptivas de un lugar a otro, también por tierra. Para facilitarles el reconocimiento, ambas van con un llamativo chubasquero amarillo, del mismo color que el paracaídas.
Después montan un aviario portátil, en un par de horas, y allí descansan hasta la jornada siguiente. Así, día tras día, hasta llegar a Jerez de la Frontera, repitiendo un recorrido casi idéntico al que realizó el año pasado Ingrid. “Es una exploradora y una inspiración”, explica Fritz sobre el ave. “Se ha convertido en una especie de símbolo de la colaboración entre Proyecto Eremita y Waldrappteam”.
Los ibis eremitas también se llaman ibis calvos del norte, un nombre más largo, pero mucho más descriptivo. En la cabeza no tienen plumaje, sino una carúncula que recuerda a cicatrices, testículos o moco de pavo. Parece la extensión de su largo y curvado pico. Tienen la coronilla festonada de largas plumas negras, a modo de cresta. ¿Son feos? Fritz no rebate esta percepción, pero señala a cambio su carisma, gregarismo y simpatía. Cuando se cruzó con estos pájaros por primera vez, en 1997, fue amor a primera vista. Trabajaba en el Centro de Investigación Konrad Lorenz de Austria, criando cuervos —en sentido literal— y gansos mientras realizaba su doctorado. En 1997, un zoológico regaló al centro unos polluelos de ibis eremita. No eran tan dóciles como los gansos, ni tan inteligentes como los cuervos. La mayoría de científicos no desarrolló una relación muy especial con los polluelos, pero no fue el caso de Fritz, que se convirtió en “su padre adoptivo”.
Para entonces ya se había estrenado Volando Libre, la película con Anna Paquin y Jeff Daniels que narra la historia real del naturalista canadiense Bill Lishman. Lishman guió a 36 gansos canadienses en su avión ultraligero en una migración hacia Carolina del Sur. Cuando Fritz dijo que quería hacer algo parecido, sus colegas se lo tomaron a broma. Pero en 2002 se inició un estudio de viabilidad sobre la reintroducción de la especie en Europa. En el marco del proyecto comunitario Life, se autorizó la puesta en libertad de la población. “Había apenas 200 ejemplares en libertad en Marruecos, pero en cautividad, en Europa, había como 2.000 ejemplares”, rememora Quevedo. “Esa es la gran paradoja de esta especie”. Así que se pusieron en marcha, de forma paralela, dos iniciativas: una centroeuropea, liderada por el Waldrappteam, con una población estable pero migratoria; y otra española, con el sedentario Proyecto Eremita. “Ellos trabajaban por un lado, y nosotros por otro”, señala el veterinario. “Pero ahora vamos a hacerlo juntos”.
Fritz espera deseoso el momento de llegar a Andalucía y se deshace en agradecimientos a sus nuevos compañeros. El camino para llegar hasta aquí ha sido largo y complicado, especialmente en sus inicios. “Ahora es más fácil, pero aprender a volar con ellos fue todo un desafío”, reconoce Fritz. “En los primeros años, no teníamos un microavión adecuado. Era más rápido que los pájaros”, que vuelan a unos 40 kilómetros por hora. Por eso tuvieron que ir adaptándose no solo a la velocidad, sino a su forma de volar.
El vuelo de las bandadas de pájaros se rige por un comportamiento sincronizado, similar al de los cardúmenes de peces o al de los enjambres de insectos. Pueden cambiar de posición y de ritmo de aleteo en cuestión de segundos, trazando movimientos hipnóticos e imprevisibles. Sincronizar una avioneta a este comportamiento de bandada (también llamado flocking, en inglés) parece complicado. Hay simulaciones informáticas que lo han intentado, pero la teoría, en estos casos, es bien distinta a la práctica.
Fritz y su equipo tienen bastante de esto último. Desde 2004, casi todos los años, el Waldrappteam ha guiado a unos 20 ibis jóvenes nacidos en cautividad hasta los campos de la Toscana. En 2011, por primera vez, uno volvió de forma independiente al norte de los Alpes, migrando en dirección contraria. Cuando llegó el otoño y volvió a la Toscana, fue seguido por un grupo de pájaros a los que los humanos no habían enseñado a migrar.
La especie tenía ya un número suficiente para ser sostenible biológicamente, empezaba a aprender las rutas migratorias y a enseñárselo a las nuevas generaciones. Y en este momento, cuando el futuro de los ibis eremitas empezaba a asentarse, el calentamiento global lo ha vuelto a poner en jaque. Sin embargo, Fritz es optimista. Cree que llegará un momento en que las poblaciones serán autónomas, pero tampoco pone una fecha concreta a este momento. Por ahora, le quedan 1.600 kilómetros para llegar a su destino. Y ya avanza que el año que viene seguirá volando junto a sus pájaros.
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