Susana Monsó, filósofa: “Estudiar cómo viven los animales la muerte nos ayuda a naturalizar el duelo”
La autora de uno de los primeros libros que compara la muerte entre especies lidera, además, la primera asociación de filosofía de la mente y el comportamiento de los animales
La recurrente afirmación “el ser humano es el único animal que…”, seguida de cualquier supuesta habilidad o singularidad exclusiva de nuestra especie, exaspera a los científicos que estudian el comportamiento animal, ya que la evidencia científica de las últimas décadas ha sido muy esclarec...
La recurrente afirmación “el ser humano es el único animal que…”, seguida de cualquier supuesta habilidad o singularidad exclusiva de nuestra especie, exaspera a los científicos que estudian el comportamiento animal, ya que la evidencia científica de las últimas décadas ha sido muy esclarecedora al respecto. Realizamos estas afirmaciones sin habernos parado a estudiar del todo el reino animal. “Si algo nos ha demostrado la historia reciente es que tenemos que tener mucho cuidado al decir eso”, comenta la filósofa de la mente animal Susana Monsó (Madrid, 35 años). Para ella, un suceso icónico que lo cambió todo ocurrió en la década de los años 1960: “Llegó Jane Goodall y vio a los chimpancés utilizando herramientas, pero es que desde entonces lo hemos descubierto hasta en hormigas”.
La lista de características que se pensaban exclusivamente humanas pero no lo son es imposible de resumir: monos que asesinan a otros, pulpos que sueñan, elefantes que se reconocen ante el espejo, orcas con cultura compartida para la caza, cuervos que resuelven puzzles, lobos que muestran compasión en el grupo e, incluso, animales que velan los cadáveres de sus compañeros o familiares, porque entienden lo que significa morir. Sobre este último aspecto, Monsó publicó en 2021 La zarigüeya de Schrödinger: cómo viven y entienden la muerte los animales (Plaza y Valdés), que pronto será traducido a otros idiomas. Su objetivo era actualizar todo lo que se conocía acerca del campo de la tanatología comparada, que cumple ahora poco más de una década.
La idea de Monsó es escudriñar las dinámicas que muestran otras especies con la muerte, utilizando para ello la lupa sistemática de la filosofía: ¿comprenden el resto de animales y en sus propios términos la finitud? Es una noción controvertida, que hasta hace no mucho se rechazaba desde la propia disciplina. Para la investigadora española, profesora de la UNED, su trabajo es una forma de ampliar la relación de los humanos con el reino animal. Todo el nuevo conocimiento, irremediablemente, también provoca que el “único animal que lleva flores a sus muertos” se tenga que mirar en el espejo de los otros animales.
Monsó, que responde a EL PAÍS por videoconferencia, inauguró en abril en Madrid el primer encuentro internacional de la Asociación de Filosofía de la Mente y el Comportamiento Animal (PAMBA, por sus siglas en inglés), una nueva rama del conocimiento centrada en estudiar cómo entiende cada especie su nicho del mundo.
Pregunta. ¿Cómo se estudia la muerte en el reino animal?
Respuesta. La tanatología comparada es el estudio de la relación de los animales con la muerte y nace como hace unos 10 años; por lo tanto, es una disciplina todavía muy joven y necesita un análisis conceptual filosófico. En el caso de la muerte, hay muchos debates detrás, pero es que el concepto de la muerte se ha definido de una manera muy intelectual y binaria: o lo entiendes como los humanos, como un adulto medio, o nada. Y claro, es una forma muy problemática de plantearse esta pregunta y, además, la convierte en muy poco interesante.
P. Habla de una idea mínima de muerte, algo extendible a casi todas las especies.
R. Obviamente, los animales que, por ejemplo, carezcan de una cultura oral como la nuestra no tienen un concepto tan complejo embebido de toda una serie de rituales, significados emocionales, tradiciones, etc. Es más interesante pensar si los animales poseen una noción de muerte en su realidad. De ahí que defienda el concepto mínimo de muerte como un espectro, con distintos grados de complejidad ligados a las capacidades de esos animales para sobrevivir. Se trata de partir de esa idea inicial de base, para no empezar la casa por el tejado, y después ya poder explorar cómo de compleja llega a ser la relación con la muerte en los animales no humanos.
Es una idea muy intuitiva si pensamos en el caso de los niños humanos, quienes no desarrollan un concepto de la muerte de la noche a la mañana, sino que les lleva bastantes años, hasta 10 según los psicólogos del desarrollo. Los niños, antes de tener un idea plena, presentan una noción.
P. ¿Se ha sobreintelectualizado la muerte para excluir el hecho de que el resto del reino animal también la comprende?
R. En los demás animales se ha buscado solo lo humano como barrera de entrada a comprender sus emociones. La disciplina de la tanatología comparada surge debido a un artículo que se publica en 2010, que describe cómo reacciona un grupo de chimpancés a la muerte de una hembra mayor. Los científicos describen una serie de comportamientos que serían análogos a la conducta humana en torno a la muerte: vigilias nocturnas y duelo anticipatorio. Ellos terminan su trabajo diciendo que el haber encontrado estos comportamientos, que recuerdan a los humanos, demuestra el interés de estudiar la relación de los animales con la muerte. Es otra manera de decir que la relación de los chimpancés con la muerte no es interesante en sí, pero que lo es si es parecida a la humana. A mí me parece súper interesante en sí, con independencia de su similitud con nosotros.
P. “Antropocentrismo emocional”, así lo califica en el libro.
R. Claro. Estamos buscando reacciones emocionales a la muerte en los animales que solo nos recuerden a las humanas, y eso ha llevado a que los estudios se centren casi exclusivamente en la etapa del duelo. Que es interesante e importante, pero solo es una pequeña parte de la historia, hay muchísimo más.
Algunos comportamientos en torno a la muerte en animales son adaptativos, como la necrofobia: que un cadáver en descomposición dé asco. Pero hay un mecanismo emocional en esas madres que cargan con sus crías muertas, algo ahí es más fuerte
P. Le da mucha importancia a los escenarios de violencia, porque es donde la mayoría de los animales se mueven en la naturaleza.
R. Los reivindico como campo de estudio porque es un cultivo perfecto para que surja el concepto de la muerte. Ahí el animal está provocando él esa muerte, y entonces eso hace que el estímulo de repente se vuelva mucho más evidente. El animal aprende un concepto mínimo de muerte basándose en su propia experiencia del día a día, lo que quiere decir que el animal tiene una base inductiva. De ahí que pueda inferir, en el caso de un animal que tenga muchísima experiencia con la muerte, que sea al mismo tiempo depredador y presa, constantemente teniendo que cazar a otros y constantemente bajo la amenaza de ser cazado. Quizá pueda llegar a desarrollar una noción de la mortalidad propia. Un componente de inevitabilidad: puedo morir si tengo mala suerte y me topo con el depredador, pero también me puedo librar.
P. ¿Tendría un componente adaptativo?
R. Hay mucha discusión al respecto. Algunos comportamientos en torno a la muerte en animales que son claramente adaptativos y que entonces no parecen depender de un aprendizaje. Por ejemplo, la necrofobia: el hecho de que un cadáver en descomposición dé asco. No comemos cadáveres porque son una fuente de patógenos. Es muy adaptativo: te da asco, y así no te acercas.
Pero de repente se mezclan cosas como el duelo, y empezamos a ver comportamientos que parecen mal adaptativos. Como las madres de algunas especies que cargan con sus crías muertas durante semanas, aunque estén descomponiéndose, y den muchísimo asco al resto de miembros del grupo, que evitan a la madre porque apesta. Hay algo, un mecanismo emocional que ejerce de motivación que tiene más fuerza que la necrofobia.
P. Critica que desde la filosofía se hayan reivindicado conceptos como la eternidad o el infinito como la única manera de entender la muerte.
R. Se ha visto que no es necesario ni haría falta. Se decía que había que tener esas grandes ideas para que el ciudadano occidental entienda la ausencia o la no existencia. ¿Qué tendría que pensar un animal para entender la muerte? Se ha ligado la muerte a nociones superabstractas, como la eternidad, la ausencia o lo infinito, y a mí me parece que eso está muy contagiado de nuestra propia visión de la muerte. En nuestras sociedades occidentalizadas, donde el muerto es apartado inmediatamente de nuestra vista, concebimos la muerte como una ausencia. Porque para nosotros alguien se muere y, ¡pum!, de repente está ausente por completo.
Por ejemplo, la noción de ausencia no significa nada para un animal que, como una mona, carga con su bebé muerto durante semanas. No hay una ausencia, el bebé sigue ahí y lo que lo que hay es una ausencia de determinadas funciones vitales, pero el cuerpo sigue estando presente. Entonces, la muerte se vuelve algo mucho más tangible: la madre puede puede ver esa ausencia de funciones, la puede oír, la puede sentir, es multimodal, digamos. Creo que debemos tener cuidado de no trasladar toda nuestra experiencia cultural en torno a la muerte porque algunas son simplemente muy particulares de nuestra relación con ella y no se aplican a todos los animales.
P. ¿Cómo cambia el enfoque que defiende en su libro la relación que los humanos tienen con la muerte?
R. Está siendo muy bonito el hecho de que esté llegando a la gente de maneras que yo no me esperaba. No es el objetivo, pero es genial que el libro ayude a la gente a superar un proceso de duelo y que una persona se sienta mejor. Me ocurre muchas veces que en una presentación alguien me diga: “Estabas hablando de esto y me estaba acordando de la muerte de mi perro”. O que alguien me diga que tiene mucho que agradecerme porque se había leído mi libro mientras estaba muriendo su madre, y la lectura le había permitido lidiar con esa pérdida mejor. De alguna manera, le había ayudado a naturalizar el proceso del duelo. No esperas algo así.
Al hablar de comportamiento animal, no esperaba que ayudase a la gente a procesar sus duelos, ya sea con sus parientes o mascotas de compañía
P. Rompe con la sensación de que el tema debe ser lúgubre; y la filosofía, ha de ser plomiza.
R. Lo que quería es que el libro no diera bajonazo ni que la gente se deprimiera, aunque haya momentos duros de los que hay que hablar. Al explicar mi campo de estudio a compañeros, me daba cuenta de que el tema interesa pero luego deja cierto malestar: se nota en el lenguaje corporal, se quedan encorvados, tristones porque, claro, les había puesto a reflexionar sobre la inevitabilidad de la muerte. Por eso siempre intento meter el chiste en cuanto puedo. Incluso mi propia madre me dijo que quitara lo de la muerte del título, ¡pero eso sería hacer publicidad engañosa!
P. Ha dejado escrito que ahora desea investigar otros aspectos del mundo animal.
R. Lo estoy intentando, pero es difícil. Me gustaría moverme a otras cosas porque por el simple hecho de que a mí me gusta cambiar siempre de tema. Otros campos a los que dirigir mi investigación: la estética y los comportamientos medicinales de los animales. Pero creo que todavía me queda un tiempo de ser la dama de la muerte [ríe], la gótica de la cognición animal.
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